“Hijo de sangre” de Octavia E. Butler: ciencia-ficción social, la genealogía y sus espectros

Pocos relatos, dentro del maravilloso universo de la ciencia ficción, reflejan la complejidad, dureza y psicología del esclavista blanco con las comunidades negras en Estados Unidos como “Hijo de sangre”, pieza perfecta de la escritora californiana Octavia Butler. La ciencia ficción en este relato es, más que herramienta, bisturí que no solo disecciona aquella parte de los sucesos que pasan desapercibidos en la oficialidad de la historia de la esclavitud, sino que muestra una realidad vivida en carnes propias: la de una mujer negra, y con ella, la de su madre, la de su abuela, así como la realidad de todas las mujeres y hombres negros que tuvieron la desgracia de sufrir los horrores del racismo. Definitivamente, tal y como comienza Iván Hernández Balbuena1 su análisis refiriéndose a  otra conocida obra de la autora, Xenogénesis:

…Una novela de ciencia ficción realmente peculiar y de las que dejan marca…

Esta historia también deja marca, marca de las que no se van con el tiempo, o lo que es lo mismo, cicatriz. No es para nada casual que Hernández Balbuena hable de memoria recuperada, ya que este proceso de encuentro con el pasado es decisivo en casi toda la obra de Octavia. Butler utiliza la dicotomía alienígena-colono versus raza humana-comunidades negras para navegar a través de numerosas genealogías  hasta casi ese primer momento del impacto entre ambas culturas. Pero no necesita mostrar una realidad fílmica de ese pasado mediante el detalle histórico, no abusa en la evidencia, pues no es explícitamente política. Nos adentra, más bien, en los sucesos con cierta naturalidad, dejando no que entremos en esa historia, sino que la adivinemos, que adivinemos el abuso de lo que en este contexto nos permitimos llamar una raza dominante frente a otra.

No se limita a abanderar venganzas contra las tropelías. Utiliza la historia, el tiempo que solidifica actos y pensamientos para analizar las penumbras de la normalización, la veta más triste de las injusticias sociales, pues consiste precisamente en que las víctimas no vean dichas injusticias como tales. Consiste en el perdón de acciones que no deberían ser nunca  perdonables, porque el perdón es una construcción religiosa, si no se olvida es porque en el fondo fondísimo no hay perdón y en última instancia, este implica también el lavado superficial de chaqueta de toda desigualdad, daño y abuso. Octavia es muy consciente de esto y lo trabaja con minuciosidad en esta delicatessen de la ciencia ficción social. Recalco social pues “Hijo de sangre”2 no es extrapolable a otros relatos de ciencia ficción de una manera tan completa. Sólo en algunas excepciones encontramos el trío género-clase social-raza amasado de tal modo que dé lugar a una poderosa crítica social que, vuelvo a insistir, es un balde de agua fría para ese órgano tan a menudo durmiente: la memoria.

El desarrollo del relato cobra contundencia a partir de la mención de ciertos elementos simbólicos de los que la autora en ningún momento abusa, como determinados miembros del cuerpo; en este caso, un cuerpo de otra especie: las patas de T´Gatoi. T’Gatoi, oficial del Gobierno Tlic, es un tipo de larva, con cola y aguijón incluidos, encargado de la Reserva terrestre. Sus patas atrapan a las víctimas (esclavas/os) con la irreversibilidad y contundencia de una planta carnívora. El paralelismo aquí con el popular diablo blanco come patitas chacapumba chacapumba3 no podría ser mayor.

Butler, asimismo, hace uso de elementos materiales, físicos, hasta viscerales, para mostrar la enrarecida naturaleza de un proceso de dominio donde la opresión está directamente asociada al honor. Y por el solo hecho de significar voces de mujeres negras en una época en que estas estaban colonizadas incluso dentro del feminismo de mujeres blancas, podríamos afirmar, siguiendo a Seyla Benhabib4 en este razonamiento, que su discurso se enmarca en el postmodernismo.

