La cara oculta de la Historia de España: la invisibilización de la huella morisca, sefardita y gitana (I)

Fragmento cubierta de «Pintando al converso», Editorial Cátedra, 2019

 
En Pliego Suelto iniciamos una serie de textos que reflexionan a contracorriente de la Historia oficial de España. Esta primera entrega  –escrita por nuestro colaborador Antonio Velasco Gómez– está dedicada a los dos volúmenes de Antonio Manuel Rodríguez Ramos (Almodóvar del Río, 1968): La huella morisca. El Al Ándalus que llevamos dentro  y Flamenco. Arqueología de lo jondo (Almuzara, 2010 y 2018) y su relación con la expulsión de moriscos, gitanos y sefardíes, entre los siglos XV y XVII.

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Como una vez escribió Manuel Vázquez Montalbán en Pasionaria y los siete enanitos (1997), “los luchadores y luchadoras antifranquistas de los tiempos más duros de la represión fueron, como Prometeo, quienes se jugaron hasta la vida para salir de la larga oscuridad y traer luz. Enamorados, sonámbulos, demoníacos, nómadas, suicidas, superhombres, militantes románticos que han tratado de robar la Historia a sus dueños para dársela a los hombres”.

Traer luz. Poder atisbar desde otro punto de vista aquellas versiones que la Historia oficial siempre procuró tapar. Esta serie de artículos no pretende más que aportar algunos datos sobre la importancia del trabajo que realizan algunas personas para destapar, desvelar, descubrir, denunciar, mostrar, evidenciar… qué hay detrás de las versiones oficiales de la Historia. Sucintamente. Con tan solo algunos botones de muestra.

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En la escuela franquista nos explicaron una versión de la Historia. La suya. Nos hablaron sobre Grecia, Roma y sus imperios; nos aprendimos de memoria la lista de los reyes visigodos, tras la caída del Imperio romano… y de ahí, el currículum escolar daba un salto de 780 años de oscuridad para aterrizar en la Reconquista. Más de setecientos años, trataron de robarnos. Del 711 al 1492.

Traer la luz de esos ocho siglos es una tarea ingente de la que se ocupan con honestidad algunos historiadores e historiadoras y ciertos intelectuales como Antonio Manuel Rodríguez Ramos, investigador que en La huella morisca. El Al Ándalus que llevamos dentro (2010) y Flamenco. Arqueología de lo jondo (2018), nos ilumina, recopilando evidencias, huellas, palabras y detalles de un pasado que, aunque quisieron borrar, subsiste.

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Dice Antonio Manuel que su libro La huella morisca no es una visión científica ni erudita de un episodio histórico que ocurrió hace 400 años, con la expulsión de moriscos, gitanos y sefardíes. Es la revelación de una parte clandestina y traumática de nuestro pasado, que aún mantenemos latente en el alma, en las cosas y en las costumbres, en los paisajes interiores y exteriores del alma. Una visión intuitiva de algunas evidencias que no vemos. Un por qué de lo que fuimos y seguimos siendo.

El autor de ese imprescindible trabajo nos pone un foco que desvela la construcción de una falsa identidad nacional española, basada en el rechazo a la diferencia, negando la esencia intercultural de nuestro pasado intelectual. Eso es muy evidente en la mutilación del hecho islámico, con una estrategia comparable a la esterilización social e ideológica practicada durante la última guerra civil y durante los 40 años de dictadura franquista, con la macabra conjunción Iglesia-Estado.

Aquella sinrazón acabó con la vida de muchos miles de personas de la península ibérica por ser hijos o nietos de musulmanes y judíos. Dos grandes falsedades se crearon para “justificar” el genocidio: la “invasión árabe” y la “Reconquista”. El terror inquisitorial convirtió en “verdad” esas falacias.

La construcción de la falsa identidad nacional y el burdo intento de justificación del genocidio perpetrado, han convertido España en un enfermo mental con un insufrible complejo de personalidad.

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En el libro Flamenco, arqueología de lo jondo, el autor nos desvela que la palabra ‘flamenco’ proviene del árabe andalusí, falah mankub. Falah significa ‘campesino’. Mankub significa ‘persona a la que le han quitado todo’, su manera de vestirse, su lengua, su religión… “Una persona marginada, excluida, rechazada, apestada, mancillada, maldita, nadie. Eso en árabe se dice mankub.

Antonio Manuel Rodríguez continúa diciendo que “llama la atención que la misma palabra designe a la persona afligida, desesperada, abatida. Mankub es la causa del dolor y el daño que provoca. Y si se deconstruye en lexemas, “man” es ‘hombre’ y “kub” ‘desahuciado’, ‘echado’. Como el morisco. La judía. El gitano. La negra. El Jornalero. Y su sagrado cante”.

