Pedro Medina León (Lima, 1977), escritor y editor afincado en Miami, a través del siguiente texto escrito especialmente para Pliego Suelto nos aproxima al concepto de Noir Tropical y a la gestación de su última novela: Americana (Sudaquia, 2019). Medina es director y fundador de la plataforma editorial Suburbano, dedicada a la difusión de la literatura en español en Estados Unidos. También es autor de títulos como Tour: una vuelta por la cultura popular de Miami (SED, 2018), Marginal (2018), Varsovia (Sudaquia, 2017) y Mañana no te veré en Miami (Ediciones Oblicuas, 2013). Además, imparte conferencias sobre historia y cultura popular miamense.
¿Por qué escribí Americana?
No sé. No lo tengo claro. Ensayaré aquí una respuesta.
Emigré de Lima a Miami en el año 2002. Llegué con la idea del que pasa por aquí para ir a Disney o al Dolphin Mall a comprar calzoncillos en oferta. En apariencia, Miami y la literatura son incompatibles. En Miami no existe literatura, pensé.
Pero las ciudades, al igual que las personas, son muy distintas de lejos a como se ven de cerca y, a las pocas semanas, en la Public Library descubrí un universo interesantísimo de literatura miamense, cuya tradición hunde sus raíces en el noir. Primero un noir anglo, rubio y de ojos azules, que, más tarde, hacia la década de los ochenta se desdibuja con las oleadas migratorias masivas de los latinoamericanos, los Cocaine Cowboys y la teleserie Miami Vice.
Este nuevo noir, o Noir Tropical, más que buscar al asesino del crimen muestra la cara menos complaciente de Miami, la que no se ve en postales turísticas y está de espaldas al mar.
Las novelas de Elmore Leonard y Russell Banks, por ejemplo, no necesariamente giran en torno a un asesinato y no siempre están protagonizadas por un detective privado. Giran, más bien, alrededor del contrabando humano, estafas, tráfico de drogas, depredadores sexuales… Con todo, Charles Willeford creó al detective Hoke Moseley, que por lo general debía resolver casos de homicidio.
Sea uno u otro el camino elegido, el Noir Tropical refleja el permanente choque entre las culturas que cohabitan Miami: el anglo contra el latinoamericano, el anglo contra el afroamericano, el latinoamericano contra el afroamericano e, incluso, el choque entre latinoamericanos de distintas comunidades y procedencias, los cuales no logran entenderse del todo con el inglés ni con el español.
De aquellos años ochenta surgió una única novela en español con este registro, escrita por el catalán Juan Carlos Castillón, que vivió veinte años en Miami. Y, aún hoy, son muchos los autores que dedican sus páginas al Noir Tropical. Quizás los que más eco hayan tenido sean Caarl Hiaasen y Les Standiford.
Entonces me lo vuelvo a plantear: ¿Porqué escribí Americana?
Emigré de Lima a Miami en el año 2002 con libros de Vargas Llosa, Javier Marías, Lobo Antunes y García Márquez en la maleta. Había escrito cuentos inéditos y el borrador incipiente de una novela que se desarrollaba en una firma de abogados de Lima, en un entorno de clase media alta y acomodada. Ninguno de esos textos vio la luz y, a día de hoy, me cuesta identificarme en ellos. Lo mismo sucede con los libros que traje en mi maleta. La literatura que consumo ahora tiene más bien un sello local miamense o anglo. También suelo leer con voracidad todo lo relacionado con Cuba –fiction y non-fiction–.
Hace unos trece años empecé a teclear en el ordenador lo que más adelante sería mi primera novela, la cual vería la luz bajo el título de Marginal. Luego, vendría la segunda, Varsovia. Ambas están muy conectadas, comparten escenarios y personajes en una atmósfera sórdida, la de un Miami que poco tiene que ver con la estampa edulcorada que anuncian los afiches en las agencias de viajes.
En esas novelas se traza la cartografía de una ciudad lumpen, dura, de inmigrantes que no llegan a fin de mes. Son novelas que exploran el lenguaje y apuestan por un uso del idioma que rompe con la normativa. En ellas se habla inglés, español peruano, español colombiano, español cubano, español argentino, español venezolano y espanglish miamense.
A diferencia de Marginal, en Varsovia aparece un ex inspector privado, que más allá de servirme de eje en una trama policial está concebido como un vehículo para explorar los bajos fondos de la ciudad. En este sentido, he de decir que mi objetivo fundamental no es escribir novelas policiales, sino hacer crítica social. Este ex inspector, con quien me sentí muy cómodo para observar Miami desde su perspectiva, responde al nombre de “el Comanche”, y es también el protagonista de mi última novela, Americana.
Una parte de Americana transcurre en 1958, y se centra en un grupo de jóvenes revolucionarios que desde Miami apoyan a la Revolución cubana en su lucha por derrocar al dictador Fulgencio Batista. La segunda parte se sitúa en el presente, con “el Comanche” trabajando en un telemarketing que vende productos para estimular la potencia sexual a un público de inmigrantes indocumentados. Sin proponérselo, esta vez, “el Comanche” terminará desenredando a la red de estafadores que está a la cabeza del negocio, mientras que el lector será quien descubra la relación entre ambas historias.
Una vez más me lo vuelvo a plantear, ¿por qué escribí Americana?
Uno se debe a sus lecturas, se dice. Además, me interesa contrastar la realidad de la sociedad con el disfraz que esta viste ante terceros.
Creo que por ahí estaría mi respuesta.