El Colectivo Juan de Madre (Barcelona, 1979) es una agrupación de carácter multidisciplinar que desarrolla diversas propuestas artístico-literarias, sobre todo a través del texto y la imagen. Pliego Suelto conversa con el anónimo portavoz del colectivo acerca de su último libro: El barbero y el Superhombre (Aristas Martínez, 2016), una novela sui géneris donde se interrelacionan planteamientos filosóficos y diversas lecturas sobre la cultura pop y el cómic. La agrupación asimismo ha publicado new mYnd (2014) y La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías (2012), también en Aristas Martínez; El libro de los vivos (Sloper, 2011) y Bajo la influencia. Libro de versiones, Remezclas y otras formas de Plagio (Grupo Ajec, 2009).
El barbero y el Superhombre se estructura, mayoritariamente, de forma cronológica (desde 1943 a nuestros días), aunque emplea el recurso de los saltos temporales y elipses a través de recortes de prensa, citas, cómics, imágenes. ¿Cómo fue cuajando esta estructura? ¿Qué interés estético, filosófico e intelectual os despierta la segunda mitad del siglo pasado?
Esta novela tuvo muchos motivos: escribir sobre Superman, homenajear el lenguaje tebeístico, escribir sobre Michel Foucault, adorar a Joan Fontcuberta, asociar el nacimiento de los juegos de rol con la popularización del BDSM, convertir a Andy Warhol en un bello autómata, volver a trabajar con Javier Jubera…
Y, también, interrogarnos acerca de una cuestión: ¿qué forma han de tomar las luchas libertarias en este siglo XXI? Creo que la mayoría de nosotros hemos crecido como privilegiados en un contexto socialdemócrata donde la lucha se planteó en términos no esencialistas, como tampoco de clase, sino de gozo individual.
La desigualdad descarnada del presente rompe con aquello y, de repente, nacen movimientos aglutinadores, de clase, para los que el discurso postmoderno, por llamarlo de algún modo, les resulta un estorbo (en este sentido, el breve ensayo Contra la posmodernidad (2011), de Ernesto Castro, nos supuso un buen punto de partida). Toda esta movida nos iluminó una pregunta clave: ¿es posible un socialismo hedónico?
En lugar de buscar la respuesta en el presente –tan cerca de nuestras narices que no sabemos escribirlo– decidimos recorrer la segunda mitad del silgo XX en busca de las raíces de aquella postmodernidad que quiso aniquilar al autor y al intelectual. Figuras que, tal vez, hoy vuelven a resultarnos necesarias. O igual siguen siendo prescindibles, no lo sabemos. La verdad es que tras la escritura del libro seguimos sin conocer la respuesta.
La estructura, entonces, tiene que ver con todos esos motivos. En las dos anteriores novelas ya practicamos las estructuras laberínticas (o rizomáticas) adjuntando, además, documentos supuestamente veraces que daban testimonio de lo contado en la ficción. Como verás un recurso muy postmoderno y, honrosamente, poco original.
Dada la problemática planteada en El barbero y el superhombre, decidimos complementar ese recurso y buscar la imparcialidad. Lo hicimos enfrentando, al final de cada capítulo, documentos fake que dieran razón a la ficción junto a documentos auténticos que negaran esa misma ficción planteada. Creemos que este gesto estético define toda la aspiración ética de esta novela de aventuras.
Esta novela sigue, en cierta medida, la línea de new mYnd (Aristas Martínez, 2014) en cuanto a la aparición de personajes desdoblados. Frente a las gemelas de la anterior novela, aquí los dobles surgen de manera casi incontrolada. ¿Qué os llama la atención de este tipo de personajes?
Dado que también en la anterior a new mYnd, titulada La insólita reunión de los nueve Ricardo Zacarías, jugamos con el doble, nos gusta pensar que con esta última novela hemos cerrado una suerte de trilogía de la identidad líquida. Sin embargo, según mi lectura de esta última novela (que no coincidirá con la de todos los miembros del Colectivo), la cuestión del doble no es tan central en la problematización de la identidad, sino que es una herramienta más.
Creo que en El Barbero y el Superhombre juegan un rol más importante las relaciones antitéticas: Clark contra Superhombre; Superhombre contra Foucault; el Profeta contra Foucault; los Panteras contra los Superblancos; Martha contra Jonathan, etcétera.
Nos preguntamos: ¿cómo fluye el poder en este juego de contrarios?, ¿el auto-gobierno individual supone una lucha dialéctica interior, y así la peor forma de policía?, ¿al poder se le responde con resistencia, o la resistencia es una forma de poder idéntica a su contrario?
Este desdoblamiento puede ser interno (Superhombre-Clark) o externo, en el propio cuerpo, (transformación, travestismo, sexualidad por medio del Esqueje Carnal o la Loción Pandrogénica), lo que abre el debate lanzado por Foucault acerca de la tecnología política del cuerpo. ¿Cómo concebís en vuestra obra esta tensión entre subjetividad y corporalidad, entre voluntad y deseo?
