Diego Sánchez Aguilar: “Factbook ahonda en la sensación de impotencia y derrumbe que hemos vivido los últimos años”

Fragmento cubierta «Factbook: El libro de los hechos», Diego Sánchez Aguilar

 
En la siguiente entrevista Diego Sánchez Aguilar (Cartagena, 1974) nos introduce en la atmósfera distópica de Factbook: El libro de los hechos (Candaya), una novela que gira en torno a una red social de un país en plena crisis económica que justifica la corrupción y todos los recortes en sanidad, educación y servicios sociales. Sánchez Aguilar ha escrito el volumen de relatos Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino (Balduque, 2016) y los poemarios Las célebres órdenes de la noche (Ediciones La Palma, 2016) y Diario de las bestias blancas (Editum, 2008). Es autor, asimismo, de Poesía vertical (2012)., edición crítica de la obra de Roberto Juarroz para Cátedra.

[Leer un fragmento de Factbook]

Publicas tu primera novela, Factbook: El libro de los hechos, después de haber cultivado la poesía y el cuento. ¿Qué te llevó a embarcarte en este proyecto narrativo?

Es el diseño o la «visión» inicial lo que me demanda el género. Así como algunas ideas me piden un libro de poemas o uno de relatos, aquí fue una idea muy ambiciosa –la de intentar generar un retrato de la esquizofrenia social, la culpa, la impotencia y muchas más cosas que había estado viviendo y observando– lo que me empujó de forma natural a la novela.

El libro se ha definido como distópico por la aparición de varios elementos fantásticos, pero, como apunta Llucia Ramis, parece más una realidad aumentada. ¿En qué medida crees que estamos viviendo en una distopía?

Diego Sánchez Aguilar, escritor

Los elementos fantásticos tienen una función distanciadora, de extrañamiento. Quería que el lector no asumiera de forma inmediata e irreflexiva que le estaba describiendo la realidad. Es decir, quería huir del realismo tradicional.

La clínica de criogenización, los grupos terroristas, las sectas, las leyes y sucesos inventados juegan con el género de la distopía, pero la intención última era que el lector hiciera un viaje de ida y vuelta: que se alejara de su realidad, para que, desde esa distancia que permite ver mejor las cosas, a través del mundo falsamente distópico y esquizofrénico de mi novela, sacara conclusiones sobre su propia realidad, sobre el presente y sobre el pasado reciente de España y de Europa.

Una distopía «ortodoxa» (si es que existe tal cosa) mira hacia el futuro, funciona como advertencia. Factbook mira hacia el presente y el pasado, funciona como análisis.

La idea inicial de plantear así la novela proviene de una sensación que he tenido cada vez con mayor fuerza desde 2008: que hay un ataque perfectamente coordinado para acabar con el concepto de democracia social; que estamos sufriendo una lucha de clases en el sentido inverso al marxista; que ideas que antes se consideraban más o menos «sagradas» como la sanidad pública, la educación pública, los servicios sociales, la libertad de prensa, la libertad de expresión y de protesta, los derechos laborales… están puestas en duda.

Se ha ido construyendo un nuevo relato social que margina todas esas ideas a la extrema izquierda. El proceso ha sido lo suficientemente rápido, especialmente a raíz de la llamada «crisis» de 2008, como para que tuviera esa sensación distópica, de ver cómo una realidad inimaginable se construía ante mis ojos.

Factbook se concibe como una antítesis del invento de Zuckerberg porque uno no se apunta, es invitado, no hay posibilidad de compartir imágenes, sino solo textos en los que “se vomitan” una serie de hechos y datos concretos. ¿Necesitamos un Factbook en nuestras vidas?

Facebook, 2004-2020

Creo que necesitamos un Factbook en el que seamos sinceros con nosotros mismos e intentemos entender, o al menos aceptar, la esquizofrenia capitalista en que vivimos.

En las redes sociales tratamos de mostrar o fingir que nuestra vida se acerca lo más posible a una imagen que se nos impone diariamente en el discurso publicitario y en los relatos de masas: felicidad, familia, amigos, risas, cervezas, fiestas, conciertos, «experiencias inolvidables». Al mismo tiempo que se nos empuja a hacernos creer que somos así (y que, si no lo somos, debemos intentarlo), se nos están negando los derechos sociales, laborales, y el horizonte vital que nos permitiría cierta idea de felicidad.