De forma más atinada, este vuelco cuestionador desde las productoras de conocimiento minoritarias, como protagonistas, críticas e interventoras de sus propias realidades, se adentra en el postfeminismo5, concepto que quizás no cae en la saturación de su predecesor ni en las culpas de acarrear a las espaldas tantos errores. “Hijo de sangre” contiene la densidad de la tragedia, trabajada con una ironía no mordaz, que incluso se permite hacer uso del registro experimental infantil. De modo que Gan, el niño protagonista, desconfía de una cordialidad aparente que hace la función de un poder sumergido que ejerce T’Gatoi hacia su familia, desconfía del  enjaulamiento al que los somete con sus numerosas patas cuando así lo decide, y sobre todo desconfía de los beneficios de los huevos casi sacros que se ven obligados a ingerir. Sueños de huevo, drogas fáciles, bien a mano para las criaturas explotadas, huevos que además contienen la semilla del colonialismo parásito, pues de este modo se reproducen estos engendros Tlic, en animales huéspedes que son los/as habitantes de la Reserva. Cuando Gan ve a su propia madre atacada por un pinchazo de T’Gatoi, sabe que hay algo que no va bien, que nunca ha ido bien en la relación de unos y otros.

Octavia coloca en el niño Gan la pureza de un entendimiento exacto de la relación de servidumbre en su familia, pues esta parece rendirse en el juego sado maso de toda relación déspota donde a la conciencia del bando débil no se le permite despertar. Se rinde porque el dolor se aguanta más fácilmente rindiéndose, porque siempre se espera que haya  reflexión del otro lado, pero sobre todo para huir de aquello que continúan cargando los espectros a sus espaldas: el miedo. Recurso frecuente este, como el de depositar en un niño la lucidez del conocimiento —todo sin bambalinas— para enfatizar el fracaso absoluto de la empresa humana. Butler es la nihilista sagaz que todavía se aferra a la utopía de la igualdad racial, y sus análisis son destellos delgados que todavía tiene energía para lanzar. Es necesario que lo haga, pues su existencia de mujer negra y escritora nada más y nada menos que de ciencia ficción la obliga a hacerse cargo, debe hacerse cargo  —lo que implica, hay que insistir, un posicionamiento desde su función de escritora y mujer  negra—, pues así se lo dicta su sentido del deber genealógico.

Me atrevería a afirmar que Octavia es a la literatura lo que Bell Hooks6 a la teoría postfeminista, y no creo ser la única en establecer esta comparación. La primera pinta no con brochas, sino con tarros de pintura al estilo más action painting, aquello de lo que se queja la segunda: “¿Soy yo realmente una mujer?, ¿me parezco en algo a estas blanquitas clasemedieras que reclaman igualdad cuando niegan mi voz en una reunión-de-después-de-clase-de-Facultad por ser negra y hablar en primera causa?”. De hecho Hooks cuenta cómo le tocó en su momento echarse a llorar luego de salir, y tras  cerrar de un portazo, de uno de esos acalorados encuentros feministas de la época. Ella, que nunca se quedó callada, por la falta de empatía y el autoritarismo total que encontraba en estas mujercitas que caían en el mismo tipo de pirámide etnocentrista  que la sociedad a la que pretendían combatir.

No sería extraño, siguiendo con esta comparación entre ambas autoras, imaginar a Octavia Butler debatir entre hombres misóginos que abundan en todas las artes, pero específicamente en la ciencia ficción, donde de diez escritores encontramos a una mujer. Lo cierto es que, pese a haber sido reconocida y beneficiada con premios prestigiosos, nunca se la colocó a la altura de un Arthur C. Clarke, por poner un ejemplo, y podría haberlo estado. Vaya si podría… pero afortunadamente lo está siendo, su (re) reconocimiento es actualmente un hecho.  Sus espectros se encargan de ello.


