Ninguno de mis críticos puede eliminar la magnetosfera, nadie puede silenciar los ruidos de Júpiter ni enfriar Venus… ¡Y nadie puede cambiar una sola frase de mis libros! Immanuel Velikovsky
Hasta ahora, la palabra “venéreo” se había asociado a enfermedades de transmisión sexual como la sífilis o la gonorrea. A partir del instante en que alguien haya cometido la insensatez de haber leído estas palabras, espero que “venéreo” comience a relacionarse con catástrofes cósmicas, océanos elevándose a varios quilómetros de altura para luego descender bruscamente sobre la tierra y sepultar millares de montañas y valles, mares de petróleo incendiando el otrora precioso cielo azul y terremotos tan potentes como para cambiar el eje de rotación terrestre. Días que son semanas y noches que no se terminan nunca. Espesas capas de nubes a ras de suelo que hicieron creer a los antiguos que el cielo se había derrumbado, al igual que los cimientos del mundo.
Si me he referido al vocablo “venéreo” es porque el estropicio lo provocó Venus, ahora un planeta inofensivo, pero anteriormente un colosal cometa1 errante.
El doctor Immanuel Velikovsky, pupilo de Freud y amigo de Einstein, expone en su obra Mundos en Colisión que el gran cataclismo que azotó a la Tierra en la Antigüedad data del 1495 a.C., cuando Moisés subió al monte Sinaí para recoger las Tablas de la Ley. Después del silencio sepulcral del desierto, se escuchó un atronador zumbido antes de que las nubes centelleasen y los volcanes vomitasen lava. “Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba”2, se dice en el Éxodo. Entonces, no se trata del trueno que acompaña al relámpago, sino de algo que sonaba como una bocina gigantesca. “El cielo y la tierra resonaron… las montañas y las colinas se removieron”, se lee en el Midrash3. “La Tierra resonó terriblemente, lo mismo que el ancho cielo”, dice el poeta griego Hesíodo4. Velikovsky tiene una explicación sencilla para este fenómeno: “El acercamiento de dos globos cargados eléctricamente pudo producir como trompetazos”5. Homero lo describe de la siguiente manera: “La ancha Tierra sonó y en torno suyo el gran firmamento resonó como una trompeta”6. En el Völuspá, el poema capital de la mitología nórdica, aquel ensordecedor ruido también quedó registrado: “Todo el mundo arde al sonar el cuerno”7. A este alarido de la Tierra se le conoce como Teofanía, y sus remanentes perviven en la idea pitagórica de que las esferas celestes tocan música. Esferas celestes como Venus y la Tierra.
Por lo que parece, lo venéreo es mucho más espectacular que un simple herpes genital.
Vientos, tormentas y terremotos se sucedieron con intensidad. Montañas enteras fueron derruidas por huracanes. Debido al intenso calor provocado por las erupciones volcánicas, se levantaron grandes cantidades de vapor de agua. “El cielo está bajo”8, relatan los polinesios. De ahí que muchas tradiciones creyesen que las montañas sostenían el cielo, ya que cuando estas se desmoronaron, se formaron nubarrones cerca de la superficie terrestre. La fuerza de la gravedad se extravió. El agua de los mares, según la literatura rabínica, quedó suspendida como si fuese “vidrio, sólido y masivo”9, para luego caer y aplastarlo todo.
Con el cometa Venus moviéndose tan peligrosamente cerca de la Tierra, la rotación del planeta se detuvo. El Sol se quedó estático en el cielo durante varios días, sin variar apenas unos pocos grados su ubicación en la bóveda celeste. Según el Bahman Yast, texto sagrado del zoroastrismo, en Irán Oriental y en la India el Sol permaneció visible durante diez días. En China ocurrió lo mismo en tiempos del emperador Yahou, que mandó a una cuadrilla de sabios a calcular los nuevos puntos cardinales después de la alteración axial terrestre. Pero si hubo días sin oscuridad, los hubo también sin Sol en otras partes del planeta. Numerosas fuentes rabínicas lo relatan así: “En los días cuarto, quinto y sexto, la oscuridad era tan densa que ellos (el pueblo de Egipto) no pudieron moverse”10. En total, los días de oscuridad fueron nueve, pero en esos tres días “hubo una tempestad tal que ni los hombres ni los reyes pudieron ver los rostros de aquellos que estaban a su alrededor”11, ya que, debido a la tormenta, les fue imposible encender alguna luz artificial. En el Kalevala, el poema épico finés, se relata que la Luna y el Sol fueron robados del cielo y no hubo nada ahí arriba hasta que un nuevo Sol y una nueva Luna ocuparon su lugar. Ávila y Molina, que recogieron algunas de las tradiciones indígenas de Sudamérica, relatan en sus manuscritos que hubo un tiempo en el que el Sol desapareció cinco días y una colisión cósmica precedió la catástrofe.
