Pastiche de amor, coma poético y trepanación literaria en la red

Confieso que hace poco creé un pastiche. Aquí os ofrezco, con toda la desfachatez de la que soy capaz, la génesis y el producto final:

«Estoy terriblemente enamorada. Desgajada. Muerta. “A morir, entonces”, me digo, y abro el libro de Lois Pereiro, Poesía última de amor y enfermedad, de Libros del silencio. Voy directa a “Breve encuentro”. Lo leo. Voy después a Youtube. Me chupo la película de David Lean, Brief Encounter. Lloro. Escucho el Concierto número 2 en Do menor de Rajmáninov en repeat. Caos sensitivo. Me confundo. Escucho el poema, leo la música, devoro la película. Antes de Internet seguramente me habría echado a las calles temblando, para desmayarme en la primera esquina. Me recompongo, respiro, maquino, considero la posibilidad de darle forma al caos. Ejecuto. Edito un vídeo. No contenta con eso, lo cuelgo en Youtube (tendría que haberlo titulado Pastiche primero de amor y enfermedad).»

Mi patético caso es, sin embargo, ilustrativo de lo que se encuentra en la red. Una apropiación desvergonzada y fresca de obras artísticas, que se funden y se mezclan de forma simultánea, generando una nueva obra hiperfónica y multimedia que vivifica la literatura, transformando la lectura en  performance multisensorial, repleta de miseria humana y colmada de una personal manera de vivir la literatura y de literaturizar la vida.

Youtube loves Coelho

Sin embargo, Internet puede ser también el espacio del coma poético, de la trepanación literaria. Lois Pereiro y yo somos La Nada al lado de Coelho o Neruda. Eso sí que es cosa seria. Sus seguidores también. El núcleo duro de las aberraciones del Youtube. Un verso triste más esta noche y me atravieso el pulmón izquierdo con el palo de la mopa. Pero incluso en esos casos, la intención literaria guía la infamia. La verdad, no sé qué pensar sobre eso.

Para literaturizaciones de la vida me quedo con Facebook, que además ha conseguido que el fragmento se transforme impúdica y desacomplejadamente en un nuevo género literario. Reconozco que practico la literatura de despiece con ardorosa emoción; trozos desnudos y pasmados de frío salen del libro y caen como bombas sobre mi muro, dinamitando los límites de lo literario y del recato. Mi personalidad digital es una explosión de sensiblería desatada. Para esta misión, nadie como las poetas suicidas. Ellas hacen de la náusea y la conmiseración ingredientes fundamentales para la configuración de la belleza. Y así me veo en lo digital: bella, nauseabunda, abismal e hinchada de literatura efectista. Tan hinchada estoy, que a veces hasta la creo yo misma.

Poetas suicidas

Y es que Internet cumple el nada desdeñable papel de ser puerta de baño de instituto. Por la red pululan espíritus atormentados y sufrientes, seres jocosos, activistas, perezosos, pornógrafos, imbéciles y un largo etcétera que no se acaba nunca, y todos ellos comparten, compartimos, la característica de apropiarse de fragmentos de otros, de crear y difundir expresiones que, rozando lo literario, hacen de la ideología, la guasa, la emoción o la estulticia formas poéticas de construir experiencia, formas experimentales de construir cultura. En este sentido, memes, gifs, fotografías, ilustraciones, actualizaciones de estados, twits, tumblrs o comentarios se transforman en auténticas acciones poéticas cuyo muro es el mundo entero.

Esta literatura fragmentada, excéntrica y sin autoridad, ha dado lugar a extrañas sinergias, a géneros híbridos como el feminismo poético, que mola un rato; como la aberración subpoética y patriarcal (está permitido vomitar); o como el infierno dantesco que, en un solo círculo, consigue reunir todas las abominaciones de las que el ser humano es capaz.

Sea como sea, veo en la red una palabra fuera de sí, agitada, rizomática, confusa, difusa y brutalmente viva. A veces, incluso, veo literatura. Y eso me gusta.
 

Sobre el autor
(Palma, 1976). Es licenciada en Lingüística General y en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Bailarina diletante y remasterizada en los estudios de Literatura Digital, reparte el tiempo que le queda entre la enseñanza para adultos, las redes sociales, el amor adolescente y David Foster Wallace.
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