Asumimos la imagen aspiracional, pero también se nos intenta hacer creer que si no lo conseguimos es culpa nuestra, y por eso mentimos en redes, para maquillar nuestra imagen.

Una red como «Factbook» permitiría ser sinceros con nosotros mismos: fijarnos en lo que hacemos de verdad, no en lo que creemos que hacemos, y contarlo públicamente sería algo revolucionario, demoledor.

Los tres personajes transitan por diferentes momentos históricos que componen una suerte de “historia de la crisis”. ¿Te sientes cómodo con esta denominación de “historia de la crisis”?

No estoy cómodo con lo de «historia de la crisis». Ni con la palabra «crisis». Ni con la idea de «historia». De hecho, por eso recurrí a la ficción y no a la narración realista. El libro no pretende ser una historia de la crisis de 2008: no ha habido un proceso de documentación, sino un proceso extremadamente literario de imaginación y de lenguaje.

Lo que he intentado ha sido, a través de la distorsión ficcional y el trabajo con el lenguaje de unos personajes, profundizar en la sensación de impotencia, de derrota, de resignación, de desesperanza y de derrumbe que hemos vivido estos últimos años.

Editorial Candaya

Si usamos «crisis» en la acepción que le dan los economistas, mi novela no tiene nada que ver con la «crisis». Si entendemos «crisis» como el proceso de cambio que he explicado antes, por el cual un modelo social o, mejor dicho, un relato de lo que es la sociedad, está siendo cambiado ante nuestras narices sin que podamos hacer nada, entonces estamos un poco más cerca de lo que pretendía contar. Y no se trata tanto de «causas» como de «hechos».

Es decir, todos recordamos que, tras descubrirse la estafa de las hipotecas subprime, los políticos se lanzaron a hablar de «refundar el capitalismo», de «controlar a los mercados». Esas palabras duraron una semana.

Los hechos que han estado sucediendo desde entonces han ido todos encaminados en la dirección contraria: más libertad para los mercados, menos control político. Se cambió la Constitución (que se considera «sagrada») precisamente para poner a los mercados en primer lugar, por delante de cualquier interés social.

Los hechos han sido: menos derechos laborales y sociales, y un aumento nunca visto de la desigualdad. Hoy día, las empresas y sus directivas son inmensamente más ricos que antes de la estafa de las subprime. Los trabajadores, en cambio, somos cada vez más pobres y tenemos, además, que agradecer cualquier trabajo «basura».

Esos son los hechos. Y sí, hay responsables, con nombres y apellidos: no es un fenómeno atmosférico. La novela no cuenta estos hechos, sino cómo reaccionan unos personajes ante ellos.

Uno de los puntos históricos clave de la novela es el 15-M. ¿Cómo valoras el movimiento? ¿Crees que todo fue una ilusión?

Es muy interesante que digas «ilusión», como sinónimo de «ficción».

Mark Fisher, 2009

Yo creo que el 15-M fue, esencialmente, un movimiento conservador. Fue una reacción espontánea por la cual la gente sintió, de forma más o menos consciente, la gravedad y profundidad de ese cambio en el discurso y en el horizonte social: tras la estafa financiera, cuando se empezó a aplicar de forma efectiva el relato del «sacrificio».

La gente se dio cuenta entonces de que no era solamente una cuestión económica circunstancial lo que estaba en juego, sino que se percibía que se estaba empezando a cambiar hacia un modelo social en el que los gobiernos y las personas perdían toda capacidad frente a «los mercados», que eran quienes estaban gobernando Europa a su completo antojo, imponiendo leyes, recortes, despidos…

Creo que fue conservador porque fue un grito desesperado por aferrarnos a la vieja utopía ilustrada que ha sostenido (aunque solo como relato y como horizonte, pero eso es importante) las democracias europeas: libertad, igualdad, separación de poderes, gobiernos elegidos para defender el bien común que deben controlar y legislar.

Cierto que esa utopía nunca se ha realizado efectivamente, pero sí era un horizonte y una ley «consagrada» en constituciones, declaraciones de derechos humanos, etc. La sociedad, de forma transversal, más allá de partidos políticos, reaccionó al ver atacado ese horizonte social.

