En el marco de la serie Apuntes sobre la coronacrisis, Mercedes Fisteus (Villablino, León, 1995) nos expresa su preocupación sobre la actual coyuntura y sus posibles repercusiones, estableciendo vasos comunicantes con los juicios a las brujas de Salem, tema central de su opera prima Dentro de dos años (Algaida, 2019), XXIV Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla.
Cuando a mi madre le tocó ir al hospital a limpiar y se descubrió que ya contábamos con positivos en el pueblo, me dijo esta frase: “Todo era empezar”. Los contagiados aumentaron exponencialmente y entonces me di cuenta de que ella tenía razón.
Siento que su expresión puede resumir gran parte de lo sucedido hasta ahora. Por muchas señales que nos enviaran (bíblicas, advertencias de expertos, las noticias que provenían de China…), no nos lo creímos hasta que lo tuvimos delante, como suele pasar. Y ahora nos toca adaptarnos, lo que también viene siendo costumbre.
Una pandemia global en pleno siglo XXI y con una sociedad como la nuestra solo podía evolucionar así: con un rollo de papel higiénico como símbolo, memes inundando ese salvavidas pinchado llamado Internet y un Boris Johnson en la UCI.
Un virus que comienza, supuestamente, con un murciélago cocido y termina con un pájaro cantando libre, sin el ruido de la ciudad silenciándole.
Entre medias, algún marinero nos da consejos para afrontar mejor el confinamiento, la soledad, mientras que los mineros de mi valle recuerdan lo que significaba llevar máscaras durante jornadas de trabajo eternas y extenuantes.
Siento que los escritores no podemos menos que ir documentando este hecho histórico, pero no podría yo hacerlo en este artículo. Por tanto, me guiaré una vez más por mi padre creativo, Arthur Miller, para establecer un paralelismo entre la situación actual y la que se produjo durante la cacería de brujas en Salem… porque la Historia siempre se repite.
Tal y como sucedió entonces, el mal se perfila por la acción del hombre. Nos ha entrado la histeria desde el minuto cero, rehuyendo a la población china, incluso con ataques racistas, pensando que podríamos anular los efectos de la globalización con cuatro insultos bien dichos.
Pero el mal llegó a cada rincón, a cada pueblo. Y en cada sitio nos convertimos en aquellas niñas que apuntaban con el dedo a cualquier vecino susceptible de brujería:
-¿Quién ha traído el virus?
-¡Ha sido Pepito, que vino el otro día de Madrid!
Pero no contentos con eso, ahora también tenemos a los ya llamados “policías de balcón”, aquellos que te gritan e incluso te tiran cosas si te ven fuera.
No puedo evitar recordar a la familia Putnam, la que aprovechó la cobertura de los juicios de Salem para deshacerse de muchos de sus enemigos. Cuando escucho al vicegobernador de Texas (Dan Patrick) decir que los ancianos infectados deben sacrificarse por las nuevas generaciones, pienso que debe ser un descendiente de aquellos. Porque se ve que para algunos, los ancianos son algo de lo que podemos librarnos, ya que estamos.
Al final Verbouc, el Diablo en Dentro de dos años, no tiene ni que esforzarse demasiado.
A mí me preocupa esto y sobre todo el futuro. Cuando todo haya pasado, ¿podremos vivir como lo hacíamos antes? ¿Podré abrazar a mi hermana, que es enfermera?
Dicen que cuando todo se vuelve incierto, lo verdadero se ve muy claramente. Y todos aquellos que no seguimos la dinámica de Salem hemos apreciado lo que de verdad importa: la salud, el amor y el apoyo mutuo.