En su ópera prima, Casas vacías (Sexto Piso, 2020), Brenda Navarro (México DF, 1982) logra plasmar un universo desolador, donde habita el dolor de las mujeres ante la desaparición de un hijo y de su propia vida. Pliego Suelto conversa con la autora, quien nos detalla puntos clave de la novela: el cuestionamiento de la maternidad, el Estado mexicano, los feminicidios, el capitalismo gore y el crimen organizado. Asimismo, nos habla también del proyecto que dirige, #Enjambre Literario, que fomenta la creación de redes de escritoras y periodistas en toda Iberoamérica.
Casas vacías parte de la desaparición del niño Daniel. Un tema muy cadente en México, con el caso escalofriante de la niña Fátima, que se hizo tan mediático en todo el mundo, y que esconde, sin duda, una lacra social perturbadora. ¿Qué está pasando en México? ¿Por qué sigue creciendo la cifra de niños desaparecidos?
No estoy segura de qué está pasando en México, de saberlo propondría la solución. En gran medida, todo pasa por reformular el Estado, el cual, como explica Sayak Valencia, está sumergido en un capitalismo gore que se alimenta de la vida de las personas mediante la violencia, la impunidad y la cosificación de los seres humanos.
Para responder a tu pregunta deberíamos de comenzar a jalar los hilos de la impunidad, en lo que suelen llamar “crimen organizado”, que como bien dice su nombre está organizado con los distintos gobiernos locales y estatales.
El uso de los cuerpos de mujeres y de los niños no es más que la consecuencia de una cadena de negocio basada en ellos: llámese la no regulación eficaz de donación de órganos, trata de personas, esclavitud sexual o laboral, embarazos subrogados, etc.
El título del libro puede leerse como una metáfora brutal sobre el papel de las mujeres en nuestra sociedad, quienes condenadas al ámbito doméstico sirven por un tiempo limitado, antes de ser ninguneadas. A pesar de todas las luchas femeninas, ¿las mujeres tienen “fecha de caducidad”?
Me gusta que uses el término “fecha de caducidad” porque, en efecto, las mujeres a lo largo de la historia hemos sido consideradas más que personas, cuerpos que sostienen al Estado. Y cuando no le servimos dentro del imaginario que se ha inventado para nosotras, nos desechan.
En el caso de México es obvio, ya que actualmente es un país feminicida, con 10 mujeres al día asesinadas, y porque, además, recae sobre nosotras la maternidad de una manera espantosa. Por un lado, condenan a mujeres adolescentes y pobres a ser madres porque no pueden ejercer sus derechos sexuales y reproductivos y, por otro, condenan a las mujeres que no pueden vivir en matrimonio por ser jefas de familia.
Claro que hay mecanismos, hay leyes específicas para detener la violencia hacia las mujeres, hay sentencias internacionales, hay pactos, protocolos, convenciones de derechos humanos, pero el Estado mexicano no puede cumplimentarlos, ya sea por acción u omisión.
La novela se estructura en torno a dos voces femeninas, que se alternan y van narrando su vida, en relación a la (no-)maternidad. Ninguna de las dos tiene nombre… Katixa Aguirre apunta, al hablar de su novela Las madres no, que, en el momento de ser madre, la mujer pierde su identidad femenina para convertirse en la madre de… o en madre a secas. ¿Era tu intención, al no poner nombres a estas voces?
Sí, totalmente, lo hice intencionalmente. Primero, porque al no darles nombres, esas mujeres podían ser cualquier mujer del mundo, generar empatía y transferencia en las lectoras. Y segundo, porque, tal como dices, en el momento en que te vuelves madre, entras en una lucha, casi perdida, en la que tienes que pelear por tu identidad, que se borra al convertirte en la madre de, la esposa de, la hija de…
¿Las mujeres siguen construyendo su identidad entorno a la maternidad? ¿La sociedad no está preparada todavía a que una mujer rechace la maternidad?
Las mujeres son construidas bajo ese precepto. Ni siquiera tenemos tiempo de saber si podemos elegir o no. Esa es la verdadera cuestión, que no somos sujetas de derechos.
La sociedad no está preparada para que no seamos madres porque la sociedad misma, como te decía, está basada en la acumulación del capital mediante nuestros cuerpos. El Estado y el mercado se alimentan de la mano de obra barata que parimos. Hasta que no exista una reconfiguración del Estado esto seguirá pasando.
Casas vacías fue publicada en un primer momento de manera gratuita en formato digital por Kaja Negra (en México, entre 2018 y 2019) y después pasó a formar parte del catálogo de la editorial Sexto Piso. ¿Cómo fue el tránsito del formato digital al papel?
Dudé en hacer esta transición porque la publicación de la novela era una especie de statement político sobre el uso del ciberespacio y la necesidad de compartir conocimiento sin fronteras. Pero fueron justo las lectoras las que me lo pedían impreso. Lo habían leído online y deseaban tener el libro en sus manos. Y ahí fue cuando me di cuenta de que, en cierta medida, el libro ya no me pertenecía y que tenía que dejarlo hacer su trabajo.
En uno de los encuentros con lectores en México, me tocó conocer a un señor que imprimió el libro en formato A4. Me dijo que lo necesitaba impreso y ha sido la edición más hermosa que he visto, esa y la de otra lectora que me dijo que lo editó en edición cartonera. El libro tenía que estar impreso.
Además, tanto Sexto Piso como la editorial italiana (Giulio Perrone Editore) se han portado muy bien conmigo, así que por ahora me siento tranquila con la decisión que me ha permitido llegar a distintos espacios que desde lo digital no era posible.
Además de tu labor como escritora, también se está dando a conocer tu proyecto #Enjambre Literario, con el que buscas publicar a autoras femeninas en formato digital para fomentar la lectura de determinadas voces. ¿Cómo te sientes en esta figura de editora?
El #Enjambre Literario es un proyecto que cambia constantemente. Me gustaría hacer más, tener más capacidad, ser solvente pero no es así. Lo que espero es que las escritoras editadas en el Enjambre sean leídas y distribuidas como se merecen.
Me gusta mucho editar. Me gustaría hacerlo siempre. Siento que es un honor que una persona te permita opinar sobre sus ideas y trabajo. Me interesa mucho exprimir las ideas, que salga el juguito, que se arriesguen, que me rechacen mis sugerencias y defiendan lo suyo. Ojalá la vida me dé más tiempo para escribir y editar.