Bioy
Diego Trelles Paz
Ediciones Destino. Barcelona, 2012
301 págs. | 17 euros
Ricardo Iván Paredes, editor y redactor de Pliego Suelto, se inicia en el periodismo en el diario Expreso (Lima-Perú) a principios de los años 90 cubriendo la violencia política como reportero en la capital peruana y en las zonas de emergencia. En este artículo nos introduce en la última obra de Diego Trelles [leer entrevista de PS al autor], ganadora del Premio Francisco Casavella de novela 2012, en la que el escritor peruano recrea el periodo de conflicto interno que el país andino atravesó de 1980 al 2000 así como los años posteriores a las acciones bélicas
La experiencia de leer cada capítulo de Bioy, la nueva novela de Diego Trelles Paz, equivale a presenciar el macabro juego de la ruleta rusa en medio de un campo minado. Literariamente, el lector nunca sabe por dónde irán o vendrán los tiros ni quién será la próxima víctima ni el próximo verdugo. Nada hace presagiar en qué momento explotará la bomba ni quién se salvará.
La historia se inicia en los años de la violencia política en el Perú (1980-2000), cuando el Estado aplicaba métodos terroristas para combatir a Sendero Luminoso –el movimiento mesiánico que luchaba por instaurar el comunismo por medio de la violencia extrema–. El conflicto interno dejó más de 70 mil muertos y dos millones de desplazados.
Bioy Cáceres, un jovencísimo e ingenuo cabo, es obligado por sus superiores, como parte de la rutina del manual antisubversivo, a torturar y a violar a una detenida. Un ritual que destroza la vida del adolescente y lo incorpora al club de psicópatas uniformados al servicio del gobierno.
A partir de ese momento, Bioy se convierte en el enigmático y silencioso protagonista que se mueve en el péndulo temporal que va de 1986 a 2008, mientras aparecen y desaparecen personajes que confluyen en el submundo del terrorismo de estado, el narcotráfico, el fundamentalismo maoísta, el crimen organizado y la cárcel, así como de los hospitales psiquiátricos, entre otros. Sorprende la forma en que el autor se introduce en la mente de los asesinos y, al mismo tiempo, reproduce fielmente el discurso castrense y mafioso.
¡¿Qué chucha me vas a ofrecer, huevón?! Si aquí todos, todititos están embarrados hasta el cuello. Milicos, narcos, gobierno, todos son la misma mierda, pero ustedes tienen que negarlo, ¿no?, ésa es su chamba… Primero, tráeme un abogado y dile a ese conchedesumadre que deje de pegarme y de repente, quién sabe, te doy nombres…Porque eso es lo que quieres, ¿no? Nombres. Ya…
La novela de Diego Trelles incorpora tres componentes claves de la cosmovisión andina ya expresados con anterioridad en la obra de José María Arguedas (1911-1969). En primer lugar, wakcha es la situación de orfandad en que se encuentran los seres dentro de un relato real o ficticio. En segundo lugar, pachakuti significa la escenificación de un mundo al revés que afecta a una persona o a un colectivo. En tercer y último lugar, el concepto tinku se define como el encuentro conflictivo de dos partes que desemboca en la totalidad. En la novela póstuma de Arguedas, por ejemplo, El zorro de arriba y el zorro de abajo (1970), se sugiere la unidad nacional del Perú como un diálogo social entre la sierra y la costa.
En el caso de Bioy y otros personajes que apenas se conocen entre sí (Elsa, Marcos, Cristal y Martillo), el desarraigo y la situación de orfandad es un signo que deja consecuencias traumáticas a lo largo de sus vidas. Todo un estigma en la larga historia del país andino. Ya lo decía el padre de las letras americanas, el Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616): «El Perú es madrastra de sus propios hijos. Y madre de los ajenos».
Por otro lado, el mundo da vueltas (pachakuti) para el Mayor Bustamante –responsable directo de numerosos crímenes de lesa humanidad en Ayacucho (el epicentro de la violencia política) y prófugo de la Interpol– y que acabará sus días como un sumiso peón de mudanzas anónimo en el sur de Estados Unidos. El relato de la vida de Gattuso supone también un giro de 180 grados: un desempleado argentino que huye misteriosamente de la reinstauración democrática en su país (1983) y se instala en la capital peruana, donde, al cabo de unos años, se convierte en un magnate tras montar una extensa red de corrupción. Un blanco perfecto para las bandas de secuestradores del siglo XXI.
