Fragmento cubierta del catálogo «Archivo Bolaño 1977-2003», CCCB, 2015
Si escribir es un acto masoquista, es muy probable que muchos puedan cansarse de ello, incluso abandonar la lid en momentos de desazón y de férreos bloqueos. Y puede que eso dure mucho y la atención se pierda en otras páginas, en la búsqueda de la iluminación tan ansiada. En Roberto Bolaño (1953-2003), exponente máximo de la narrativa chilena contemporánea, ese acto masoquista con que él mismo califica el acto de escribir, se convierte en un dolor placentero, lleno de furor y desenfreno.
Más allá del mito del hombre que escribía apresurado por la enfermedad que lo aquejaba, o de la fundación del movimiento infrarrealista de Latinoamérica (y no puedo dejar de mencionar al gran Mario Santiago Papasquiaro, 1953-1998, como miembro activo de este grupo), Bolaño se convierte en la expresión máxima de unión entre vida y literatura, dos variables inseparables, dependientes en todo sentido.
Roberto Bolaño, 1998
Ya vemos el atisbo de este planteamiento primero en el alter ego de Bolaño, Arturo Belano, protagonista de la célebre novela Los detectives salvajes (1998) y de diversos cuentos como “Últimos atardeceres en la tierra” o “Días de 1978”. Belano es un poeta andariego, fracasado en cierto sentido y para quien la literatura lo es todo. Los detectives salvajes ahonda aún más en el desenvolvimiento y evolución del personaje, que es matizado en varios pasajes con momentos de la vida del escritor
En un primer momento, se aprecia a un Belano joven, mozuelo aventurero y dedicado totalmente al movimiento Real Visceralista (parodia muy bien trabajada del Infrarrealismo). A mitad del relato, vemos a un Belano maduro, que junto a Ulises Lima (alter ego que atribuye Bolaño a Mario Santiago Papasquiaro) dan por terminada la aventura del Real Visceralismo en una estación de tren, para luego no verse más.
Es aquí donde Belano viaja a Barcelona para buscar un trabajo, hecho que coincide con la estancia de Bolaño en España. Célebre es el capítulo donde Belano consigue un trabajo como vigilante de camping a las afueras de Barcelona, momento tomado de la vida del autor, quien consiguió ese trabajo en España para mantener a su familia y tener tiempo para escribir.
Mario Santiago Papasquiaro
Hacia el final de la novela, vemos a un Belano desahuciado, pero que no pierde el sentido del humor y de la aventura a pesar de su enfermedad, que se embarca a un largo viaje hacia África para morir de forma sorprendente: en medio de un conflicto.
Cada página de la novela está marcada por el clímax episódico, por lo que Los detectives salvajes puede considerarse como la suma de diferentes relatos, con una idiosincrasia particular cada uno. Con todo, la materia principal de la obra es la propia vida de su autor: sin esas experiencias vividas en una época convulsa, de revoluciones en Chile (el ascenso al poder de Allende) o en México (cuyo episodio es magistralmente relatado en la novela por el personaje de la uruguaya Auxilio Lacouture), tal vez no hubiese tenido el valor que Los detectives salvajes tiene hoy en día para Latinoamérica. Hace veinte años Editorial Anagrama publicó la célebre novela del escritor trasandino.
Otro punto fuerte de la literatura de Bolaño es la relación entre estética y política. Abandonando el plano descriptivo, se aboca a una estética vanguardista, mientras una voz melancólica que recorre todos los párrafos se conjuga con reflexiones políticas, como el fascismo y el nazismo, tan presente también en su producción, pero sin caer en el sermoneo de una ideología, desde una aproximación más abierta y lejos de lo doctrinario. No son meros rellenos. Se trata de una simple exposición de ideas y pensamientos que discurren por el texto sin entorpecer la historia y que aportan elementos en su desarrollo.
Monsieur Pain, 1984
La referencialidad, de hechos y personajes reales, es una de las aristas más importante en la obra de Roberto Bolaño. Ya se ve en “Monsieur Pain”, donde aparece César Vallejo; Pablo Neruda junto a Pinochet, en el “Nocturno de Chile”; Octavio Paz, en Los detectives salvajes. Si bien hay una historia ficticia creada a partir de ellos, el estilo de Bolaño está cargado de esas referencias, las cuales enriquecen su prosa y logran crear una atmósfera literaria realista y a la vez embriagadora.
No es descabellado decir que la vida de Bolaño fue siempre un guiño hacia la literatura. La búsqueda constante de una identidad y del placer mismo de la vida dentro de la literatura son dos puntos centrales para entender su vasta producción literaria.
Se le equipara con Cortázar, con Borges, referentes máximos de la literatura Latinoamericana, pero también con Bukowski, Carver, Kerouac y Capote, debido a su técnica y su estilo desnudo. Por lo demás, el erotismo en Bolaño, es totalmente estético y tiene el fin de darle un respiro a la historia. Aparte de haber desnudos, se desnudan los mismos pensamientos de los personajes. A diferencia de Bukowski, en el que el deseo sexual es casi inalcanzable, en Bolaño se hace latente el conseguirlo, pero carece del placer que eso sugiere.
Sería imposible describir la obra de Bolaño en su totalidad, pero si tuviéramos que resumirla en unas pocas frases diríamos lo siguiente: aprende las reglas para luego romperlas, porque el acto de escribir y crear siempre estará sujeto a la experimentación. Bolaño, no obstante, tendría otra apreciación: leer, el acto más sublime de todos, el placer mismo de la vida del cual se desprende todo ese camino de señales y letras que ya conocemos.
