NUESTRO DÍA A DÍA. Depresión, Ansiedad y Faltas de Ortografía, de autora desconocida1, Barcelona
Hay un momento de éxtasis eufórico en los festivales de autoedición en el que todo el mundo ya va medio trompa, tus vecinos son tus nuevos mejores amigos y empiezas a intercambiar fanzines con la mitad de los feriantes y regalárselos a la otra mitad.
Pues bien, en medio de esta vorágine, en el pasado GRAF –en Fabra i Coats, Barcelona–, apareció la autora de este fanzine. Hablamos un poco, hicimos un cambio y no fue hasta el día siguiente, cuando repasé el botín, que reparé en que me estaba llevando a casa esta cosa maravillosa, pero como no tiene firma, nunca pude escribir a esta chica y decirle cuánto me gustaba.
Nuestro Día a Día es un fanzine al uso en toda su esencia. Un puñado de fotocopias en blanco y negro grapadas, que contienen una serie de autorretratos de la autora, ensangrentada y desquiciada. Más bien entre una crisis nerviosa y el suicidio, siempre apuñalada por dos o más cuchillos. Todas las situaciones son cotidianas y catastróficas, como si la autora estuviese al borde del colapso y cualquier nimiedad pudiera desencadenar la catástrofe.
Mi favorita es una en la que está quemando sus propios fanzines a la vez que el ordenador le dice que tiene nosecuantasmil ofertas de empleo, mientras una voz le pregunta “¿Seguro que no te estás saboteando a ti mismx?” También tiene un cuchillo clavado en la espalda, otro en la cara y una botella de vino en la cabeza.
Espero que siga viva.
HOLLOW, de Amanda Baeza, Portugal
Este fanzine llegó a mí a través de un intercambio que me propuso su autora, Amanda Baeza. Cuando abrí el sobre supe enseguida que yo salía ganando (de lejos) y, cuando leí Hollow, me entraron ganas de cortarme un brazo y mandárselo para compensar, porque es uno de esos fanzines redondos y preciosos, en forma y contenido.
Hollow parte de la frustración y de la búsqueda. Concretamente, de la búsqueda de un puente entre el mundo inteligible y el mundo sensible, que acaba por perder a la protagonista en una cueva dentro de sí misma.
Está impreso en risografía, a tres tintas (negro, azul y rojo) y da gusto verlo, porque está lleno de juegos, detalles y combinaciones que potencian ese plano mágico y siniestro donde te arrastra su dibujo y su forma de contar las cosas.
Una de las característica que más me gusta de esta autora es que la elección de la técnica se basa en la historia que quiere contarnos; usando –para variar– “la riso” como una herramienta, no como un fin.
Edita Rough’Nough Editions, uno de los brazos de Rough’Nough, un espacio caleidoscópico situado en Lisboa, centrado en la edición independiente y diferentes formas de impresión. Esta es su segunda publicación.
PEIC, de Conxita Herrero, Barcelona
Hace unos días quedé con Conxita Herrero y ella apareció con quince fanzines de regalo. Iban a ser para un chico muy guapo, pero, fíjate, ahora los tengo yo. Cosas de la vida. Peic no era uno de estos quince, pero también me lo regaló, unas semanas antes. Y es que, desde que trabaja en una hamburguesería, Conxita está montada en el dólar.
Cuando entro en el universo de Conxita me da la sensación de que ella no vive, que engulle, frenética. Que mientras los demás estamos dándole vueltas a alguna tontería urgente (que no importante), ella es capaz de señalarte un puñado de singularidades cotidianas extraordinarias y de sacarte una sonrisa, también.
Peic parece reforzar mis conjeturas. En sus páginas encontramos un puñado de lo que podrían ser nimiedades: papeles de azucarillos, fotos hechas con el móvil, el mismo móvil en el escáner, pedazos de conversaciones por whatsapp y una serie de recibos que se repiten una y otra vez. Por supuesto, cada cosa tiene su propia historia: “este azucarillo me lo regaló tal colega; este chico estaba dormido en la barra y tuvimos que llevarlo a su casa; esta botella me la encontré delante de mi casa justo cuando publiqué el libro…”.
Un detalle que me parece significativo es que escanea muchos objetos, descontextualizándolos y dotándolos de valor en sí mismos, más allá de hacerles una fotografía. También el fanzine está impreso a color, en un buen papel, porque contiene cosas importantes y después de todo, desde que trabaja en una hamburguesería, Conxita está montada en el dólar.
G.L.S, de Tommi PG, Australia
Descubrí el trabajo de Tommi PG cuando aún se hacía llamar Katie Parrish y desde entonces adoro todo lo que publica (a la par que sondeo su tienda online, maldiciendo los gastos de envío desde Australia). Hace poco me dije que a la mierda, que lo mismo me gastaba de guateque un sábado intenso. A los días tenía en casa un sobre llegado desde Melbourne lleno de chucherías gráficas, entre las que se encontraba G.L.S.
G.L.S tiene más de artefacto que de fanzine, pues son en realidad cuatro páginas de cómic a color que, entre cartulinas y risografías grapadas por aquí y por allá, se transforman en cachivache. Un cachivache hermosísimo, que cuenta de forma tan analítica como universal el primer encuentro íntimo entre dos personas que podríamos ser tú y yo, este cuerpo y este otro. Ambas con sus respectivas mochilas de inseguridades y emociones pasadas, presentes y futuras.
Las situaciones que nos presenta Tommi PG a menudo abordan dilemas relacionados con cuestiones de género, donde los individuos lucen cuerpos asexuados gigantes y sus movimientos son ligeramente torpes. Que los nombres de sus personajes sean Figura 1 y Figura 2 potencia además un punto de vista neutral que, en contraste, nos arrastra a la empatía y ternura total.