El concepto quechua del tinku se manifiesta a su vez a través del juego de máscaras y de la duplicidad de roles que asume una misma persona en el transcurso de la novela. Dos ejemplos: Hernández (Macarra) es un agente del servicio de inteligencia infiltrado en una mafia de sicarios del narcotráfico. Elsa (Camarada Ruth) presenta dos perfiles distintos: de día es una pacífica universitaria y de noche una terrorista de Sendero Luminoso. Este proceso de desdoblamiento genera siempre en los personajes un conflicto introspectivo y con el mundo exterior.
El caso de Marcos va más allá. Este joven de padres desconocidos, hacker y aficionado a la literatura, adopta múltiples identidades para llevar a cabo de forma paciente su PROYECTO SECRETO. Se trata de un personaje pessoano, que traslada su camaleonidad a los foros de internet, donde divaga sobre filosofía y letras a través de distintos seudónimos.
La aparición sorpresiva de textos de blogs y sus respectivos comentarios, al igual que los diálogos inconexos en un psiquiátrico (Capítulo 3), rompe abruptamente el tono narrativo descriptivo y cinematográfico de la novela y, en un principio, puede descolocar al lector ya que en apariencia lo expresado en bitácoras digitales no tiene nada que ver con la trama. Sin embargo, es una ingeniosa y atrevida táctica argumental del autor para plasmar con brillantez la soledad del internauta y cómo se manifiestan los trastornos mentales a causa de la violencia política.
Además, Trelles, a través de dichos mensajes fragmentados y delirantes, da pistas y apela a la capacidad del lector para unir el complejo rompecabezas compositivo que representa la historia de Bioy. El joven novelista busca que las piezas encajen perfectamente con el cuarto y último capítulo, toda una antología coral de diferentes registros sociolingüísticos de Lima, escrito con asombroso realismo y lleno de riqueza expresiva.
Bioy puede ser considerada, en nuestra opinión, como una obra monumental de la narrativa hispanoamericana del siglo XXI que, además de atrapar al lector mediante situaciones inesperadas y personajes camaleónicos, significa una llamada de atención sobre la guerra y sus consecuencias, así como un manifiesto que pretende recuperar la memoria histórica “de un país que abraza ciegamente el progreso”, mientras hoy se convierte en el primer productor mundial de cocaína y se multiplican las bandas de narcotraficantes y de secuestradores.
Rafael
06/11/2012
Buen tema, sobre todo para ser leído fuera de Perú. Se ha hablado mucho de los abusos en Colombia en la lucha contra el narcotráfico y de las relaciones entre gobierno, paramilitares, guerrilla y negocio ilegal; se sabe y se comenta algo de lo ocurrido en México; se sabe bastante de los abusos y los asesinatos las dictaduras de Argentina, Chile, Uruguay, incluso de la de Brasil… pero de Perú nunca se habla, como si nunca hubiera pasado nada o como si se quisiera dejar debajo de la alfombra.
R:I
06/11/2012
Gracias, Rafael. Un pasaje de ‘Cien años de soledad’ narra la matanza de los peones del banano. Al día siguiente, nadie se acordaba que en Macondo hubiera acontecido una masacre…Es la metáfora perfecta sobre el poder que siempre controla los mecanismos de la amnesia colectiva, sobre todo si la mayoría de las víctimas son campesinos, obreros y soldados rasos del Perú (70 mil muertos) o de Guatemala (200 mil). Una canción de A.N.I.M.A.L intenta una bulliciosa respuesta: “Solo por ser indios…”
L P
07/11/2012
Épocas terribles de las cuales se conoce poco y nada y que sin embargo formaban parte de nuestras vidas como algo cotidiano, casi …»NORMAL» diría yo y pero siempre con esa sensación de miedo contenido que emanaba por los poros …
Felicidades por el escrito
L P.
Jordi Inti
15/11/2012
Tras leer ‘Bioy’ me viene a la mente una frase para los conflictos internos en Perú, Guatemala y Colombia:»Ni olvido ni perdón».