A través del presente texto iniciamos una serie de artículos relacionados con la reciente publicación de los primeros títulos de la colección Nuevos Cuadernos Anagrama (2017), que retorna después de 35 años y que durante más de una década sacó 165 ensayos. Como punto de partida introduciremos el cuaderno que abre la colección, El secreto y no, del autor italiano Claudio Magris.
Una joven con un pantalón acampanado cruza la facultad de Filosofía, Geografía e Historia de Barcelona por el paso exterior que lleva de la calle Montealegre a Ramelleres. Por el volumen, se intuyen varios objetos en el bolso de tela que carga en su hombro derecho. Un estuche, o quizás un monedero rectangular de tamaño medio, un manojo de llaves cuyo gran llavero dificulta su pérdida y, por las anillas del costado, diría que una libreta de apuntes. En su mano derecha sostiene uno de los cuadernos de Anagrama. Es ligero, menudo, y lleva por título una idea enorme.
Si no fuera porque la facultad cuenta con tan solo una década de vida en el barrio del Raval, esta breve descripción bien podría estar ambientada en los setenta o en los primeros años de los ochenta, cuando los cuadernos de la editorial barcelonesa eran un punto de referencia para cualquiera que quisiera saber qué se estaba ensayando fuera de la península. Jorge Herralde, fundador y entonces editor de Anagrama, tradujo durante esos años a los pensadores contemporáneos que escribían en las revistas internacionales de referencia.
“La colección es ahora más necesaria que nunca”, recalcaba Silvia Sesé –la actual editora– recientemente en la presentación de los nuevos cuadernos. Las únicas variaciones son la inclusión de algunas publicaciones en catalán y el carácter transversal e indisciplinado de las temáticas.
La editorial cuenta con clásicos entre sus filas, como Claudio Magris o Rafael Chirbes, entre otros escritores ampliamente reconocidos de los que esta se sirve para mostrar desde el inicio la línea de pensadores que va a seguir la colección. Sin embargo, también tiene previsto invitar a autores que escriben fuera de la órbita de Anagrama para que se ocupen en sus cuadernos de cuestiones de interés en el debate público. En este sentido, el primero de ellos ha sido encomendado a Marina Garcés y gira en torno al concepto de radicalidad.
“Son textos de combate”, apuntaba en la presentación de la colección la filósofa catalana, cuyo ensayo ocupa el cuarto cuaderno bajo el título Nueva ilustración radical. Y son de combate en la medida en la que están comprometidos con un pensamiento inacabado. Los cuadernos tienen la voluntad de ser, como antaño, una constelación en lugar de un trazo definido. Son breves y evitan las disertaciones lánguidas. Están pensados para apuntar, atravesar, recorrer o señalar a una idea –o territorio– y, al acabar su turno de palabra, preguntar: y ahora, ¿qué hacemos con ella?. Tienen ese punto de incomodidad propia del ensayo que no deja al lector impune.
Son ideas por tejer, acciones en gerundio. No hay, ni se quieren, ni se buscan, verdades objetivas o alguien a quien seguir como a un maestro Jedi que nos aleje de la oscuridad. Los nuevos cuadernos añaden leña al fuego de una “reflexión en curso”. Es decir, de una reflexión en la que la próxima palabra la tienes tú…
Nuevos Cuadernos Anagrama 1:
El secreto y no de Claudio Magris
Es curioso el color que han elegido para el primer librillo. Es del mismo tono que la portada de la serie de televisón británica Utopia, los emoticonos con los que nos expresamos a diario y el “Manifiesto amarillo” de los surrealistas. Amarillo chillón con letras negras, sin explicación en la contraportada, austero y mínimo como los carteles de «¡Atención, peligro!». Es curioso porque ya desde este primer cuaderno pareciera que no hay intención de complacer a nadie, y porque el mismo título (El secreto y no) parece preguntarnos de forma sutil qué deseamos desvelar o seguir encubriendo.
El secreto duele y conforta, afirma Magris en las primeras páginas, y aclara que es así porque nos hace sentir incomprendidos, al tiempo que nos da una razón para resistir la soledad y la incomprensión al guardar una verdad oculta.
Pienso mientras leo: ¿qué secretos guardo yo?, ¿cuenta lo que omito?, ¿qué condiciones deben darse para que algo no dicho o desvelado adquiera el estatus de secreto?
Una de esas condiciones es que su revelación posea la capacidad de perturbar, es decir, que pueda agitar, transformar o destruir a quien lo posea o a aquello con lo que dicho secreto esté involucrado. De ahí que su custodia sea “un elemento fundamental de la potencia, del poder”. Por lo que cabe preguntarse: ¿cuándo se desvela un secreto? Según Magris, cuando es inofensivo –y añade–, como un adulterio que sale a la luz cuando la pareja ya está acabada por otros motivos.
Un secreto es necesariamente excluyente. Unos deben custodiarlo y asegurarse de que los otros no lleguen a conocerlo. De modo que implica una dinámica binómica (ellos-nosotros; verdad-mentira) y actúa a modo de barrera invisible entre el Sísifo que carga con él cual pesada roca (pero cuya custodia le hace sentir superior por el conocimiento de una verdad velada para los demás) y el conjunto excluido, es decir, todo aquel que lo ignore.
El conocimiento es poder, sin embargo, el autor italiano apunta más adelante que los motivos de encubrimiento no responden siempre a cuestiones externas. A veces la razón de ser de un secreto es “la defensa de la propia libertad, de un espacio propio en el que estar libres de todo y de todos, incluso de la persona amada, incluso de uno mismo”.
Magris acude, en su destripamiento de las capas y razones de un secreto, a autores como Baltasar Gracián, quien afirmaba guardar la verdad para proteger a otros. O al escritor de la Martinica, Édouard Glissant, de quien Magris rescata la reivindicación del derecho a la opacidad.
Por lo demás, para el autor italiano, lo que cualquiera de esos secretos comparte –más allá de su naturaleza– es la imposibilidad de decir, por medio del lenguaje, una verdad. De modo que, desvelar un secreto, ponerle palabras y contarlo, “significa siempre deformarlo”.