Esta es la segunda entrega que Pliego Suelto dedica a Proyecto Nocilla. En esta ocasión hemos querido dar dos puntos de vista generacionales distintos de la obra de Mallo. Por un lado, contamos con el generoso comentario de un experimentado poeta como es Eduardo Moga. Por otro, ofrecemos la estimulante perspectiva de tres autoras, artistas y fans emancipadas que aún rondan la veintena. La sorpresa es que ambas visiones están mucho más cerca de lo que de entrada podríamos imaginar.
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Eduardo Moga (Barcelona, 1962). Poeta y crítico literario.
Cuthbert, el portero zambiano de nuestro inmueble, me subió ayer un sobre semirrasgado. El hombre estaba preocupado por los desperfectos del envío, que comprometían el prestigio del Royal Mail, pero yo le dije que no se afligiera, que no era nada. El sobre contenía un ejemplar de Proyecto Nocilla, la trilogía que ha publicado Agustín Fernández Mallo desde 2006, ahora reunida por Alfaguara. Aquel año Agustín dio a conocer el primero de los títulos que la componen, Nocilla Dream, en una pequeña editorial catalana, Candaya. Fue un hecho extraordinario: la primera novela de un joven casi desconocido, y ajeno por completo a los círculos literarios —Agustín, físico, trabajaba entonces en un hospital de Mallorca—, publicado por una editorial casi tan joven y desconocida como él. Se convirtió en un éxito inmediato.
A pesar de las dificultades objetivas que rodeaban la aparición de aquel libro, Nocilla Dream conectó con la sensibilidad de una amplia capa de lectores —amplia, se entiende, dentro de la exigüidad permanente del mercado literario español— y desmintió el tópico de que publicar es irrelevante, o de que no hace que dejes de ser inédito. Luego vinieron las otras dos integrantes de la trilogía, Nocilla Experience, en 2008, y Nocilla Lab, en 2009, estas ya publicadas por una editorial grande, Alfaguara, que supo hacerse con aquel fenómeno literario.
Con este singular proyecto, Agustín Fernández Mallo ha llevado a cabo su propósito de incorporar el lenguaje de la ciencia —o, dicho con más precisión, la perspectiva científica— a la literatura española actual, que, en su opinión, no había seguido todavía los pasos de otras artes, como las visuales, en las que esa incorporación ya se había producido desde las vanguardias, y, en realidad, desde mucho antes. Pero su mérito no solo consiste en eso, es decir, en haber renovado la tradición de la ruptura que, al decir de Octavio Paz, sustenta la vanguardia contemporánea, y cualquier movimiento de renovación estética que se haya producido en la historia de la cultura.
Las novelas de Agustín, como su poesía, bullen de inteligencia, esto es, de relaciones insólitas, generadoras de nuevas visiones y de nuevas realidades, y también de humor —un humor sobrio, a lo Buster Keaton—, que suele ser una prolongación de la inteligencia. Agustín Fernández Mallo es un extraordinario arquitecto —indaga de continuo en los límites, en los espacios intermedios, en los lugares híbridos—, pero también un sentimental: sus relatos son siempre historias de amor, aunque parezcan tratados de física escritos por un dadaísta.
Pese a las múltiples virtudes de su obra, mi mayor cercanía con él se asienta en la memoria: yo recuerdo a Agustín, acodado en la barra de un bar mugriento de Alcalá de Henares, en 1996, cuando aún no había publicado ni una sola línea y ambos asistíamos a un lamentable congreso de jóvenes escritores, diciéndome que sí, que sentía la necesidad de escribir, de aportar algo significativo a la literatura, pero que aún no sabía qué. En aquel momento ya me parecía un hombre brillante, y también entrañable, mirándome desde sus gafas de pasta, mientras sorbía un misterioso combinado, pero confieso que no me imaginaba que aquello que quería aportar, pero que aún no sabía qué era, iba a sacudir el panorama de la literatura española actual como pocos autores lo habían hecho en los últimos 30 años. Proyecto Nocilla aparece ahora reunido y desnudo, salvo por un ajustado epílogo de Julio Ortega, como lo que es: el más renovador proyecto narrativo de nuestras letras desde Juan Benet.
Ana Pomares (Alicante, 1991). Fan emancipada, escritora y licenciada en Filología Hispánica. Publica su primer libro a los 13 años, convirtiéndose en la escritora más joven conocida de la galaxia.
