Nuestra colaboradora Luz M. Aranda entrevista al escritor Diego Muzzio (Buenos Aires, 1969) a propósito de la publicación de su primera novela El ojo de Goliat (Ed. Las afueras, 2024), una historia que transcurre durante la Primera Guerra Mundial y sus años posteriores. El libro de Muzzio nos explica los traumas del conflicto a través de unos personajes dotados de un yo pacífico y un yo guerrero en constante tensión.
¿Cómo has experimentado el paso de la poesía y los relatos a la novela?
Para mí, son procesos creativos totalmente distintos, de manera que no puedo establecer una comparación entre uno y otro. Siempre escribí narrativa, aunque no publicara, y sigo escribiendo poesía, pero son ritmos de trabajo y estados creativos muy diferentes. No pueden compararse.
Por lo general, cuando escribo poesía tengo que estar leyendo exclusivamente poesía, no puedo leer al mismo tiempo narrativa. Por el contrario, si estoy escribiendo narrativa puedo diversificar mis lecturas sin temor a que el trabajo se interrumpa.
¿Qué motivaciones has tenido para escribir un libro que trata de explicar los traumas de la guerra?
Lo primero que supe es que quería escribir una historia ambientada en un faro, y también me interesaba escribir sobre la Primera Guerra Mundial. Las piezas del rompecabezas se fueron ensamblando de a poco. Cuando escribo, parto de una idea muy general y la historia se me va revelando a medida que avanzo. No tengo más motivación que esa idea embrionaria y difusa.
No parto de un plan de escritura previo, no tengo una estructura anterior a la escritura de la historia que estoy intentando contar. La historia y la estructura van surgiendo juntas gracias al mismo proceso de escritura, de manera que estoy siempre predispuesto a las sorpresas que puedan surgir en el camino.
¿Qué ventajas y desventajas con respecto al lenguaje has experimentado al escribir una obra ambientada en un contexto de hace más de un siglo?
Me enfrenté al mismo problema en mi libro anterior, Las esferas invisibles, que transcurre en Argentina durante el siglo XIX.
En este tipo de texto hay que estar muy atento, porque a veces se nos pueden escapar palabras o conceptos que no se corresponden con la época. Después de un tiempo, uno se va habituando, pero de todos modos hay que ser muy puntilloso y detallista.
Yo corrijo mucho, de hecho creo que paso más tiempo corrigiendo que otra cosa, pero siempre se nos puede escapar algo
El desdoblamiento está presente en la novela, incluso se habla de un yo pacífico y un yo guerrero en constante tensión. ¿Cómo has desarrollado textualmente el tema de la dualidad?
Es un buen ejemplo de lo que te decía antes. Yo no fui consciente de que estaba trabajando el tema del doble hasta bien avanzada la novela. Una vez que me di cuenta de que estaba jugando con el doble, ahí sí puede exacerbar el efecto en el resto del texto.
A partir de ese momento, desplegué el tema del doble en todos los niveles, incluso en las citas que abren cada capítulo y en detalles nimios como el nombre del pub donde el psiquiatra encuentra a su antigua amante.
Como te decía, no hay ninguna intención previa a la escritura, más que contar una buena historia, una de esas historias que atrapan al lector desde la primera línea y no lo sueltan hasta el final.
En el libro está presente la figura del escritor Robert Louis Stevenson. Incluso has creado un personaje con el mismo apellido. ¿Qué representa el autor escocés en tu carrera literaria?
El Stevenson que aparece en la novela existió, y era de verdad el tío del escritor. Los Stevenson eran ingenieros, constructores de faros, salvo Robert Louis, la oveja negra de la familia.
Stevenson es un autor muy querido, al que vuelvo contantemente: La isla del tesoro y El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde son libros que releo una y otra vez, y en mí van siempre asociados con la alegría y el placer de la lectura.
En el libro hay una especie de preservación de la vida a través de la muerte: cuerpos embalsamados, antropofagia, automutilación, taxidermia… ¿Crees que esos elementos, paradójicamente, son los que mantienen con vida a los personajes?
Los personajes no hacen lo que hacen tan solo para sobrevivir, o al menos no se lo plantean desde ese punto de vista. En el libro hacen lo que hacen porque no pueden escapar a ello.
La mayoría de personajes femeninos aparecen en el libro asesinados, embalsamados, como fantasmas o limitados por creencias inflexibles. La única mujer que representa vitalidad y capacidad de mostrar afecto es expulsada…
Es cierto que Anne, la enfermera amante de Pierce en la clínica a quien te refieres, aparece poco, pero es un personaje importante, porque es la encargada de aportar algo de humanidad y calidez en ese ambiente tan sofocante, tan cargado de locura y muerte.
Anne es como una bocanada de oxígeno. Lo poco de luz que entra en el sanatorio es gracias a ella, a sus papelitos con mensajes de Alicia en el país de las maravillas y a su amor por el psiquiatra. Lamentablemente, Pierce no puede entregarse a ese amor, es incapaz de hacerlo, y cuando quiere aceptarlo ya es demasiado tarde.
El mar aparece en tu novela como un personaje (las olas buscan destruir, remover los faros), también como lugar de huida geográfica y mental. ¿El mar estará presente en tus futuros proyectos?
En efecto, en la novela el mar asume casi las características de un personaje en sí mismo.
En mi próximo libro aparece el mar, sí, pero de manera muy acotada, muy tangencial, y no con la importancia que tiene en El ojo de Goliat.