Al entrar la Tierra en la cauda del cometa, atrajo hacia sí parte del enjambre de meteoritos que lo seguían. “He aquí que mañana a estas horas Yo haré llover granizo muy pesado, cual nunca hubo en Egipto desde el día que se fundó hasta ahora”12, reza el Éxodo. Las fuentes midráshicas y talmúdicas aseguran que las piedras que devastaron Egipto estaban ardiendo, lo cual se adecua a los meteoritos, no al granizo. En el Éxodo se dice que esas piedras vinieron a tierra “mezcladas con fuego”13. Pero la lluvia de meteoritos no solo queda registrada en la tradición hebrea. En los Anales de Cuauhtitlán, el libro prehispánico de mitología e historia mesoamericana, se cuenta que el cielo “hizo llover no agua, sino fuego y piedras rojas y ardientes”14. Muchas de esas rocas llameantes iban acompañadas de lo que los hebreos llaman nafta, o sea petróleo. En el Popol-Vuh, libro sagrado maya, se narra: “La gente se ahogaba en una substancia pegajosa que caía del cielo”15. Así lo cuenta el Manuscrito Quiché: “Descendió del cielo una lluvia de una substancia pegajosa”16. La mitología siberiana dice de esa substancia que es “agua de fuego”17, es decir, un fluido inflamable. “Los egipcios se negaron a dejar ir a los israelitas y Él derramó nafta sobre ellos”18, narra el Midrashim. Velikovsky señala que la lluvia de agua inflamable, compuesta del hidrógeno y el carbono que dejó atrás el cometa, contribuyó al suministro mundial de petróleo. Las diversas leyendas que mencionan estas lluvias provienen de México, Siberia, Irak, las Indias Orientales y Egipto. Curiosamente, de todas esas zonas se extrae petróleo en la actualidad.
Finalmente, después de la titánica devastación, la furia volcánica, los bombardeos cósmicos y el día y la noche eternos, los mayas contemplaron que, de entre las nubes, surgió “la Estrella de la Mañana”. Esta “apareció por primera vez después de las convulsiones de la Tierra, abrumada por el diluvio”19. “Parecía una serpiente monstruosa”20, sostiene Velikovsky. Aquella estrella era Venus.
No revelo ningún secreto si digo que la publicación de Mundos en Colisión desató la ira de la comunidad científica a mediados del siglo pasado. El cambio de paradigma que propuso Velikovsky, tanto por el hecho de interpretar de forma naturalista las sagradas escrituras como por defender un modelo eléctrico del universo, fue rechazado por los científicos, que lo insultaron, ningunearon e incluso boicotearon. Solo había un pequeño problema: que muchas de las tesis que se deducen del libro fueron verificadas. Célebres son algunos de sus aciertos, como los pronósticos de que Júpiter emitiría radiación y que el campo magnético de la Tierra llegaría hasta la Luna. Dio en el centro de la diana. Como también estuvo en lo cierto cuando dijo que la superficie de Venus rondaría los ochocientos grados Fahrenheit a causa de las cualidades aislantes y conductoras de sus nubes, demostrando así que los cataclismos venéreos son, en cualquier caso, fruto de ir calentorro por la vida y el cosmos. O cachondo, si alguien es capaz de tomarse a guasa estas palabras de Carl Sagan, reconocido fustigador de Velikovsky y expropiador de teorías en sus ratos libres: “Una idea ahora en boga, que YO SUGERÍ POR PRIMERA VEZ EN 1960, es que las altas temperaturas de la superficie de Venus se deben al efecto invernadero”21.