1 Hernández Balbuena, Iván, Memoria recuperada:”Xenogénesis” de Octavia E. Butler, http://memoriasdeunfriki.blogspot.com.es/2008/04/memoria-recuperada-xenognesis-de.html, Toledo, 13 de abril del 2008.
2  Publicado por otra parte a mediados de los años 80 cuando el racismo en Estados Unidos estaba en todo su esplendor de una manera distinta, más invisibilizada, si lo comparamos con  su vigencia actual.  No es casualidad que el debate postcolonial haya tomado fuerza como corriente alternativa al feminismo occidental, que, lejos de representar adecuadamente las realidades de una diversidad de mujeres, caía en el mismo etnocentrismo contra el cual pretendían combatir.
3 Letra de la canción de cuna Duerme negrito, del cantautor argentino Atahualpa Yupanqui.
4 Benhabib, Seyla, “Feminism and Postmodernism: An Uneasy Alliance”, in Feminist Contentions: A Philosophical Exchange, Seyla Benhabib, Judith Butler, Drucilla Cornell and Nancy Fraser, New York and London, Routledge, 1995, pp. 17-34.
5 Genz Stéphanie and A. Brabon Benjamin, Postfeminism, cultural texts and theories, Edinburgh University Press, Edinburgh, 2009, pp. 120-123.
6 hooks bell. Ain’t I a Woman?: Black Women and Feminism: «One of the twenty most influential women’s books in the last 20 years» by Publishers Weekly 1992. La eliminación de mayúsculas en nombre y apellido es elección de la autora.  Fuente: wikipedia.

Bibliografía:
Benhabib, Seyla, “Feminism and Postmodernism: An Uneasy Alliance”in Feminist Contentions: A Philosophical Exchange, Seyla Benhabib, Judith Butler, Drucilla Cornell and Nancy Fraser, New York and London, Routledge, 1995, pp. 17-34.

Genz, Stéphanie, A. Brabon, Benjamin, Postfeminism, cultural texts and theories, Edinburgh University Press, Edinburgh, 2009, pp. 120-123.

Hernández Balbuena, Iván, Memoria recuperada: “Xenogénesis” de Octavia E. Butler, Toledo, 13/04/2008. Versión digital: http://memoriasdeunfriki.blogspot.com.es/2008/04/memoria-recuperada-xenognesis-de.html

VV. AA, “Lo mejor de Isaac Asimov Science Fiction Magazine”, Editorial Martínez Roca, Colección Superficción N.º 114, Barcelona, 1989.

Sobre el autor
Aunque concebida en Cataluña, fue criada en Galicia y luego adiestrada en Uruguay. Ahora tras algunos tumbos, ha rebotado nuevamente en el país de Rosalía. Posee un título añejo donde consta que es antropóloga social y cultural, profesión que la desdobla. Su actividad preferida es leer antes que escribir. --> Blog de la autora
3 total comments on this postSubmit yours
  1. No conocía este texto. (Gracias por el descubrimiento!). De Octavia Butler leí «Amanecer», y también se ven los mismo temas, tratados con la misma calidad, que en «Hijo de Sangre» (por lo que dices). Otra escritora que trata temas muy parecidos es Alice B. Sheldon, que bajo el pseudónimo de James Tiptree, Jr. escribió parte de la mejor ciencia ficción americana.

    Saludos, y de nuevo gracias por el descubrimiento de Hijo de Sangre».

    Mario.

    • ¡No me digas que James Tiptree era en realidad una mujer! admito que todavía no la leí, pero la tengo en una selección exquisita, protegida en una biblioteca virtual (un grandísimo regalo de mi ex). No obstante leí sobre ella pues es obra de culto, y por lo visto es como dices, bastante combativa.

      Pena que las mujeres tengan que llegar a hacerse pasar por hombres para ser escuchadas…

      Aunque es una lamentable estrategia de reconocimiento, esto va siendo cada vez más por suerte, cosa de otros tiempos. Muchos saludos desde Galicia Mario. Me encanta recibir comentarios a mis textos, pero me encanta más todavía que te guste Octavia Butler. Rosanna.

  2. Gracias a ti, Rosana. Acabo de ver tu respuesta!

    Tiptree cuida la prosa un poco más que Octavia Butler, y es algo más oscura o macabra.

    Saludos!

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