Esta es la segunda y última entrega que Miguel Serrano dedica a Bill Evans. En esta ocasión, el autor aragonés se centra en la biografía de Peter Pettinger titulada How my heart sings en la que se recogen distintos aspectos de la carrera del jazzman y pianista estadounidense y que ha sido publicada en España por la editorial Global Rhythm bajo el título Vida y música de Bill Evans.
Bill Evans escribió la tercera canción de Kind of Blue, “Blue in Green”, pero en los créditos del disco el autor es Miles Davis. Algún tiempo después el pianista se lo reprochó al trompetista, que le entregó un cheque por veinticinco dólares. Un gesto de desprecio. ¿Qué más da? Tal vez fuese una broma de esas que los chicos blancos nunca serán capaces de entender
La anécdota aparece en How my heart sings, una biografía de Bill Evans que se publicó en 1998 en la editorial de la Universidad de Yale. El autor es un británico, Peter Pettinger, un pianista de formación clásica que murió antes de que su libro se publicase. Un seguidor de Bill Evans que fue a verlo a muchos conciertos pero nunca se atrevió a acercarse a él. Un profesor universitario, un fan ilustrado. No tan fan como para permitir que la historia del perseguidor sea más importante que la historia del músico al que persigue. No tan fan como para perdonarle todo a su ídolo. No tan fan como para colocar el cotilleo alucinado o hagiográfico por encima de la información.
El libro se publicó en español como Vida y música de Bill Evans (Global Rhythm, 2007), un título que no traduce el original. La elección es acertada: no debería traducirse el nombre de las canciones. Aunque tal vez el orden podría haber sido distinto: Música y vida de Bill Evans. A Pettinger apenas le interesa la anécdota (aunque no es puritano). Todo el libro se concibe como un intento de explicar la obra de Bill Evans, la música que ha quedado registrada (todo lo demás no existe ya).
La biografía se divide en cuatro partes: la primera, que cubre los primeros treinta años, solo ocupa cuarenta páginas y lleva por título “Birth of the Sound”. El capítulo dedicado a la infancia es brevísimo, diez páginas, a pesar de que se extiende hasta 1950, cuando el pianista ya tenía más de veinte años. A Pettinger le interesa la relación de la familia con la música, no los primeros amores. Si cuenta la rotura de un hueso infantil, es para que sepamos cuándo descubrió Bill Evans la importancia que la música tenía en su vida.
Al comenzar a leer la biografía de un músico algunos deseamos, tal vez por pedantería, que el libro ilumine la música y que no se detenga en hechos circunstanciales. Aunque sepamos poco (o nada) de teoría musical. Pero cuando encontramos un libro así, echamos en falta el cotilleo, la curiosidad que se podrá contar en las reuniones con los amigos.
Peter Pettinger es implacable. Escribe la biografía soñada de Bill Evans, que tal vez no sea la que queremos leer. Los amores, las drogas, las enfermedades, solo se mencionan de pasada, o cuando el autor los considera relevantes para comprender un disco, una canción o la elección de un título. Se detiene en el análisis de cientos de grabaciones y en la glosa de miles de detalles técnicos. El resultado es fascinante. Se hace difícil no acercarse cada diez minutos a la colección de discos (o al ordenador) para escuchar una grabación concreta, una de las encarnaciones de esa entidad variable que fue “el trío de Bill Evans”.
Percibimos, por ejemplo, el ímpetu de Philly Joe Jones (miembro intermitente del grupo) en la batería, que arrastra al piano hacia ataques y fraseos distintos, hacia una aproximación más “inmediata” (Evans y Jones fueron compañeros de juerga durante más de veinte años). El libro apenas nos dice nada de la personalidad del contrabajista Eddie Gómez, pero aprendemos a comprender qué lugar ocupa en el desarrollo de uno de los tríos más duraderos, en el que el contrabajo se apropió poco a poco del espacio, de la energía, de los gestos y de la ambición.
Por otra parte, la evolución de un músico depende en gran medida de sus compromisos profesionales, y How my Heart Sings nos informa acerca de las giras extenuantes por clubs y festivales de Estados Unidos y Europa, de las casas discográficas (de las grandes y de las pequeñas) y de las miserias de los contratos, de las grabaciones póstumas (oficiales o no), de la agente que también es amiga, de los libros de transcripciones en editoriales japonesas, de los pianos desafinados, de los fans que durante años van a los conciertos con una grabadora (y se sientan en la mesa que les permita grabar para la posteridad los conciertos de su ídolo).
Nos informa de la formación continua de un repertorio, de la forma de componer, de las colaboraciones (no siempre felices) con otros músicos, de lo difícil que tiene que ser improvisar cada noche (y no caer en la pose, en el cinismo, o en la actitud comercial del business as usual que puede verse todavía hoy en muchos festivales), de la imposibilidad de mantener una familia, de la imposibilidad de alejarse de las drogas, de la imposibilidad de tener una relación estable con un hijo.
Con la biografía de Peter Pettinger no aprendemos apenas nada de la personalidad de Bill Evans. Lo imaginamos discreto e inseguro, cordial. Sabemos que tenía facilidad para la lectura de música a primera vista y que le gustaba interpretar las obras de los grandes compositores de la tradición culta (no solo a los románticos: Bach es una influencia determinante).
Sabemos que leyó mucho a Thomas Hardy y que la confluencia de las drogas y una hepatitis diagnosticada muy pronto convirtieron su vida, en palabras de un amigo, en “el suicidio más largo de la historia”. Sabemos que quiso mucho a su hermano Harry, que también era músico (grabaron juntos The Universal Mind of Bill Evans, un revelador documental para televisión). Sabemos que la muerte de Harry Evans también lo destrozó, como le había destrozado la muerte de Scott LaFaro. Poco más.
Sin embargo, a pesar de todos esos vacíos, el libro de Pettinger ayuda a escuchar mejor a Bill Evans, a poner en contexto cada grabación, a desconfiar de los discos que él no autorizó, como desconfiamos de las novelas que se sacan del cajón (o del disco duro) de los escritores muertos. Es un libro que ayuda a escuchar.
La biografía se cierra con una extensa discografía de Bill Evans (discos oficiales y piratas, como frontman y como acompañante) que incluye 164 entradas (ordenadas cronológicamente) con la formación, la fecha de grabación y el repertorio.
En el fondo, es posible que la música sea suficiente, ahora que la conciencia se ha diluido. A lo mejor todo está allí, en las intuiciones, en la sucesión y superposición de acordes, en la posibilidad de encontrar el tedio, o la alegría, detrás de cada interpretación. Es posible que las palabras sobren.
Fran G. Matute
01/12/2014
«Al comenzar a leer la biografía de un músico algunos deseamos, tal vez por pedantería, que el libro ilumine la música y que no se detenga en hechos circunstanciales. Aunque sepamos poco (o nada) de teoría musical.»
Así es!