Tras su colección de relatos, Pajarito (2015), Claudia Ulloa Donoso (Lima, 1979) vuelva a la carga con su debut en la novela a través de Yo maté a un perro en Rumanía (Almadia, 2022). Charlamos con la autora peruana, residente en Noruega, sobre las diversas aristas del libro, basado en el viaje a Rumanía de una profesora de idiomas con su alumno, y donde confluyen las impresiones del periplo, el poder de la palabra, el maltrato animal, el aislamiento lingüístico, los procesos migratorios, la depresión y la salud mental. Ulloa Donoso fue incluida en 2017 en la lista Bogotá 39 (“los 39 mejores escritores de ficción de América Latina menores de 40 años”). Asimismo, ha publicado otros títulos del género cuentístico: El pez que aprendió a caminar (Estruendomudo, 2013) y Séptima Madrugada.(Estruendomudo, 2007).
Con Yo maté a un perro en Rumanía te inicias en un nuevo género. ¿Cómo se dio este paso del cuento a la novela?
Fue muy espontáneo. Al principio yo quería escribir sobre un viaje que hice a Rumanía en el 2016. Fue un viaje corto, pero tuve muchas impresiones, la gente, las palabras y la imagen de los perros sin dueño que estaban por todos lados.
No tenía muy en claro qué iba a escribir, pero empecé la historia. Empecé a escribir sin tener muy en claro qué iba a escribir (si un cuento, o quizás un cuento largo). La historia se fue expandiendo poco a poco.
Cuando hablamos acerca de Pajarito, comentaste que el punto de partida de tus textos suele ser una imagen. ¿Cuál fue el de esta historia?
En este caso fueron las impresiones del viaje, como menciono arriba, sobre todo la imagen de los perros abandonados; pero también tuve muy en claro el título (esa era la imagen) aunque no sabía bien cómo iba a llevar la historia.
Vuelve a estar muy presente la idea de las lenguas como vehículos que pueden llevar al aislamiento y al entendimiento, pero también pueden convocar la imaginación o el hastío. ¿Cuáles son los poderes de las palabras?
Siempre recuerdo las clases de religión, o quizás de la misma liturgia (fui a misa desde que tengo memoria y me obligaron a ir a misa durante toda mi adolescencia), donde se menciona la palabra “palabra”. “Una palabra tuya bastará para sanarme”, decía el cura, y yo me preguntaba: “¿Qué palabra será esa que hay que decir para sanarse?”. También el inicio del evangelio de San Juan: “En el principio solo existía la palabra”.
Me imagino que ya desde muy chica tenía (inconscientemente) esta idea de que la palabra era algo poderoso y hasta sagrado. De ahí, desde el aislamiento (la oración) o el pensamiento (que no es otra cosa que el diálogo con uno mismo), desde ahí también se construye al otro y al mundo, el real o el imaginario.
No sé si las palabras lleven al hastío, pero quizás sí al adormecimiento; como el de las letanías o los mantras. Pero todo esto tiene que ver más con la intención, como cuando se usa alguna canción o algún sonido repetitivo no solo para purificar o elevar, sino para torturar.
La novela parece abrirse por el final, invitando al lector a volver a empezar para entender mejor el significado de las palabras. ¿Cómo se dio esta estructura?
Bueno, el inicio de la novela, el perro que habla…, este texto surgió casi al final del proceso, o por lo menos cuando ya tenía claro el final. No sabía dónde iba a entrar este perrito que hablaba, pero de lo único que estuve segura fue de que ese texto, esa voz del perro, tenía que estar.
Yo habría querido escribir una historia desde el punto de vista del perro, con la voz del perro. Lo intenté pero sentí que estaba forzando el texto y dejé esa idea, y continué escribiendo teniendo en mente que la estructura se iría dando sobre la marcha o, en todo caso, yo podía armar o estructurar el texto (o los textos) una vez ya terminados.
En gran medida la voz la asume la protagonista. Sin embargo, también aparecen las voces de Ovidiu/Mihail y del perro. Tres narradores muy distintos que cuestionan lo que está ocurriendo. ¿Cómo las fuiste encajando en la novela?
Es más o menos como lo que te contaba antes con la cuestión de la estructura. Fue espontáneo, o en todo caso no me preocupé de estructurarlo, solo de escribirlo.
La voz de Mihai/Ovidiu fue algo que llegó con mucha claridad y yo solo tomé nota, digamos. Escribí su voz sin pensar demasiado en el lugar que ocuparía en el relato.
¿Cómo surge la idea del título Yo maté a un perro en Rumanía?
El título y las imágenes del viaje fueron el inicio. También por esa época sucedió que muchos noruegos iban a Rumanía a salvar a perritos callejeros. Hubo mucho ruido acerca de este acontecimiento. Lo triste era que por razones sanitarias, plagas y esas cosas los perros rescatados no podían entrar a Noruega y los tenían que eutanasiar, matar.
Me preguntaba que si yo fuera un perro, cómo me sentaría que alguien me recoja de la miseria y sentir la esperanza de un hogar, pero luego llegar de todas formas a la muerte. Si moría en Rumanía en la calle o quizás podría sobrevivir en condiciones miserables (o no) o cómo sería esa vida, o como sería la vida de estos animales rescatados si los hubiesen dejado entrar al país (Noruega) con sus rescatistas. También sumó mi experiencia de haber trabajado por un tiempo en una veterinaria.
No sabía bien cómo iba a estructurar la historia o de qué iba a tratar; porque entonces, claramente, las imágenes de ese viaje se habían vuelto lejanas y difusas, ya no eran impresiones; sin embargo el título permaneció. En algún momento, ya hacia el final del proceso, tuve dudas del título porque sé que es una frase brutal y hasta desagradable. Me preguntaba si yo, como lectora, amante de los animales (todos) y teniendo un gato: ¿cómo reaccionaría ante un título como “Yo maté a un gato en Estambul”?
No sé si me acercaría a un libro con ese título, quizás hasta me daría mucha molestia ver un libro así en una librería y no sé si me gustaría leer algo así, pero esa historia había nacido a partir de ese título y cambiarlo sería una especie de traición o engaño a mí misma y al texto. Procuré mantener esa fe y libertad desde la que suelo escribir.
También pensé que cuestionarse, como me cuestionaba yo con el título era bueno, entonces había que dejar ese título que cuestionaba. Y es que creo que es necesario cuestionarse, ahora más que nunca, cuestionarse cuando nos aproximamos a algo, pensar: por qué yo me acercaría a un libro con este título (o no).
Además de la muerte, están muy presentes la depresión y los fármacos para paliarla, pero también el alcohol como forma de escape. ¿Qué te llevó a interesarte por la depresión y, por extensión, por la salud mental?
No fue un asunto de interés o preferencia por un tema. Yo he pasado por depresiones, conozco gente cercana que ha pasado por ello y es algo que está ahí, convivimos con ello, es una enfermedad que nos afecta.
Escribí la historia y allí estaba la depresión, como también pudo estar (en otra historia) un virus o un cáncer.
Después de esta primera experiencia con la novela, ¿te interesa seguir indagando en el género?
Por ahora no lo sé.
Gracias, Claudia…
Gracias a ustedes.