La escritora y antropóloga Keila Vall de la Ville (Caracas, 1974) nos explica las aristas principales de su libro Minerva (Pre-Textos, 2023), su primera novela editada en España, donde fluyen escenarios de Nueva York y personajes inmersos en las fronteras políticas y culturales, el cosmopolitismo, la diversidad de género, la solidaridad, la ayuda mutua y los afectos entre inmigrantes.
Minerva cuenta la historia de una chica que busca libertad política, expansión creativa, apertura, y que, nacida en el seno de una familia poliamorosa y de sexualidad fluida conformada por una madre, diseñadora de modas, y dos padres, un antiguo convicto de la dictadura franquista y un director de arte para teatro, ha sido criada en un país pacato, periférico y dividido.
Es bailarina de ballet desde chica, y debe aprender desde temprano a luchar contra los prejuicios, a explorar límites y enfrentar fronteras. Es desde estas disposiciones que explora su propia identidad e intenta descubrir un gran secreto familiar.
Cuando el autoritarismo patriarcal de la Venezuela de principios del siglo XXI la pone en peligro, Minerva ha de exiliarse y termina sola en Nueva York, donde continúa bailando mientras, para redondear su economía y subsistencia, trabaja posando desnuda como modelo para artistas.
Aquel secreto queda pendiente. Ahora se mueve en un mundo de inmigrantes que le da la oportunidad de identificarse y también diferenciarse en la diversidad de una manera inédita. Baila hasta doblarse los tobillos, trabaja en lo que puede, se enamora y hace amigos entrañables. Trae con ella la nostalgia por el amor familiar dejado atrás y a la vez no se detiene: siempre cae de pie, eso se dice. Vive una aventura con su luz y su infortunio y su posibilidad.
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Esta novela nació de mi preocupación e interés por la relación entre los centros y las periferias, es algo que me ha interesado desde siempre. Me formé como antropóloga, he trabajado con fotografías, escalado rocas, soy yogini y, claro, escritora, y cada una de estas experiencias me ha enseñado a su manera que solo observas lo que hay saliéndote, mirando desde fuera, aunque nunca estés del todo desconectada de eso que ves.
Provengo de un país violentado que se volvió violento, que expulsa a los disidentes. Soy inmigrante en los Estados Unidos, esa es otra periferia, vivo entre culturas e idiomas, traduzco a otros y me traduzco continuamente, New York es mi casa. Por el lado de mi primer padre soy nieta de inmigrantes catalanes que se conocieron como refugiados en París y llegaron a Venezuela luego de la Segunda Guerra. Mis abuelos maternos eran venezolanos del interior y, por cosas de la vida, también inmigrantes judíos originarios de Polonia.
Mi abuela y mi bisabuela venezolanas eran costureras, me hacían la ropa, mi tío abuelo era un diseñador de moda abiertamente gay, establecido en New York, y nos visitaba por temporadas. Su léxico, sentido del humor y preferencias gastronómicas delataba una procedencia provinciana del temprano siglo veinte, mientras su estilo de vida extrovertido y su estética lo enmarcaban en el contexto neoyorquino.
Una vez en Caracas, mi tío abuelo estableció un taller de alta costura en la sala comedor. Maniquíes, máquinas de coser y costureras ocupaban aquel salón, que pronto se volvió glamoroso, y definían la dinámica de la familia durante meses. Yo lo seguía a todos lados, tan es así que mi primer trabajo oficial consistió en pegar plumas, canutillos y lentejuelas a corsets, vestidos y telas de tul.
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Minerva nació de todas estas referencias. Como lectora y autora me gustan las historias pequeñas, los personajes que salen de la norma, que buscando ser tropiezan pero también generan un espacio para sí y para otros en circunstancias análogas.
Me importa la belleza y siento que los humanos la perseguimos a toda costa, con referencias culturales y prioridades distintas: lo que consideramos bello lo perseguimos con devoción tal como necesitamos calidez para mantenernos en pie.
Hoy en día es más importante que nunca conectar con esas búsquedas y encontrar puntos de comunión en la diferencia. Ha sido para mí muy importante escribir esta segunda novela porque me ha dado la oportunidad de trabajar una mirada a la otredad a partir de elementos como el cosmopolitismo, la diversidad de género, las fronteras políticas y culturales, pero también la ternura, la resistencia y la solidaridad.
Es algo que, en un contexto absolutamente distinto, me planteé en la novela Los días animales (2016), y, recientemente, en mi segundo libro de cuentos Enero es el mes más largo (2021) y el de crónicas inmigrantes El día en que corre Lola corre dejó sin aire a Murakami. (2022). Además, a la luz de la escritura de mi tercera novela, ahora casi lista, siento que estará bien acompañada.
Estoy muy contenta de ver nacer Minerva en España, pues es para mí también un paso natural volver a mis raíces así como acercarme a un país cuya cultura literaria me ha marcado y con el que espero tener una interesantísima interlocución. Si no es para hacerse preguntas, cuestionar el mundo y hacerse compañía, para qué escribir.
Minerva busca ser una historia de amor en todo el sentido de la palabra. Y espero que les guste.