Quemar la casa de los maestros: el caso Blair y The New York Times

Jayson Blair, periodista en The New York Times entre 1998 y 2003

 
Recientemente, hemos sido testigos de un escándalo mediático sin precedentes en la prensa mainstream de nuestra lengua, que pone en tela de juicio los mecanismos utilizados por los periódicos para narrar la actualidad. En el siguiente artículo, el periodista Miguel Ángel Julià nos recuerda otro escándalo mediático, que tuvo lugar hace más de una década en el medio más prestigioso de los Estados Unidos: el caso Blair. Un caso que nos permite pensar en la fragilidad de las fronteras existentes entre el periodismo y la literatura, entre lo verdadero y lo verosímil, entre crónica y ficción

Fue el domingo 11 de mayo de 2003. El periódico The New York Times, el diario de referencia global, publicó cuatro páginas pidiendo disculpas a sus lectores. El editor y propietario del medio, Arthur Sulzberger Jr., habla en una nota publicada el mismo día de “una profunda traición”.

El nombre del traidor era Jayson Blair, nacido en Columbia, Maryland, un periodista afroamericano de 27 años que ponía punto final a una fulgurante y autodestructiva carrera, que había comenzado en el verano de 1998. Blair, estudiante de periodismo, recaló en The New York Times para trabajar como becario antes de acabar la carrera. A pesar de que no había cursado el último año de sus estudios, nadie le pidió el título al año siguiente. Así fue como se integró a la redacción sin mayores obstáculos.

En su nota, Sulzberger aclara: «El reportero, Jayson Blair, de 27 años, ha engañado a los lectores y a los colegas del periódico, con textos que presuntamente enviaba de Maryland, Texas u otras estados, cuando a menudo escribía aquí mismo, en Nueva York». Más adelante, el editor enumera las faltas de Blair, quien «inventó declaraciones, urdió escenas, robó material a otros periódicos y agencias de noticias. Blair seleccionó detalles de fotografías para crear la impresión de que había estado en algún sitio o había visto a alguien, cuando en realidad nunca no lo había hecho».

Tras aquellos meses de verano de 1998, los jefes estaban contentos con él. Escribía bien y tenía plaza asegurada cuando acabara la carrera, al año siguiente. En 1999, Blair volvió al periódico presentándose como un recién graduado, a pesar de que no había cursado el último año de sus estudios. Lo contrataron inmediatamente. Estaba dentro.

El caso Blair según Blair

Jayson Blair cavó su propia tumba profesional el 26 de abril de 2003, en Los Fresnos, Texas. Su error: plagiar una entrevista publicada poco antes en The Sant Antonio Express-News y firmada por Macarena Hernández. La entrevista de Hernández se vio decorada por la prosa de Blair. Hernández entrevistó en la localidad tejana a Juanita Anguiano, cuyo hijo, el sargento Edward John Anguiano, había desaparecido en la guerra de Irak. La historia contenía todos los ingredientes para retener al lector: un soldado desaparecido en combate, una madre angustiada, y los valores estadounidenses como tamiz narrativo de fondo, todo bajo el título de «La familia espera, ahora solos, al soldado perdido».

Fue la propia Macarena Hernández quien reparó en el plagio de Blair al reconocer su propia escritura en las páginas del New York Times. Jayson Blair había seguido algo que podríamos imaginar como su rutina: recurrir a medios locales y reescribir sus materiales. Sin embargo, en Los Fresnos no le funcionó. La autora de la entrevista comunicó el fraude al director de su periódico, quien a su vez le hizo llegar la información al Washington Post –competencia de The New York Times– que evidentemente se afanó en hacer pública la «coincidencia». Se había destapado el escándalo que llevaría a la renombrada publicación neoyorquina a su «cota más baja en sus 152 años de historia», tal y como definió el caso el propietario del medio: Jayson Blair, un joven estudiante de la Universidad de Maryland, había arrastrado en su espiral de cocaína y alcohol la reputación del periódico más prestigioso del mundo.

Sulzberger prosiguió su nota, recordando que «todos los periódicos, como todos los bancos o los cuerpos de Policía, creen en sus empleados para mantener los principios centrales de la profesión; la investigación descubrió que el señor Blair había violado repetidamente el principio cardinal del periodismo, que es, simplemente, la verdad».

Los problemas de Blair con las drogas habían empezado durante su último año de carrera, y explican en parte por qué no llegó a finalizarla. Sus adicciones lo mantuvieron en Nueva York y fueron la semilla que germinó en el escándalo mediático que llevaría su nombre.

Newsweek | Mayo, 2003

Una vez revelado el fraude de la entrevista de Los Fresnos, el diario creó de forma inmediata una comisión de 20 expertos, 17 periodistas internos y 3 externos, para esclarecer el caso y determinar qué había de cierto en las piezas que había publicado hasta la fecha. Era necesario detener rápidamente la hemorragia de credibilidad que sufría el periódico y desentrañar cuánto de verdad y cuánto de ficción había en el trabajo del periodista. El veredicto: 39 artículos plagiados o inventados desde octubre de 2002 de un total de 73 publicados. Eran más de la mitad. Desde 1998, copas pagadas en bares neoyorquinos de lujo con fondos del medio; artículos que se suponían escritos como corresponsal en Maryland y Texas, redactados desde su casa de Brooklyn; familiares de víctimas del 11-S inventados y buenas e impactantes historias que habían convertido al New York Times en el libro de ficciones de Jayson Blair. Unas ficciones que nadie cuestionó.

El 1 de mayo de 2003 llegaba la dimisión del joven Blair, sin pedir disculpas. Un año más tarde, su venganza en el libro Burning Down My Masters’ House: My Life at the New York Times (2004). En él, Blair se encargó de rendir cuentas con el medio y culpar a sus antiguos jefes de racismo y de ser responsables del fraude masivo por haber publicado sus historias sin supervisarlas. Si The New York Times había quedado tocado, a Blair, a parte de su adicción a las drogas, se le diagnosticó un trastorno bipolar.

Después de la tormenta, Blair se esfumó. Trabajó en un gabinete de psicólogos llamado Ashburn Psychological Center desde 2005 en Virginia y en 2010 montó su propia consultoría de coaching personal en Centreville, en el mismo estado. El New York Times por su parte quedó afectado aunque no despidió a Gerald Boyd, su antiguo jefe y mentor. Se ponía punto final a un capítulo más de la nutrida historia de los periodistas fabuladores. Se acababan las ficciones de Blair en el New York Times, que se sucedieron durante casi un lustro, entre los años 1999 y 2003.
 


Bibliografía
BLAIR, Jayson. Burning Down My Masters’ House: My Life at the New York Times. Nueva York: New Millenium Press. (2004).

BIAGI, Shirley. Impacto de los medios: introducción a los medios masivos de comunicación. México D.F.: Internacional Thomson Ed. (2005).

O’ ROURKE, James S. The Business Comunication. Casebook: A Notre Dame Collection. Notre Dame (Indiana): University of Notre Dame. (2007).

QUESADA, Montse. Fundamentos de Periodismo especializado. Madrid: Síntesis. (1993).

 

Sobre el autor
Sant Vicenç dels Horts, 1987. Superviviente, periodista y filólogo. Siempre lo ha intentado y, a veces, lo ha conseguido. Continúa buscando, ahora en el país de los Pirineos. Interesado en las historias que se repiten.
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