No recuerdo exactamente el momento en que el primer libro del Proyecto Nocilla cayó en mis manos, pero sé que desde entonces mi concepción de la literatura cambió radicalmente. Tenía 16 años cuando leí Nocilla Dream y entendí al instante que la literatura era mucho más que las lecturas obligatorias de algunas asignaturas que no motivaban en absoluto mi interés por las letras.
Fernández Mallo ha creado en su Proyecto una literatura que se mueve, que está viva, en permanente contacto con las demás artes. Y yo, como joven curiosa que era y que soy, me encontré de pronto con un mundo literario que se reinventaba ante mí y que yo debía recorrer y redescubrir. Leer el Proyecto Nocilla es entender que la literatura se puede crear de muchas maneras diferentes, y el lector debe ser partícipe de ella.
Fru*Fru es un grupo de arquitectura disfrutista y agitación cultural formado en 2010 por Rosana Galián (Murcia, 1985) y Paula Vilaplana (Alicante, 1985).
La escudería Fru*Fru ensaya en el Grand Prix Nocilla y describe su experiencia a lo largo de cinco etapas, que se corresponden con cinco encuentros NOCILLA que generan cinco prácticas arquitectónicas.
ETAPA 1: EL TERCER PAISAJE, espacios indecisos (NOCILLA EXPERIENCE, p.45) Octubre de 2010, en Matadero Madrid. _ En una nave hasta hace poco abandonada Fru*Fru escucha una conferencia de Agustín Fernández Mallo y sabe de Nocilla por primera vez. Él habla de ciudades invisibles y genéricas latentes en aeropuertos, estaciones de servicio y carreteras solitarias: su imaginería de ruina y lugares de paso resuena entre sus manos para formalizarse continuamente en proyectos de arquitectura.
ETAPA 2: LA INFORMATINA, pura química de información con ADN propio (NOCILLA EXPERIENCE, p.111) Junio de 2011, Feria del Libro de Madrid._ Fru*Fru asalta a Agustín en su caseta y le entrega un regalo en formato obra de teatro. Él es el protagonista, un forense que investiga la muerte de un edificio. El lenguaje científico y la sensibilidad tecnológica dentro de un contexto de arquitectura postpoética caracterizan la pieza.
ETAPA 3: LAS SEGUIDORAS CULTURALES, construyendo comportamientos en torno a lo pop (NOCILLA EXPERIENCE, P.27.) Mayo de 2012 en el Recinto de la Fica, Murcia._ Una tarde de SOS4.8. Fru*Fru y Agustín vuelven a cruzarse. Él acaba de hablar de series de televisión en la sección de voces. Ellas han diseñado una zona vip para el festival que no llega a construirse. Lo persiguen sin atreverse a abordarlo. Los fans hacen eso con sus ídolos. Aspirantes a arquitectas del pop, imaginan un hábitat artificial en el que durante unos instantes, animales de distintas especies, estrellas y vulgares mortales, comparten momentos fugaces de intimidad mediatizada.
ETAPA 4: PELICULAS DECAPITADAS, la lectura del futuro (NOCILLA EXPERIENCE, p.165) Noviembre de 2012, Spoken Word F&F, Auditorio de Alicante._Fru*Fru regala al dúo Afterpop un muñeco-caricatura como invitación a participar en un taller en la escuela de Arquitectura de Alicante. -¡Ring!- Agustín llama al teléfono de E.F.P. seis meses más tarde. –Hola bro, estoy con las fru*frus– Ellas, desde el sofá, intentan escuchar para recomponer un enunciado conjunto intercalando trocitos de cada una de las partes intervinientes. Encuentran en las películas decapitadas, el punto ciego o el zapping de NOCILLA una herramienta productiva valiosa.
ETAPA 5: REDEFINIR LO ABSURDO, la base de la supervivencia (NOCILLA DREAM, p.67) Noviembre de 2013, Revista Pliego suelto._ Agustín, físico especializado en radiaciones nucleares, es aclamado tras publicar en un mismo volumen su maravillosa Trilogía Nocilla. Fru*Fru, arquitectas licenciadas en el disfrute, escriben su experiencia de esta lectura triple. Éste es su último encuentro, en la periferia de sus formaciones. Y tiene lugar donde más les gusta: en el extrarradio de sus historias oficiales.
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