Una observación de la vida familiar y cotidiana: sobre ‘El teatro perpetuo’ de Franco Chiaravalloti

Fragmento cubierta de «El teatro perpetuo», Franco Chiaravalloti, 2024

 
Nuestro colaborador Ernesto Escobar Ulloa nos presenta El teatro perpetuo (Ed. Tres Hermanas, 2024), una colección de relatos breves de Franco Chiaravalloti (Buenos Aires, 1979), cuyo enfoque es la familia como la analogía de una obra teatral, que dura la vida entera, una representación perpetua con giros de guion existenciales y a merced de aplausos y abucheos.

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Definitivamente el género es el relato realista. Franco Chiaravalloti se hizo cuentista en España, algo del exilio argentino impregna sus ficciones, no en cambio la tradición del fantástico o del neofantástico. Tampoco estamos ante reminiscencias del realismo visceral.

Sin embargo, ninguna de estas afirmaciones puede hacerse enfáticamente. Hay chispazos de neofantástico y de crudeza en determinados momentos. Temáticamente podríamos decir que si Fabián Casas retrata una épica de barrio en Los Lemmings, Chiaravalloti lo hace de la familia.

Nada de metaliteratura, ni de protagonistas escritores.

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Franco Chiaravalloti, escritor

En cuanto a lo cuidado del estilo podríamos alinearlo a autores como Eloy Tizón o Julio Ramón Ribeyro. La clave: una penetrante observación de la vida cotidiana, principalmente de la vida doméstica, de ahí el título que bien agrupa los relatos: el sempiterno papel que cumplimos en el seno familiar. Asimismo queda una huella de su experiencia viajera, que arrastra de su libro predecesor Insular, en “Skakavitsa” por ejemplo.

El teatro perpetuo es una colección de relatos que van de lo crudo a lo enternecedor, de lo heroico a lo denigrante, honestos, sinceros, contados con las palabras justas (cabe recalcar que el autor ejerce de profesor del taller de narrativa breve en el Ateneo barcelonés).

Lo generacional tiene que ver con narrar el envejecimiento y la muerte de los padres, un tema recurrente con el que sus contemporáneos podemos sentirnos identificados. “Decidir por mí”, “El otro Eric” y “Del viento” son ejemplos de ello.

Mariana Enríquez penetra en el hogar a través de lo terrorífico, Chiaravalloti pule lo cotidiano hasta que arroje luz sobre los personajes. Siete de los cuentos están narrados en tercera persona, cinco en la primera. “Abrasadoramente”, el último, es el único narrado en la primera persona del plural, tratándose de una fantasía onírica colectiva resulta coherente.

Chiaravalloti se mueve bien en todas estas voces narrativas, incluso cuando se trata de una primera persona mujer.

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El relato titulado “Decidir por mí” narra la vuelta a un hogar del que la familia entera emigró menos el padre, que decidió quedarse a costa de su propia soledad en la vejez. El desarraigo cobra cuerpo cuando se vuelve al lugar que no volverá a ser nuestro. Sobre el país de acogida se dice:

Un día advertís que te causan risa los chistes de esos programas de TV que antes te resultaban tontos o que incorporaste a tu habla cotidiana giros propios de la lengua de acogida, te sentís adaptada al nuevo país e inadaptada al nido familiar. Ya fortalecida, dejas que el viento te lleve. Yo fui la primera en volar: me fui a estudiar a Londres.

En “Skakavitsa”, por su parte, una pareja de esposos es puesta al límite por adversas condiciones atmosféricas y deficientes servicios en una ruta de montaña, en Bulgaria.

Skakavitsa y una flecha, eso decían todos los carteles con los que se topaban, escudos en chapas oxidadas. Seguro que no los cambian desde la época de Stalin, dijo Emilio, entre un jadeo y otro. Mierda de país.

La desesperación, el enfado, sacará lo peor del marido. Skakavitsa adquirirá otro significado a partir en entonces. ¿Quién no tiene atravesados algunos nombres de ciudades o pueblos?

En “Matar el nervio” una pareja de hermanos pequeños quedan solos en una casa perdida en el campo, en Paraguay, su padre marcha en busca de empleo mientras ellos se quedan ante un pozo que debería empezar a suministrarles agua. A la niña una muela la está matando de dolor.

El pequeño le repite tengo hambre, tengo hambre, lo único que le escucha decir desde ayer.

Insular, 2020

Al principio parece que la llegada del agua abrirá una esperanza (“Hierve arroz y dos huevos en una misma olla”) y que las buenas nuevas sobre el padre aliviarán sus males, pero el dolor persiste. Habrá que jugar una última carta. Uno de los cuentos más logrados, a mi parecer.

“Puerto De la Cruz” narra un caso de violencia doméstica vivido por la familia de la víctima. “Por unos segundos fui incapaz de relacionar aquel montículo de vendas, sabanas, vías, máscara de oxígeno y moretones con mi hermana Celia” (tema del que, por cierto, trata el último Pulitzer, de Cristina Rivera Garza, El invencible verano de Liliana). El victimario se da a la fuga y la hermana de la víctima se propone salir en su búsqueda. La peripecia acaba en una caravana, con ella empuñando un cuchillo.

Otro relato magistral es “Basura”, en el que una pareja que se muda a un nuevo barrio recupera la fogosidad sexual al iniciar una lucha contra autoridades municipales por un servicio deficiente en la recogida de basura:

Salieron del ayuntamiento sintiéndose cabecillas de un comando revolucionario que, con el rostro pintado y machete en mano, se abría paso por la selva frondosa.

El asco es el elemento central de una historia no recomendable para tiquismiquis.

Al primer embate inesperado, de una especie de confabulación de carácter neofantástico (que recuerda a “Casa tomada” de Cortázar), se ven forzados a recular, quizá para recuperar fuerzas y volver a la carga.

Franco Chiaravalloti, 2024

En “El otro Eric”, una madre en agonía fuerza el regreso de su primogénito. Los otros dos hijos llevan cuidándola un tiempo cuando el mayor llega de tierras lejanas. Una vez en casa descubre que no lo reclamaba a él, si no al otro Eric. Su estancia durará el tiempo en que la madre tarde en morir. Antes de ello encuentra en un armario los retratos de alguien que tiene un aire a él, en diferentes edades de la vida. Intrigado pasará aquellos últimos días, ejerciendo de hermano mayor hasta toparse con un imprevisto reencuentro del pasado.

“Para que nunca te falte de nada” es, para mí, el relato mejor logrado de la colección. Una mujer marcada por su fisonomía desde su tierna infancia queda relegada a un lugar sombrío ya no solo dentro de su propia familia sino en el pueblo. Abandonará el hogar familiar para casarse mediante una agencia matrimonial. Más adelante recuperará por fin la ansiada libertad en Madrid. La fortuna parece asomar como un destello en el horizonte y abrir un camino de esperanzas, el engañoso camino del estrellato y la fama.

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El teatro perpetuo es pues una colección de relatos que reafirma a Franco Chiaravalloti como una de las voces más interesantes de la narrativa breve que se publica hoy en día en España.

Sobre el autor
Nacido en julio de 1971 en Lima, es profesor de español y periodista cultural. Colaborador de «Cuadernos Cervantes» y «Lateral», entre otros, fue editor de «The Barcelona Review». Reside desde hace dos décadas en Barcelona, donde fundó en 2009 «Canal-L», medio de entrevistas en vídeo a los escritores más destacados del momento. Es autor del libro de relatos «Salvo el poder» (2015) y «El viaje sacrílego» (2001).
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