El éxito de esta receta consiste en introducir el poema “Dublinesque” (1945), de Philip Arthur Larkin, en Dublinesca (2010), la penúltima novela de Enrique Vila-Matas, para conseguir una masa homogénea que, si bien mantendrá las propiedades constitutivas de la primera, conformará un plato literario autónomo capaz de satisfacer las exigencias del más refinado lector. Los ingredientes necesarios son: capacidad para apreciar el sentido del humor inherente a la obra de Vila-Matas y cierta afinidad por el uso de la intertextualidad como técnica de escritura.
Si se quiere maximizar la experiencia de degustación hermenéutica, es recomendable observar el peculiar título de Dublinesca. Hay dos motivos que justificarían su elección. El primero refiere a la voluntad del autor para encontrar nuevos caminos con los que evitar el acomodamiento estilístico y diversificar su trayectoria literaria. El segundo, intertextual por antonomasia, pretende rendir un homenaje a Larkin, poeta inglés de mediados del siglo XX, y a su poema “Dublinesque”. El análisis del acoplamiento de dicho poema a la novela nos permitirá entrever la concepción que Enrique Vila-Matas tiene de la literatura y, por ende, la relevancia que el componente del remake tiene en sus libros.
El desarrollo de la trama de Dublinesca se sitúa en la ciudad joyceana de Dublín. Allí, Samuel Riba, un editor retirado, se reúne con sus amigos para llevar a cabo un simbólico entierro por el fin de la era Gutenberg. Situados en el cementerio de Glasnevin, el grupo acuerda realizar un acto performativo como réquiem de despedida. Uno de los personajes lee un fragmento del Ulises, otro improvisa un discurso, un tercero lee una carta de Flaubert y, finalmente, Riba recita “Dublinesque”: «Hay un aire de amistad, / como si rindieran honra / a una que era muy querida; / algunas se alzan las faldas, / diestramente y dan saltitos / (dos palmas marcan el tiempo), / y también de gran tristeza. / Mientras siguen su camino / se oye una voz que canta / para Kitty, o Katty, como / si el nombre hubiese albergado / todo el amor, toda la belleza».
La puesta en escena resulta significativa, pues, si bien el poema original hace referencia a la soledad y a la desdicha que envuelven el entierro de una vieja prostituta, Vila-Matas consigue darle la vuelta al utilizarlo como salmo tanto por la muerte del libro impreso como por la quiebra de la editorial de Samuel Riba. Ello se ve claramente en las palabras del personaje de Vila-Matas:
Lo importante no es que se vaya a pique la brillante era de la imprenta. Lo verdaderamente grave es que me voy a pique yo.
La cita es un ejemplo de la metamorfosis a la que el autor somete el original de Larkin. Al poner el poema en boca de Riba, la interpretación adopta la carcajada irónica de aquel que sabe burlarse de sí mismo. Es la intromisión de lo grotesco en la esfera de lo formal aquello que convierte el réquiem en parodia y a Riba en símbolo de la melancolía autoconsciente y despiadada con el propio personaje.
Riba, obsesionado con el autor perfecto que nunca llegó a publicar, idealiza el formato impreso y siente la nostalgia del que sabe cerrada cierta etapa, supuestamente dorada, de su vida. Sin embargo, la cita de Riba va un paso más allá al suponer una referencia indirecta a la propia producción de Enrique Vila-Matas y a ciertos juicios maliciosos de algún que otro crítico literario sobre el futuro de su obra.
Desde este espacio de convivencia entre ambas versiones del poema cabe entender el ejercicio de intertextualidad que Vila-Matas realiza. Sus referencias a otras obras o autores no son un mero ejercicio de name-dropping sino un juego de interpretación que empuja al lector a salir de su complacencia y lo enfrenta a nuevos horizontes literarios que suponen un reto para su lectura. De esta manera, cabe considerar la sorpresa intelectual que implica la fusión de ambos universos literarios y la fantasía emocional que conlleva la mezcla tonal como efectos que el remake a la Dublinesca produce en el lector.
Si la receta les ha parecido sugerente, no duden en probar alguna de las otras creaciones del autor.
Marguerite D.
28/04/2013
Ciudades literarias y autoburla, recuerdo «París no se acaba nunca» ¿Cuánto tiempo lleva Vila-Matas riéndose de sí mismo? ¿Ha hecho otra cosa alguna vez? Es sano que alguien lo haga, está destruyendo clichés culteranos que hacen mucho daño.
evm
29/04/2013
Muy bueno. Y divertido!
E.