Me gusta esta relación que planteas entre el Esqueje Carnal y la biopolítica foucaultiana. La verdad es que cuando nos planteamos narrar el pensamiento occidental de la segunda mitad del siglo XX, quisimos hacerlo en clave de cómic, en concreto, emulando la edad de plata de Superman, o sea sus tebeos publicados a finales de los años 50, cuyas tramas e invenciones eran absolutamente maravillosas y descacharrantes.
Por aquel entonces, Superman cerraba su Fortaleza con una llave gigante que solo él era capaz de manejar, y así nadie podía expugnarla. Debía ocuparse de las tareas de la casa en sustitución de Lois Lane, y pese a sus superpoderes acababa exhausto, asumiéndose incapaz de tal responsabilidad y admirando la labor de todas las mujeres del mundo. O era engañado por un agente de seguros de vida, que le vendía una póliza absolutamente inútil dada su invulnerabilidad.
O sea, quisimos mantener un difícil equilibrio entre el realismo sucio y este tipo de absurdo pop a la hora de tratar las corrientes filosóficas o movimientos sociales de cada década. Así que la biopolítica, la teoría de género o el cyberpunk los materializamos en unas tecnologías que podían expresar carnalmente aquellos principios ideológicos. Lo que nos permitieron el Esqueje Carnal y la Loción Pandrogénica fue radicalizar las posibilidades de manipulación corporal, convertir la torpe cirugía del presente en un sistema de transformación perfecta, automática y reversible.
En este sentido, fascina la posibilidad de sincronizar nuestro cuerpo con nuestro ser, o al contrario: moldear nuestro ser a base de mutilar o ampliar el componente orgánico. O, también, asumir como cuerpo propio aquellas otras herramientas no celulares que usamos cotidianamente. ¿Qué haríamos entonces de nuestros cuerpos? ¿Nos dedicaríamos a ser siempre el/la mismo/a? ¿Cómo se ejercería el poder sobre esos cuerpos en constante mutación? Al fin, ¿quién seríamos?
Como decimos, nuestra ficción tan solo pretende exagerar la realidad presente, ya de por sí proteica. Solo hay que fijarse en proyectos como los de Neil Harbisson (con la capacidad de escuchar los colores gracias a un dispositivo instalado en su cerebro) y Moon Ribas (la cual padece los terremotos gracias a una aguja que le hiere el brazo cada vez que se da un fenómeno sísmico en algún lugar del planeta), ambos fundadores de la Cyborg Foundation, para comprender que la creación de algo parecido al Esqueje Carnal no es una quimera.
Toda la novela cuestiona el poder con una omnipresencia de Foucault como enemigo del superhéroe. Siguiendo el pensamiento foucaultiano, se reflexiona sobre la dicotomía poder-saber, presente en Vigilar y castigar (1975). ¿Qué representa Foucault para el Colectivo? ¿Cómo relacionáis su pensamiento con el trasfondo de la novela?
Si bien es cierto que la herencia foucaultiana es evidente, el/la Foucault de este libro representa también a muchos otros pensadores y pensadoras. En él/ella conviven Lex Luthor, Deleuze, Haraway, Bataille, Braidotti, Hakim Bey, Lyotard, Butler, Preciado, el Batman de Hijo Rojo… Igual que Superhombre encarna a Superman, Sartre, Žižek, Chomsky, Spivak, Ada Colau o Miracleman.
Precisamente, es el enfrentamiento entre estas dos formas (en ocasiones contrarias) de entender el pensamiento y el activismo crítico lo que conforma el trasfondo del libro. El intelectual marxista, humanista, universal y esencialista por un lado; y el escritor o escritora guerrillero, nietzscheano, hedonista y anti-humanista por el otro.
Sobre todo en busca de una posible respuesta: ¿qué modelo es más necesario en el contexto presente? O ¿es posible la comunión de ambas líneas de pensamiento?
Superhombre ejerce una fuerte vigilancia sobre la ciudad y, de alguna manera, el hotel Chelsea es un panóptico. ¿Estamos condenados a ser una masa conformada por el Poder mediante sus dispositivos disciplinarios? Esto nos lleva a la siguiente pregunta: en esta sociedad de la tecnología y la información, ¿creéis que sigue vigente el modelo de la sociedad disciplinaria de Foucault o, más bien, nos encontraríamos ya en la sociedad de control que lúcidamente anticipó Deleuze?
No creo que podamos contestar esta pregunta… En realidad, lo que se nos da más o menos bien a nosotros es formular preguntas, no responderlas. Por un lado, no nos interesan demasiado los modelos que pretenden describir la sociedad (o el universo). Preferimos aquellos modelos que principalmente han de servir como herramientas para conquistar lo social (o el universo). Como decía antes, la pregunta por la que nos sentimos más apelados es, entonces, si el modelo foucaultiano (o deleuziano) continúa siendo útil en el siglo XXI.
