En este esbozo de cartografía del alma femenina, trazo una línea imaginaria que comienza en los albores de la Antigua Grecia, cruza mares y océanos hasta llegar a la cuenca del Amazonas peruano, donde nació en 1922 Yma Sumac, una princesa descendiente del emperador inca Atahualpa. Una línea que pasa por lugares que han hecho emerger personalidades como María Zambrano o Clarice Lispector, muy pronto conocidas por su brillante talento y también por el hecho de ser mujeres. Como si ser mujer y genial al mismo tiempo fuera una asociación problemática.
Aspasia (470-400 a.C). Feminista avant la lettre, Aspasia de Mileto es el icono de mujer libre e independiente en la Antigüedad. Mientras la mujer casada de la Grecia Clásica se dedicaba a sus quehaceres domésticos (con una existencia limitada al matrimonio), la milesia regentaba un burdel y era el epicentro de la aristocracia intelectual ateniense.
Liberada del yugo matrimonial, extranjera y hetaira (prostituta en griego antiguo), Aspasia gozaba de plena libertad para participar en la vida pública de Atenas. Experta en retórica, su conversación era brillante, llegando a atrapar al mismísimo Sócrates. Sus artes amatorias no eran menos prestigiosas y su antológica belleza conquistó a dos de los hombres más poderosos de la ciudad: Pericles y Lisicles.
El hecho de que la milesia fuera capaz de manipular a su antojo a los principales hombres de Estado le hizo ganar la fama de lianta. Fue atacada y difamada por el sector más conservador de la democracia ateniense. Acusada de llevar una vida disoluta, así como de corromper a las mujeres atenienses para satisfacer los gustos perversos de Pericles, fue llevada a juicio y puesta posteriormente en libertad.
Aun así no dejó de ser considerada una figura excepcional y un modelo de sabiduría. Aspasia dio un paso más allá de las inspiraciones poéticas de Safo y logró convertirse en guía de mujeres filósofas.
Deena Mohamed (Egipto, 1994). Una chica alta y esbelta con una capa negra y un hiyab camina a zancadas por las calles de El Cairo. “¡Hola cariño!”, le grita un hombre calvo y desagradable que anteriormente ha estado acosando a otra mujer musulmana. En la siguiente viñeta vemos al hombre contra la pared y con la mano de la bella fémina alrededor de su cuello. “Nunca vuelvas a molestar a una mujer”, le increpa. Es Qahera, la nueva superhéroe nacida en el 2013 en las tierras convulsas de Egipto. Esta heroína combate la misoginia y la islamofobia en las calles de la capital egipcia haciendo justicia a las millones de mujeres en apuros víctimas de la violencia sexual.
La responsable del terremoto causado por esta fresca e innovadora obra gráfica es Deena Mohamed, una estudiante de diseño gráfico de diecinueve años. Su webcómic es una réplica a la frustración que tenía que vivir a diario en una sociedad donde el silencio es la única alternativa al machismo exacerbado y el acoso sexual.
La respuesta no se ha hecho esperar: publicada este mismo año, en unos meses llegó a tener un millón de visitas y diferentes propuestas para editar la obra en papel. Y es que Deena no deja títere con cabeza. Su furia se vuelve incluso contra el colectivo Femen al que acusa de estereotipar, excluir y deshumanizar a las mujeres musulmanas.
Clarice Lispector (1920-1977). “Si Kafka fuera mujer. Si Rilke fuera una brasileña judía nacida en Ucrania. Si Rimbaud hubiera sido madre y hubiera llegado a cincuentona. Si Heidegger hubiera podido dejar de ser alemán, si hubiera escrito la Novela de la Tierra”. Así describe Helene Cisoux a su amiga Clarice en La risa de la Medusa. Más tarde, en el mismo libro señala: “donde el filósofo pierde su respiración, ella continúa, todavía más lejos, más allá de todo conocimiento.”
Esta brasileña de origen ucraniano, columnista part-time, labios Marlene Dietrich, gafas glamurosas y con una debilidad por los trajes de Chanel parecía más bien un miembro de la alta sociedad de Río que un genio literario. Es sorprendente que una belleza de tal calibre fuera tan pronto reconocida en su país como un icono único de su literatura.
Su rostro, tan llamativo, decoraba sellos y postales; su nombre se estampó en lujosos bloques de apartamentos. Más increíble si cabe es el hecho de que sus libros (tan herméticos e “hiper-femeninos”) se vendan, aún en la actualidad, en máquinas expendedoras del metro de Brasil. La pregunta es: ¿Cómo una mujer tan popular y célebre en su país y en Latinoamérica puede ser tan desconocida en el resto del mundo?
Con Lispector tenemos la sensación de estar en la intersección de dos realidades. Entre la aspiradora y la pluma, dos mundos paralelos en los que ella —como tantas otras escritoras de su generación—vivió en una suerte de esquizofrenia. Y en ese cruce de experiencias entramos en un reino donde los límites de la otredad se disuelven. Sus palabras nos mecen en el aire y, como Macabea (personaje principal de La Hora de la estrella), sentimos que el cuerpo y todo nuestro ser se desliza en slow motion. Puro misticismo literario.
María Zambrano (1904-1991). Las dos orillas del Atlántico convergen para dar a luz a dos de los mayores genios literarios del siglo pasado. Lispector y Zambrano no sólo coinciden en que la poesía es el germen del pensamiento y el camino hacia la comprensión de la verdad, sino que en ellas filosofía y mística se fusionan para dar más fuerza y belleza a la palabra.
Zambrano se rebela contra un pensamiento occidental que ha entronizado la razón como única vía de conocimiento. Esta epistemología androcéntrica —para qué negarlo— ha olvidado el lenguaje onírico, del misterio y de lo sagrado. El poder de la filósofa malagueña radica en su reivindicación de un logos oscuro, condenado a la servidumbre en manos de los poderosos. Una élite institucionalizada y totalitaria contra la que luchó hasta el final de sus días, tal como hizo Antígona, su álter ego trágico y figura arquetípica de la resistencia.
Yma Sumac (1922-2008). Zoila Augusta Emperatriz Chávarri del Castillo aka Yma Sumac (“qué linda” en quechua) es conocida por ser la única cantante cuya voz ha abarcado cinco octavas. Se dice que no tuvo adiestramiento alguno, que era autodidacta e incapaz de leer partituras musicales. En aquellos años 50, los cantantes de opera la envidiaban y ella, con su elegancia y majestuosidad —muy a lo Gloria Swanson—, los retaba cantando arias con música mambo de fondo.
Bella y exótica, su energía era extraordinaria. En una entrevista publicada en su página oficial afirmaba que nunca había estado realmente enferma y que su secreto estaba en levantarse cada día a las cinco de la mañana y seguir una dieta estricta a base de frutas, verduras, complementos multivitamínicos y cápsulas de ajo.
El escándalo llegó cuando esta diva con voz sobrenatural se autoproclamó princesa real, descendiente directa de Atahualpa. En sus directos iba disfrazada como tal, con vestidos llamativos y extravagantes que diseñaba conjuntamente con su hermana Maruja. Comenzó a ser considerada una farsante —cuando no una chiflada histriónica— y corrió el rumor de que su verdadero nombre era Amy Camus (de Brooklyn). Finalmente, las autoridades peruanas confirmaron lo que tantos habían desmentido y en la actualidad es la única peruana que tiene su nombre inscrito en el Paseo de la Fama de Hollywood.