Y, en esa reacción, es cuando viene la «ilusión»: mucha gente creyó que se podía realizar esa utopía, que siempre fue un horizonte. Frente al ataque coordinado de unos políticos corruptos y una élite financiera movida por la codicia extrema, la gente, movida por un olvidado espíritu colectivo de lucha y de justicia, sintió esa «ilusión» (en los dos sentidos del término) de que el horizonte estaba cerca: que se podía conseguir no solo frenar la ofensiva financiera, sino realizar por fin la utopía social.

Gee Vaucher, 1983

La novela, en cambio, se sitúa en un momento en que del 15-M no queda nada, solo un recuerdo en Rosa. La novela se sitúa en un territorio conquistado, en una sociedad en que, como quería Margaret Thatcher, la economía ha sido no el fin, sino el medio para «conquistar los corazones» de la gente.

Por eso, por haber triunfado de forma definitiva el relato liberal, por ser ahora «sentido común» que cada uno se pague su sanidad, su educación, su jubilación, y que el que no pueda, que se apañe y no moleste, es por lo que creo que, como en la novela, debe suceder un «acontecimiento», algo que haga aparecer un nuevo horizonte, que ahora mismo está cerrado. Lo que es más difícil es hablar de «esperanza», porque los «acontecimientos», como el que sucede en la novela, suelen ser terribles.

Los personajes expresan impotencia. Tenemos a Rosa, que firma peticiones en change.org, a Gustavo que se evade con las drogas y a la tercera voz, que es anónima, y de algún modo justifica la red social Factbook. ¿Es una manera de ampliar el prisma para mostrar que todos somos culpables de lo que sucede?

La novela se mueve en dos direcciones: una es la intimista, la más importante, la que transcurre en los monólogos de Rosa y Gustavo. En estos personajes, pero especialmente en Gustavo, con el elemento fáustico que lo define, predomina la idea de la culpa individual, aquella que, como dices, nos hace culpables a todos por pertenecer al sistema y ser incapaces de plantear alternativas.

La otra dirección, la que desarrolla una ficción apocalíptica y una red social clandestina, se mueve más hacia la idea de la culpa como responsabilidad concreta, como deseo de justicia: intenta desmontar el relato de la crisis como catástrofe natural, y de los recortes como consecuencia inevitable. Intenta apuntar a la culpa concreta de la gente con nombres, apellidos y muchos intereses que ha propuesto y ejecutado esas medidas que tanta muerte y pobreza han generado.

Diego Sánchez Aguilar, escritor

Pones en boca de Rosa: “Las ficciones basadas en personaje eran algo trasnochado, decimonónico, que había que construir una narrativa que llevara lo humano más allá de la psicología básica, esquemática y previsible […]. Una ficción donde desaparezca el hombre como individuo. Una historia de gente.” ¿Estás de acuerdo?

Sí, en cierto modo. No obstante, son las palabras de un personaje en una situación muy concreta y pretenden ser fieles a la idea del mundo que caracteriza a dicho personaje. Rosa considera que la psicología que caracterizó a la novela decimonónica, y que triunfa hoy día en el cine y en las series de éxito, es en cierto modo una expresión de un egoísmo que pone en primer lugar las pequeñas miserias y preocupaciones de la burguesía (amorosas, laborales, vitales) y que hace olvidar, por lo tanto, la idea de comunidad.

Ella piensa, como los anónimos posteadores de Factbook, que ha llegado el momento de dejar de esforzarnos tanto en cultivar lo que nos hace diferentes, originales, únicos, especiales, para empezar a fijarnos en lo que nos une a todos los demás.

En el discurso de Rosa, la ficción psicológica que omite los elementos sociales, históricos, económicos para hablar de «almas únicas y especiales» es algo que hay que superar. Por eso ella propone que el personaje sea «gente»: algo sin nombre, una masa, una unidad de individuos que comparten, que no quieren diferenciarse.

Estoy de acuerdo en que esa idea de «alma» ha sido explotada por el discurso político, de entretenimiento y político para propiciar el egoísmo y desactivar la idea de colectividad y de lucha.

Pero eso no significa que no crea en una novela de personajes, pues Factbook lo es.
 

Sobre el autor
(Salon de Provence, 1986). Aunque nacida en Francia, España es, sin lugar a dudas, su país de adopción. De hecho, se especializó en literatura española y, concretamente, cursa un doctorado sobre dramaturgia contemporánea. Es co-directora de la Revista de Investigación Teatral Anagnórisis. Y, a pesar de la crisis, también co-dirige la Editorial Anagnórisis, sello digital especializado en teatro y estudios humanísticos.
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