Tomando como puntos de referencia Crítica y ficción, de Ricardo Piglia, y Ébano, de Ryszard Kapuściński, nuestra colaboradora Dolors Fernández Guerrero reflexiona en el siguiente artículo sobre los elementos comunicativos y estéticos del género de la entrevista, en relación con el periodismo y la literatura.
Una entrevista representa siempre un diálogo condicionado con el “otro”. A grandes rasgos, los requisitos vendrán determinados por los interlocutores, los temas tratados y, en última instancia, por sus motivaciones. La difusión, como propósito implícito, llegará cuando vea la luz y se presente al público. La mera dualidad quedará trascendida a través de una forma específica de comunicación, que se amplifica y multiplica con cada lector.
Nada hay de fortuito en el formato de la entrevista, uno de los géneros periodísticos más celebrado. Su éxito radica en su eficacia comunicativa. Los roles que entrevistador y entrevistado asumen propician el diálogo, lo centran en los temas de máximo interés, lo humanizan y lo enriquecen. La cercanía y la intimidad a las que el público tiene acceso convierten la entrevista en un espacio privilegiado con sentido propio.
Un dato que a nadie pasa desapercibido es que al entrevistar al “otro” se le inviste de autoridad y eso mismo, por extensión, resignifica el diálogo. Lo potencia y lo dignifica al vincularlo con un espacio de confianza y complicidad entre los dos agentes implicados, entrevistador y entrevistado.
Pero hay algo más. A menudo, un aliento autobiográfico y testimonial imbrica sinceramente a ambos interlocutores, en la voluntad de crear espacios comunes compartidos y así ahondar en los temas, profundizar en los relieves de cada biografía, en cada hito, en cada logro personal. Autenticidad y verosimilitud son valores indispensables en el género de la entrevista.
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Para Ricardo Piglia la búsqueda de la otredad es fundamental en literatura y de ahí infiere que la entrevista es un género híbrido. Lo reivindica como tal. Por ello, afirmará:
La literatura tiende a borrar al otro, es un esfuerzo por abstraerse del interlocutor, mientras que la conversación, lo dialógico, retoma su búsqueda. [Ricardo Piglia, Crítica y ficción]
Vista así, la entrevista va mucho más allá de una mera charla pautada. El entrevistador se convierte en un moderador que inquiere, matiza, soslaya y/o dirige los derroteros del diálogo. En sus atribuciones puede incluso decidir el tono: formal, amistoso, incluso confidencial.
Es en alguno de esos momentos cuando la entrevista puede llegar a convertirse en un género literario, desgajado del periodismo. Percibiremos entonces que hay un hilo conductor en las ilocuciones, un propósito estilístico en las acotaciones del entrevistador, más allá de contextualizar el momento.
En definitiva, advertiremos que en esa cuidada escenografía, tan poco casual como subjetiva, los interlocutores quedan acomodados a una dimensión más literaria que real.
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Del mismo modo que el estilo periodístico ha invadido el lenguaje literario y su modo imperioso de abordar los argumentos, la ficción literaria se ha introducido sibilinamente en géneros propios del periodismo, como son la entrevista o la crónica. Tal es el caso del magnífico conjunto de artículos periodísticos, realizado a lo largo de los años por Ryszard Kapuściński.
Pese a todo y retomando a Piglia, no se puede afirmar que toda entrevista pertenezca, ni mucho menos, al género de ficción. Eso sería una distorsión flagrante de su valor funcional, de su propósito predominante, pero sí me gustaría hacer constar el prurito literario que a menudo emerge en las entrevistas más memorables. En ellas hay un afán que no pasa inadvertido por estilizar ideas y pensamientos, por revertir puntualmente el canon de la entrevista y saltar a la otra orilla de la realidad.
Esa búsqueda de la otredad deviene imprescindible en un mundo cada vez más globalizado e intercomunicado, en un siglo XXI aquejado paradójicamente de la peor de las sorderas, la que impide que nos percatemos de lo que a nuestro alrededor acontece, aunque los totalitarismos −pito pito colorito− se dediquen a jugar al escondite en nuestra red de redes.