En 1992 tiene lugar un acontecimiento histórico para el mundo del cómic, pues Art Spiegelman recibe el Premio Pulitzer por su impactante novela gráfica Maus. Este hecho supone el inicio de la verdadera toma de conciencia, por parte de la sociedad, de la relación intrínseca entre el periodismo (literario) y el cómic. La prueba de ello es la abundancia de títulos, ya casi clásicos, en los que se da esta alianza entre los dos géneros: Persépolis de Marjane Satrapi, Paracuellos de Carlos Giménez o El arte de volar de Antonio Altarriba y Kim, entre muchos otros.
No obstante, después de recibir como regalo de Navidad la novela gráfica Reportajes (2012), llevo unos días pensando en escribir sobre su autor, cuyo universo constituye un antes y un después, del mismo modo que Spiegelman, en el panorama gráfico mundial. No me refiero tanto a la calidad de los dibujos –que dan cuenta de una gran maestría–, sino a la creación de un periodismo ilustrado particular. Como algunos ya sabrán por el título del cómic, me refiero a la figura del periodista, guionista y dibujante americano-maltés Joe Sacco, que, para mí, configura, sin lugar a duda, uno de los máximos representantes de lo que se podría entender como periodismo literario trasladado al cómic.
Para comprender plenamente Reportajes es importante conocer la trayectoria literario-gráfica del autor. Anteriormente a esta publicación, tiene en su haber otros dos cómics Palestina: en la franja de Gaza y Gorazde: Zona Protegida. Ambos aportan una mirada personal y desgarradora sobre los conflictos israelíes-palestinos y bosnios a través de la contraposición de puntos de vista que sitúan a los más desfavorecidos en verdaderos protagonistas de la Historia. Esta premisa es fundamental para entender el punto de partida de la tercera entrega de Joe Sacco, pues su propósito reposa en la recuperación de la memoria histórica mediante testimonios de las víctimas de los conflictos.
Así, el autor consigue abofetear al lector, que se ve envuelto en las historias personales de cada uno de los supervivientes. Como apunta el autor en el prólogo del cómic: “Me preocupo sobre todo de aquellos cuya voz rara vez es escuchada, y no creo que sea mi responsabilidad amoldar su opinión a las bien elaboradas disculpas de los poderosos. Estos últimos suelen por lo general estar excelentemente servidos por los medios de comunicación de masas o por sus órganos de propaganda. Hay que citar a los poderosos, sí, pero para cotejar sus declaraciones con la verdad, no para ensombrecerla.”
Esta cuestión es, sin duda, la que más me interesa de Reportajes, que se presenta como una especie de collage de géneros. Como su nombre lo indica, se trata de reportajes, al más puro estilo periodístico, en los que los protagonistas toman su propia voz. No obstante, también aparece claramente relacionado con la autobiografía, ya que el autor se convierte a sí mismo en miembro integrante de la novela gráfica, al ser el encargado de hacer las preguntas y, así, de adentrarse en la vida de los otros; en otras palabras, asume su papel de reportero-entrevistador. Con ello, se favorece la aparición de un diálogo entre el propio sujeto y el otro. Un otro que se encuentra en una situación de inferioridad respecto a las reglas del juego instauradas por los gobiernos imperantes.
Sacco dice: “Ya que soy un “personaje” en mi propia obra, me concedo permiso periodístico para mostrar mi interacción con los otros. Se pueden aprender muchas cosas de esos intercambios personales, que desgraciadamente la mayoría de los periodistas tradicionales suprimen al escribir sus artículos”.
A través de Reportajes nos trasladamos a Bosnia, a Palestina, a Chechenia, a la India o a Malta. En estos lugares que, a simple vista, parecen dispares, pero que, sin embargo, comparten algunas similitudes: el sufrimiento del otro, ya sean los inmigrantes africanos que llegan a las costas maltesas, o las víctimas del genocidio bosnio o la distinción de clases indias, etc. En definitiva, Joe Sacco lleva a cabo una crítica mordaz en contra de la barbarie sufrida por los más desfavorecidos, que ahora toman la palabra para expresar su dolor más profundo y que, a menudo, es demasiado silenciado por los medios de comunicación.
Esta mezcla de géneros da cuenta de la necesidad de la dicotomía objetividad-subjetividad a la hora de crear una novela gráfica periodística. Si analizamos los componentes del cómic periodístico, se puede llegar a una serie de conclusiones que permiten subrayar la existencia de un vaso comunicante entre periodismo literario y novela gráfica. En efecto, el periodismo, digamos tradicional, invita a la creación de contenidos de carácter objetivo o, al menos, objetivado –siempre se parte de un tema concreto que suele nacer de la subjetividad, es decir, de un punto de vista, a su vez, concreto– que sirven para resumir determinados acontecimientos. En cambio, la palabra “literaria” invita a la recreación, a la subjetividad más íntima del ser humano.
En este sentido, ambos conceptos también se encuentran retratados bajo el epígrafe de novela gráfica. El cómic utiliza el soporte novelístico –curioso el uso del vocablo novela gráfica para referirse a este género en boga– que consiste en la recuperación del tiempo narrativo literario y se apoya en las ilustraciones para crear imágenes impactantes que podrían perfectamente aludir a las fotografías de los periódicos o a los documentales televisivos. Dicho de otro modo: la novela representa la parte más subjetiva de la producción mientras que los dibujos serían su contrapuesto objetivado –y no objetivo, ya que, como en el caso del periodismo, los dibujos nacen de la mirada particular del autor–.
Tanto el periodista literario como el novelista gráfico se centran en la narración de unos hechos de índole histórica, que ponen de manifiesto la importancia del trabajo de campo realizado y que nacen necesariamente de la voluntad del autor por desarrollar su punto de vista sobre el asunto. El foco de atención pasa de la generalización del periodismo tradicional a la búsqueda de detalles significativos, de personajes bien definidos que permitan ilustrar las acciones narradas. En todo momento se busca la conversión de la historia personal en una muestra subjetiva de determinados conflictos. Pero la mirada del autor no es solo una mirada que intenta recopilar las informaciones que sus ojos perciben, sino que forma parte de la historia.
Aquí se encuentra la clave del estilo de Joe Sacco, que se nutre del denominado periodismo gonzo impulsado por Hunter S. Thompson. Su mirada es doble: él mira al mundo que le rodea, a los marginados a los que entrevista y nosotros le miramos a él en su labor y, por lo tanto, en la difusión de estos contenidos aterradores. Nos conduce a través del horror de las guerras, a través de la desesperación de unos personajes reales. El periodista maltés consigue un verdadero tour de force, al crear imágenes nuevas que se alejan, por completo, de la mera banalización de los conflictos y al destapar las verdaderas metas del ser humano, escondidas bajo cada uno de ellos. Así, la novela gráfica de Sacco constituye un medio de transmisión necesario y fundamental para la conservación de la memoria de los supervivientes, vistos como portavoz de una posible paz futura.
En resumen, podríamos decir que la novela gráfica se erige como uno de los formatos, por no decir el formato, más adecuado para la expresión del periodismo literario, ya que configura una respuesta sumamente atractiva para subsanar la crisis en la que se ha visto involucrado el periodismo. Se trata de destapar algunos capítulos de la historia sobre la que todavía no se ha querido escribir, profundizar o, por lo menos, alejarse del ambiente casposo de los archivos oficiales.