Para ir terminando ya con la cruzada de los ortodoxos contra Velikovsky, contaré una anécdota delatora. Resulta que Donald Menzel, el director del Observatorio de la Universidad de Harvard, quiso contradecir las teorías de Velikosvky alegando que, de ser verdad lo expuesto en Mundos en Colisión, el Sol habría de tener una potencia de diez billones de billones de voltios, lo cual, según Menzel, era un disparate y, por lo tanto, falso. Casualidades de la vida, en 1960, V.A. Bailey, profesor de física de la Universidad de Sydney, anunció que había descubierto que el Sol tiene carga eléctrica y que su superficie alcanza el voltaje de diez billones de billones de voltios, cantidad que podía probar las teorías de Velikovsky. Menzel, ridiculizado por este descubrimiento, pidió a Bailey a través del Harper’s Review que se retractase, aportando una serie de cálculos que desechaban el hallazgo. La respuesta de Bailey ridiculizó más a Menzel, si cabe, puesto que demostró que los cálculos que este envió al Harper’s Review eran incorrectos22.
Expuesto así, parece que sepa de lo que estoy hablando cuando cito todas estas trifulcas científicas tan técnicas y especializadas, pero únicamente estoy en condiciones de proclamar algo con toda mi excitada demencia: Venus fue un cometa. De no haber tenido cola cometaria, Botticelli habría pintado el nacimiento de una diosa calva, y no es el caso.
*Nota previa: toda la información aquí contenida, ya sea relatada o citada, ha sido extraída de Mundos en Colisión, de Immanuel Velikovsky, excepto 1, 21 y 22.
1 El modelo cometario propuesto por Velikovsky nada tiene que ver con el tradicional, que, en resumen, sostiene que el cometa es una bola de barro cuya agua se evapora (debido al calentamiento que padece) a medida que se acerca al Sol. En su lugar, Velikovsky aboga por un nuevo (por aquel entonces) modelo de cometa, el eléctrico, que asegura que estos son cuerpos celestes cargados eléctricamente que inician sus descargas cuando se aproximan al Sol. Por este motivo Venus pudo haberlo sido. Añado: por el momento, las predicciones de este modelo han sido verificadas, mientras que el modelo estandarte ha entrado en un callejón sin salida. Más información acerca del cometa eléctrico y de la cosmología del plasma en general: http://universoelectrico.blogspot.com.es/ y http://unicorns-in-a-nutshell.blogspot.com.es/
2 Éxodo 20:18.
3 Compilación de enseñanzas exegéticas de la Torá.
4 Teogonía, 11.
5 Velikovsky, Mundos en Colisión, p. 100.
6 La Ilíada XXI, 385.
7 Véase W. Bossuet, The Antichrist Legend, p. 113.
8 Williamson, Religious and Cosmic Beliefs of Central Polynesia, I. 41.
9 A. Calmet, Commentaire, l’Exode, p. 159.
10 Ginzberg, Legends, II, 360.
11 F.L.Griffith, The Antiquites of Tel-el-Yahudiyeh and and Miscellaneous Work in Lower Egypt in 1887-88.
12 Éxodo 9:18.
13 Éxodo 9:24.
14 Alexander, Latin American Mythology, p. 72.
15 Brasseur, Popol-Vuh, le livre sacré, capítulo III, p. 25.
16 Brasseur, Historie des nations civilisées du Mexique, I, 55.
17 Holmberg, Finno-Ugric, Siberian Mythology, p. 368.
18 Midrash Tanhuma, Midrash Pskita Raboti y Midrash Wa-Yosha. Para buscar otras fuentes, véase Ginzberg, Legends, II, 342 y V, 426.
19 Brasseur, Sources de l’historie primitive du Mexique, I, 311.
20 Velikovsky, Mundos en Colisión, p. 146.
21 Robert Anton Wilson, El astrónomo que abolió la gravedad (fragmento de Cosmic Trigger III: My Life After Death). Las mayúsculas de la cita son mías.
22 Lamberto García del Cid, Biografía de Velikovsky. Sitio web: http://www.neuralterapeuticum.org/home.aspx