Solemos tener en mente París, Londres o Nueva York cuando pensamos en ciudades a las que la ficción les ha prestado mayor atención. Son ciudades literarias o cinematográficas por antonomasia. Es por eso que esta vez hablaremos de Nueva Orleans, cuya envergadura literaria es tan indudable como olvidada, y de Treme, una serie de televisión creada por David Simon, en colaboración con Eric Overmyer, que la pone en el centro de la escena
No sé cómo fue que conocí Nueva Orleans. No recuerdo muy bien si fue leyendo La conjura de los necios o si fueron los primeros versos de Brown Sugar. No sé qué llegó primero. Sí recuerdo que Ignatius Reilly me impactó mucho más que la ciudad donde transcurría su patética y entrañable adultez. También recuerdo que, durante gran parte de mi adolescencia, creí que Nueva Orleans se situaba muy cerca de Nueva York y Nueva Jersey. Recuerdo, por último, la mañana sorprendente en que descubrí en un mapa de la Enciclopedia Encarta que Nueva Orleans estaba más cerca de La Habana que de Manhattan.
No conozco Nueva Orleans. Sí conozco la ciudad de Twain, de Faulkner, de Kennedy Toole, que en los últimos años se convirtió de manera indiscutida en la ciudad de uno de los mayores narradores de nuestro tiempo: David Simon.
En algunas apreciaciones que he leído tanto en Facebook como en Twitter, reaparece la idea de que Treme es demasiado afable, que la trama es floja comparando con el monumento de The Wire y que la celebración de la ciudad a veces agota. Es cierto: Treme es una carta de amor incondicional a Nueva Orleans, a su Mardi Gras, a su jazz omnipresente, a su gastronomía, a su estatus de excepción en el territorio estadounidense. Treme es un elogio de ese universo donde confluyen tres continentes, ese paraíso de melómanos y hedonistas insaciables como Davis McAlary, uno de los personajes del elenco coral que protagoniza la serie.
Sin embargo, si logramos leer entrelíneas, si conseguimos superar la exaltación de la ciudad, no tardaremos mucho en encontrarnos con el contrapunto trágico que Nueva Orleans encierra como buen espacio mítico. Al igual que sucede, por ejemplo, en la nouvelle de Thomas Mann, donde la belleza casi irreal de Venecia es invadida por el sirocco, que provoca consecuencias catastróficas para sus personajes; la potencia estética que sintetiza el Faubourg Tremé, uno de los barrios más antiguos de Nueva Orleans, será igualmente devastada por el huracán Katrina.
En ese sentido, creo que Treme no nos habla sólo de los años posteriores a la catástrofe, no nos cuenta únicamente la vida de algunos ciudadanos durante la reconstrucción de su ciudad. Nueva Orleans es la protagonista de esta ficción porque es un escenario idóneo para narrar una preocupación fundamental de David Simon: la deuda histórica que tienen los Estados Unidos con su minoría afroamericana. Al igual que Baltimore, Nueva Orleans encarna una alteridad aún vigente. Es interesante que si bien Treme representa los últimos años furibundos de la Era Bush, la serie es puesta en el centro de la escena televisiva nada menos que durante la Era Obama.
Durante las tres temporadas que lleva en el aire, asistimos a diversos conflictos que interpelan no sólo a la época retratada sino al momento presente. Si bien es evidente la denuncia a la desidia republicana, a la incapacidad del gobierno de Bush para lidiar con un desastre humano completamente evitable, también asistimos, por ejemplo, al relato de LaDonna, en busca de su hermano Daymo (cuyo paradero es desconocido tras el Katrina).
El destino de Daymo evoca la novela corta El viejo, intercalada con Las Palmeras Salvajes, donde William Faulkner narra la fuga de presos afroamericanos durante la Gran Inundación de 1927 del río Misisipí. De hecho, en la serie, vemos cómo el profesor de literatura Creighton Bernette intenta escribir una novela sobre la Gran Inundación. Una inundación cita a la otra: los personajes de Treme llaman al Katrina «the storm» porque la artífice del desastre es el agua, no el huracán. La búsqueda tortuosa de Daymo así como su destino funesto, transmitida en 2010 por HBO durante la primera temporada, choca de lleno con el optimismo afroamericano de la Era Obama.