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“Ellos” seguimos siendo nosotros. Para evitar la expulsión o la hoguera, operó el disimulo. Así, dice el autor que:

“Unos pocos pudieron comprar cartas de limpieza de sangre para acreditar su condición de ‘castellano viejo’, pero a la mayoría no le quedó más remedio que abjurar de su religión, de sus ropas, de sus costumbres, tomar el bautismo, cambiar de nombre y aprender a hablar en ‘cristiano’. Y a pesar de la trascendencia de la renuncia, íntima y notoria a la vez, a los judíos conversos se les denominó despectivamente marranos. Y a los musulmanes, moriscos. No eran de fiar. Puertas afuera comían cerdo y bebían vino para no levantar sospecha y esquivar de esta manera las hogueras de la Santa Inquisición. Pero de puertas adentro, ¿quién asegura que no seguían rezando a sus dioses herejes en su lengua de herejes?”.

Otros muchos judíos y musulmanes andalusíes prefirieron cambiar de tierra antes que cambiar de Dios.

¿Recordáis aquella canción de nuestra infancia?: ¿Dónde están las llaves, matarile, rile, rile? (…) En el fondo del mar, matarile, rile- rón… La aparente inocencia de esa canción se pierde cuando se descubre su significado oculto. En el fondo del mar, ahí están las llaves de muchos de aquellos judíos y musulmanes que se vieron obligados a dejar sus casas. Pero se llevaron las llaves, con la esperanza de poder regresar algún día.

En Salónica, Grecia, he podido comprobar –como ocurre en otros puntos de países mediterráneos– que todavía hoy se habla el sefardí andalusí. Son los descendientes de nuestros antepasados desterrados. Muchos no llegaron a tierra firme, como ocurre actualmente con los migrantes que huyen de guerras, dictaduras y miserias. Junto a ellos se hundieron también sus llaves. En el fondo del mar, matarile, rile-rón.

Los que optaron por quedarse, “los marginados, las perseguidas, los estigmatizados, las faeneras, los jornaleros, las cigarreras, no perdieron las llaves porque se negaron a perder su dignidad. Les quitaron sus casas, sus tierras, su dinero. Aceptaron vivir en chozas y cuevas. Cambiaron sus sedas por harapos. Sus nombres. Sus Dioses. Su lengua. Pero no perdieron la memoria. Y el inmenso dolor de la nostalgia se metabolizó en un grito desgarrador que conmueve los cimientos del alma. Se hizo Flamenco.”, manifiesta el autor.

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La huella morisca. El Al Ándalus que llevamos dentro y Flamenco. Arqueología de lo jondo. Dos obras de Antonio Manuel, profesor, jurista, escritor, músico y activista social. Dos faros que desvelan parte de la historia clandestina de la Península que el pueblo resguardó en sus cantes, músicas y bailes.

Dos obras que nos hablan de que “ellos” somos nosotros, desvelándonos con rigor y belleza poética que los mecanismos psicológicos de resistencia de los moriscos que se quedaron, dieron al traste con el intento de eliminar la diferencia.

 


Nota de redacción. Algunos libros relacionados con el presente artículo:

Martinete del Rey Sombra, de Raúl Quinto. (Jekyll & Jill, 2023)
Historia del Pueblo Gitano en España, de David Martín Sánchez. (Ed. Catarata, 2022).
La luz que fuimos. Rebelión en Córdoba (novela histórica), de Antonio Manuel. (Ed. Almuzara, 2022).
Pintando al converso. La imagen del morisco en la Península Ibérica (1492-1614), de Borja Franco Llopis / Francisco J. Moreno Díaz. (Ed. Cátedra, 2019)
Flamenco. Arqueología de lo jondo, de Antonio Manuel. (Ed. Almuzara, 2018).
La huella morisca. El Ándalus que llevamos dentro, de Antonio Manuel. (Ed. Almuzara, 2010).
La llave sefardí, novela de Pepe Mel. (Ed. Almuzara, 2018).
Los judíos y España después de la expulsión. Desde 1492 hasta nuestros días, de Isidro González. (Ed. Almuzara, 2014).

Sobre el autor
Escritor, maestro, educador social y activista en diversas causas solidarias, entre ellas, ha colaborado en organizaciones de ayuda humanitaria a refugiados de la guerra en Siria. Autor de «Hotel rejas» (2022); «El Ruina y otros relatos» (2022); «Demuestre que está viva» (2024), en Ediciones Carena. www.antoniovelasco.net
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