En cierta ocasión, Foucault dijo algo así como que el marxismo se encontraba como pez en el agua durante el siglo XIX y, por lo tanto, que en el XX estaba fuera de su medio. La consideró una herramienta caduca, tal y como la física clásica resulta estéril para explicar los fenómenos cuánticos.
¿Empiezan Foucault y sus coetáneos de la French Theory a boquear fuera del agua en este siglo XXI? ¿Ha llegado su turno? ¿No se ha apropiado definitivamente la extrema derecha del discurso posmoderno acuñándolo como posverdad?
Cuando esa extrema derecha, al frente de los gobiernos, alega la existencia de hechos alternativos, ¿no está la izquierda obligada a reconstruir la realidad, lo real? No tenemos la más remota idea de cuál es la respuesta, si creyésemos tenerla, probablemente no habríamos escrito El Barbero y el Superhombre, pues no nos habría hecho falta.
Otros nombres destacados del arte y del pensamiento también aparecen como Ana Mendieta, Susan Sontag, Neil Andrew, John Waters, Harris Glenn Milstread, Huey Percy Newton, etc. ¿Qué os motivó a escoger estas figuras como personajes de la novela?
Sí, en la reconstrucción filosófico-pop que llevábamos a cabo tuvimos que seleccionar algunos personajes para que acompañaran a los protagonistas en su periplo. Entonces decidimos escoger a aquellos que nos parecían más representativos o, simplemente, los que más amábamos u odiábamos (que son nuestras dos formas de admirar). Evidentemente, se quedaron muchos en la lista de candidatos. Es un desastre que no aparezca Alan Vega o Cronenberg, cómo demonios no aparece Cronenberg…
El pseudónimo escogido, Colectivo Juan de Madre, marca una declaración de intenciones en cuanto a la autoría del libro. ¿Definitivamente el autor como “autoridad”, esto es, al mismo tiempo individuo y garante último del sentido, ha muerto, tal y como auguró Roland Barthes?
No creo que el concepto de autoría haya desaparecido. Tal vez, si alguna vez padeció algún tipo de debilidad, fue para regresar con más salud y poder. Nuestra experiencia con este Colectivo así nos lo hace pensar. De hecho, uno de los motivos por los que se decidió firmar así nuestras obras (haciendo explícito el acto colectivo de cualquier obra) fue precisamente para experimentar, o jugar, con la cuestión autoral.
Y la verdad es que ha resultado un juego divertido. Si alguna vez pretendimos diluir la autoría de nuestras obras, fracasamos rotundamente. No ha habido ni una sola entrevista de las que hemos concedido durante estos años, por ejemplo, en la que no se nos interrogara al respecto. El “no-autor” haciendo sombra constantemente al texto. Esperamos que, al menos, nuestro gesto haya generado nuevos y descacharrantes vectores en el mundo editorial, aunque tan solo sean diminutos vectores moleculares.
En otra entrevista se anunciaba que El barbero y el superhombre sería la última novela firmada bajo este nombre. ¿Se mantiene esta afirmación? ¿Qué os lleva a renunciar al formato de la novela en cuanto a colectivo? ¿Hacia dónde se dirige el Colectivo Juan de Madre?
Estamos bastante convencidos de esa afirmación, sí. Es una decisión muy pensada y pactada entre los miembros. Aunque los motivos son diversos, la cuestión clave ya está apuntada en la respuesta anterior: la firma Colectivo Juan de Madre aspiraba a despersonalizar los procesos creativos de nuestras obras y, en este sentido, el resultado ha sido pésimo. En nuestras intervenciones literarias, nuestra firma se ha solidificado. Los lectores, pero sobre todo el entorno editorial, exigen “un buen dios” al frente de cada libro. Así que hemos decidido romper con la dinámica que nos ha llevado hasta aquí. Pxxr Gng, jugándose mucho más que nosotros, ahora se presentan como Los Santos. Sin duda son un buen ejemplo a seguir.
Probablemente, del Colectivo brotará una serie de cuerpos, una suerte de heterónimos individuales con los que firmar las acciones literarias. Ya hay un par de proyectos esbozados, pero su estado es tan incipiente que ni siquiera vale la pena hablar de ellos.
Sin embargo, continuaremos funcionando como Colectivo Juan de Madre en otro tipo de disciplinas o modalidades. Seguiremos montando cosas como el experimento Tu cuerpo es una máquina del tiempo, que realizamos en La Casa Encendida en el 2015. O el Quimerismo escatológico, instalación que preparamos el año pasado para la exposición sobre arte y terrorismo en el Konvent. O audiovisuales como Los Organismos.
En esta línea, junto a Cisco Bellabestia y Sara Herculano (artistas y editores de Aristas Martínez) estamos preparando una suerte de hagiografía participativa alrededor de Ian Curtis y sus sectas devotas Los humanos monocordes, que esperamos poder presentar en breve en diferentes ciudades españolas.
Y, así, aspiramos a seguir jugando y riendo, como los niños y niñas juegan y ríen.