Los Bárbaros es una revista impresa con base en Nueva York y una plataforma para la ficción en castellano que aglutina escritores y poetas que residen o tienen vínculos creativos con La Gran Manzana. Ulises Gonzáles (Lima, 1972), director de la publicación aparecida en 2014, nos cuenta de primera mano la génesis de un proyecto donde colaboran Juan Villoro, Eduardo Lago, Isaac Goldemberg, Mercedes Cebrián, Diego Trelles y jóvenes narradoras hispanoamericanas como Úrsula Fuentesberain, Fernanda Trías, Yini Rodríguez y Jennifer Thorndike, entre otros.
Nos han endulzado las orejas con historias de que sí existe una capital del mundo, un centro a partir del cual todo se expande. Ese lugar, dicen los creyentes, son unas islas, allá en Norteamérica, cerca de New Jersey, al sur de Massachusetts. Manhattan, Brooklyn, Bronx, Queens, Staten Island: así se llaman los cinco barrios que conforman este monstruo de más de 20 millones de habitantes conocido como Nueva York. Quienes no han llegado a pisar su suelo dicen también conocerlo, tal es su fama.
Tal vez atraídos por esa fama es que llegaron los bárbaros.
Los bárbaros son un grupo numeroso de hombres y mujeres que viven en Nueva York y utilizan como idioma de contacto el castellano. Algunos de ellos son aventureros, ciudadanos del mundo que cayeron por sus calles y se enamoraron: la miraron, creyeron sentir el magnetismo que irradiaba su gente y escribieron sobre ella.
Otros se quedaron a vivir por esos rumbos y cuando quieren explicar ideas tales como la multiculturalidad, la coexistencia o la vida en el siglo XXI, necesitan prenderse de imágenes que ellos conocen, instaladas entre sus avenidas, en sus parques, en alguna de las ventanas que mira al río Hudson o a su Parque Central.
Dice la leyenda que la revista Los Bárbaros nació una noche alrededor de una mesa, en un aula de un edificio sobre la Quinta Avenida y frente al Empire State. Fue una idea que flotó desde una conversación acerca de la crítica literaria. Un mexicano lideraba un seminario en el que participaban una griega, algunos españoles, un dominicano, una argentina, un colombiano, un estadounidense, una venezolana y unos peruanos. Se hablaba de una francesa que insistía en refundar una República de las Letras mirándonos desde París y de unos intelectuales latinoamericanos que insistían en recordarle a los europeos que la literatura también es interpelada desde otras ciudades que no tienen nada que ver con el francés ni el inglés. Esos críticos decían que si bien podían leer en esos idiomas, se consideraban hispanohablantes.
Ellos firmaban sus textos como Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges.
Se mencionó aquella noche que en las universidades de los Estados Unidos, los departamentos de lenguas y literaturas estaban constituidos en su mayoría por hispanohablantes. También se dijo que los críticos literarios franceses, a quienes aún se lee con admiración (entendiendo que suelen empalagarse con su legado) están siendo reemplazados por teorías escritas desde universidades en los Estados Unidos, por hispanohablantes. Era obvio que, incluso los franceses para decir todo lo que habían dicho y llenar todas las páginas que habían llenado, tuvieron que leer a Borges.
La verdad es ─se dijo entonces, invocando a Kavafis─ que los bárbaros no solo ya habían llegado a los Estados Unidos, sino que también habían tomado el control.
Esa conversación se convirtió en la idea de una revista. Uno de los peruanos que se sentaba esa noche alrededor de aquella mesa, en esa aula de la Quinta Avenida, llegó más tarde a su cama en los suburbios neoyorquinos, durmió bastante bien, y al día siguiente despertó con el proyecto revelado: una revista de formato pequeño ─como Poetry Review─ y que incluyera relatos, poemas y crónicas personales de quienes ven a Nueva York como punto de partida de sueños y de proyectos.
Cien páginas de texto, con portadas que dieran a conocer la verdad: los hispanohablantes somos parte importante de Nueva York, contribuimos desde hace muchos años a esa realidad de la ciudad multicultural, a esa mágica definición de centro del movimiento intelectual que se le endilga a las tres islas y los cinco barrios que la conforman. Entre los textos irían ilustraciones e historietas que jugarían con el mismo tema.
Así empezó Los Bárbaros. El primer número de la revista, impreso en la librería McNally Jackson en el SoHo de Manhattan, se presentó en marzo de 2014 en un aula del Graduate Center de la Universidad CUNY (City University of New York), muy cerca de la mesa donde empezó todo. En la portada estaban dibujados Borges viejo y Borges joven sentados en un vagón del metro de Nueva York. Borges joven tenía en la mano un ejemplar traducido al inglés de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Borges viejo miraba al infinito. El objetivo fue publicar tres revistas por año y organizar presentaciones y lecturas en cada número.
Así que cada ciertos meses, este primer año de vida, los bárbaros se han reunido en salones y librerías, convocando a los habitantes de Nueva York y a los viajeros que quieren alcanzarlos en la aventura, para seguir dándoles su mensaje:
Somos los bárbaros. Ya hemos llegado.
La revista Los Bárbaros proyecta lanzar tres números más en su segundo año. El número 4 estará dedicado a la poesía, el número 5 será una colección de crónicas que se presentará en la Feria Internacional del Libro de Lima en julio de 2015 y el número 6 aparecerá en el otoño neoyorquino, editada por un librero uruguayo que ha pensado en reunir 100 páginas de relatos eróticos de escritoras que viven en Nueva York. Se ha pensado en llamar a ese ejemplar: Las Bárbaras. También hay en proyecto una edición compilatoria, una presentación en Philadelphia, otra en Miami, en Madrid, en Barcelona, en Zaragoza, en Coruña, en Buenos Aires, en Bogotá.
Los Bárbaros piensan también en ser traducidos a otros idiomas. Ya sucedieron conversaciones preliminares con un editor de Words Without Borders. La página web también tendrá que crecer, habrá que conseguir financiación y promover la compra de los ejemplares que imprime por demanda la librería McNally.
Y como los bebés, bárbaros en estado natural, la revista tendrá que gatear un poco más, pararse y seguir andando. Queremos creer en lo que nos dijo el conductor chileno de un programa de entrevistas neoyorquino, entusiasmado por las posibilidades del proyecto:
Solo busquen crecer. Larga vida a Los Bárbaros.