Viendo Treme me encontré con el retrato de un espacio que reaparece en el imaginario colectivo de muchos países. La Nueva Orleans de Simon me recuerda al mezzogiorno italiano, al noroeste argentino, a Andalucía, al nordeste brasileño. Sé que menciono regiones tan heterogéneas como dispersas en el planisferio y, sin embargo, es difícil no detectar factores comunes: todas significan una esquirla del progreso, todas son regiones postergadas, aplastadas por la precariedad, que sin embargo ostentan un pasado glorioso, todas conforman un polo asimétrico opuesto a las capitales industrializadas, todas cuentan con un acervo cultural inconmensurable que no siempre puede conciliarse con la rentabilidad exigida por la modernidad. Sólo hay que recordar los vídeos que Creighton Bernette graba en YouTube, también durante la primera temporada, donde el profesor universitario denuncia el olvido del sur por parte del norte del país.
Ya sea el carnaval de los indios, el jazz de los negros, las gastronomía francófona de los blancos, todas estas tradiciones que participan del pasado glorioso de Nueva Orleans entran en conflicto con el vértigo del presente. Me resulta muy sugerente la manera en que Treme condensa este conflicto en apenas dos personajes. Hablo de la tensión que escenifican Albert y Delmond Lambreaux, padre e hijo, el gran jefe indio de Mardi Gras y el trompetista de jazz contemporáneo, la tradición y la vanguardia.
Las peleas recurrentes que enfrentan a ambos ponen de relieve no sólo diferencias generacionales sino también estéticas. Como subraya de manera aguda Pierre Bourdieu en La distinción, «no existe ninguna lucha relacionada con el arte que no tenga también por apuesta la imposición de un arte de vivir». Somos testigos de esta lucha, por ejemplo, cuando Albert Lambreaux descalifica a Delmond diciéndole que los solos improvisados y disonantes que ejecuta en la trompeta no pueden llamarse «jazz» o cuando el padre duda de la habilidad del hijo para tocar con swing.
Podemos presenciar otra arista de esta batalla si recordamos las oscilaciones de Delmond entre Nueva York y Nueva Orleans. Treme nos muestra cómo el trompetista (radicado en Nueva York) regresa a su ciudad natal tras el Katrina. Es allí donde experimentará más obstáculos para desarrollar su carrera profesional, no sólo por la falta de recursos sino por lo que él juzga como un lugar que es reacio al cambio, que en términos musicales se traduce a ser refractario a la innovación artística. La serie también nos muestra cómo Delmond debe enfrentarse al desprecio por el jazz tradicional entre los músicos neoyorquinos cada vez que se va de gira a la metrópoli, forzándolo a reafirmar su identidad propia, el legado de su padre que tanto rechaza.
Como Delmond, la cheff Janette Desautel también oscila entre Nueva York y Nueva Orleans, entre la capital próspera y el hogar presuntamente «auténtico» y «esencial» o, en términos sociológicos, entre la gesellschaft y la gemeinschaft, la sociedad y la comunidad de Ferdinand Tönnies. Tras verse obligada a cerrar su restaurante y afrontar fracasos financieros, Janette asume que si quiere continuar desarrollando su carrera profesional deberá mudarse a Nueva York. De forma paradójica, es allí donde se convertirá en una cheff codiciada justamente por la calidad con la que cocina platos típicos del lugar del que ha huido.
A diferencia de The Corner o The Wire, la última serie creada por David Simon en colaboración con Eric Overmyer no abarca exclusivamente la cuestión de la raza en términos de desigualdad social, sino que también la aborda desde oposiciones tal vez un tanto más abstractas. La identidad y la alteridad, lo propio y cosmopolita, se redefinen y reaparecen de forma constante. Todas ellas se sintetizan en la ciudad. En cualquier ciudad. La elección de Nueva Orleans, sin embargo, no podría ser más acertada.
Galería de imágenes en blanco y negro sobre Nueva Orleans y el jazz en el Flickr de Ed Newman.
Bourdieu, Pierre (1979). La distinción. Madrid: Taurus.
Carrión, Jordi. (2011) «Treme (y que se joda el espectador medio)», en Teleshakespeare. Madrid: Errata Naturae, pp. 195-199.
Tönnies, Ferdinand. (1887) Comunidad y sociedad. Losada: Buenos Aires. 1947.