Tras La camarera de Artaud (Trampa Ediciones, 2018), Verónica Nieto (Córdoba, Argentina, 1978) vuelve a la carga con Qué haces en esta ciudad (Ril Editores, 2019). En el siguiente texto, escrito para Pliego Suelto, la autora nos introduce en su nueva novela, donde plantea de forma sui generis el tema de la inmigración a través del humor como modo de reflexión, conectado a curiosos mecanismos lúdico-textuales. Además, en exclusiva para los lectores de PS, publicamos dos fragmentos que fueron finalmente descartados en la edición definitiva de Qué haces en esta ciudad.
Escribí Qué haces en esta ciudad en plena crisis: crisis de trabajo, porque apenas trabajaba; crisis de la inmigración y de los refugiados con la guerra de Siria; crisis de Cataluña…
La rabia y el reírse de uno mismo sonaban de fondo. Al mismo tiempo, leía a William Gaddis.
Se dice que toda novela se escribe para responder a una pregunta. La mía era qué pasa cuando una idea, incluso la mejor intencionada, se lleva hasta sus últimas consecuencias.
El resultado fue una novela que trata sobre temas delicados, como la inmigración, pero intenté narrarlos con humor, porque creo que el humor es una de las armas más sofisticadas y eficaces para la reflexión.
Al mismo tiempo me interesaba preguntarme qué era la escritura, cómo se construye el estilo.
De esta premisa nació el «Tarot del novelista moderno en español», que es un juego dentro de la novela, un tarot donde las cartas son estilos-autor. Por eso la novela trae al final unas páginas recortables, que son las cartas. Me gustaba la idea de que el lector interviniera el libro recortándolo, interactuando con él.
Porque así es como leemos, construyendo la novela de la mano del autor, participando activamente y ejecutando el sentido.
Además, están los «Apuntes del petit novelista», breves textos que dan entrada a cada una de las partes de la novela. Se trata de breves apuntes teóricos-formalistas que ofrecen pistas sobre lo que se leerá a continuación.
En este sentido, la novela pretendía hacer un ejercicio metanarrativo, siempre desde lo humorístico.
La terminé a finales de 2015 y quedaron trozos olvidados, como esto que sigue, que dejo aquí a modo de bonus tracks:
Qué haces en esta ciudad | Bonus Track #01
«O sea, que estoy loco, por emigrar, digo. Parece que sí, che. Ja, ja, ja. Cuántos locos, entonces, subiéndose a aviones y pateras. Debe de ser eso. Simpático el librito, ¿eh?, ja, ja, ja. ¿Cómo llevas las encuestas?, ¿hay mucho descerebrado? Hay de todo, aunque se puede decir que muchos de los que vinieron cuando el proceso están un poco quemados, sí. Unos cuantos en las Ramblas, en la feria de artesanos que se instala el fin de semana, para los turistas. Conocí a unos cuantos. Gente que no quiso volver más. No les gusta mucho hablar de eso. ¿Y a quién? Al que siga con bronca y no haya pasado demasiado miedo, o no haya sufrido ese miedo patológico, el terror de ver a un policía y empezar a temblar. Luego están los que no paran de compararlo todo: acá se puede hacer esto, allá no; hablan maravillas de esto y porquerías de aquello; quizá sí que estemos locos. A no ser que estén a punto de volver, entonces ocurre exactamente lo contrario.»
Qué haces en esta ciudad | Bonus Track #02
«Un día me entrevisté con una chica de unos cuarenta años que llegó para estudiar un máster y terminó quedándose, como tiene pasaporte italiano… Ah, sí, como muchos, como tú, ¿verdad? Exacto, y que decidió volver después de vivir unos diez años en Madrid y no veinte, como dice el tango, aunque de tango hablaba y con el tango se dio de bruces nada más llegar. No se acostumbraba. Desterrada para siempre, dijo, lo mismo que les pasaba también a muchos inmigrantes europeos. ¿Por qué?, le pregunté, por muchas cosas, pero sobre todo por algo que ella no podía precisar con exactitud pero que se relaciona con cierta prepotencia del varón argentino hacia la mujer, cierta histeria en las mismas mujeres argentinas, e incluso cierta aceptación como parte del folclore y de los chistes (lo mismo con los gays), algo a lo que mientras vivía acá, se había desacostumbrado por completo, y que al volver, comenzó a notar como una corriente subterránea de la que antes de salir ni siquiera se percataba. Luego me habló de cuántas parejas que vienen y que al llegar, en cuanto la mujer se da cuenta de que puede mantenerse, enseguida deja a su compañero porque por fin se siente capaz de emanciparse, como se dice. Lo mismo con la violencia, con la necesidad de tomar taxis para todos lados, con la imposibilidad de caminar tranquila por la noche, de volver a casa sola por la noche, de la paranoia olvidada y paranoia sociocultural porque parece que todos te van a cagar, cosa que despierta una lucidez constante, pero también cansa. La ingenuidad tiene su precio, pero quizá valga la pena pagarlo, dijo.»