Versos ciertos y severos: un recorrido por la obra poética de Teresa Shaw

Fragmento cubierta «El lugar que contemplas», Teresa Shaw, 2009

 
A través del siguiente texto, nuestra colaboradora Maite Jou realiza un recorrido por la obra de Teresa Shaw Urioste (Montevideo, 1951) y nos aproxima a puntos clave de su poesía: la luz, la oscuridad, el silencio, las dimensiones del animalario, la búsqueda, el multiverso y la conciencia social. Teresa Shaw es traductora y docente, y es autora de los poemarios Todo es deriva (Animal Sospechoso, 2022), Cabañas del desierto (Animal Sospechoso, 2019), El lugar que contemplas (March Editor, 2009), Destiempo (March Editor, 2003) y Evocación de la luz (Ed. Bauma, 1994). 

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Teresa Shaw nació en Uruguay y se ubicó casi siempre en Barcelona desde sus 25 años. Vino muy aprendida en literatura por la Universidad de la República e hizo allí, además, sus pinitos pictóricos con Torres García; pero fue aquí donde se licenció en Filología Hispánica y opositó como docente. Ha publicado cinco libros poéticos, el primero en plaquette.

Jaime D. Parra situaba a Teresa Shaw entre Las poetas de la búsqueda (2002), entonces dentro del grupo de postnovísimos residentes en Barcelona. El crítico glosaba en cinco puntos las temáticas de sus antologadas: la noche, la muerte, la búsqueda, el yo en la ciudad y los intertextos. Repasando la obra de Teresa Shaw antes y después de este ensayo, cumple cuatro de los cinco puntos establecidos por Parra, pero, según mi parecer, no con el último, el de los intertextos.

Forma parte, pues, de este grupo de interesantísimas poetas de Barcelona (Anocrelab) junto con Carmen Borja, Neus Aguado, Marga Clark, Esther Zarraluki, Concha García, Rosa Lentini, Gemma Ferron, Ana Becciu, Carlota Caufield, Cinta Montagut y Nicole d’Amonville.

Por supuesto, Teresa es poeta de búsqueda.

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A mí me ha sucedido algo peculiar leyendo la poesía de Teresa Shaw. En un poema mío –publicado en Objectiu fotoliterari de la Casa del Artista en la Sénia (2021), titulado “Melodia dels silencis”– justifico la calidad de un poema en cuantos silencios me ocasiona. Sintiendo, me voy fácilmente por los cerros de Úbeda, precisamente porque nunca he estado por allí sin dejar de estar en ellos siempre. Pero leyendo la poesía de Teresa ha habido una significativa variación: no se han producido especialmente silencios, que sí, claro; lo que más me ha ocasionado ha sido un desbaratamiento de olores y sensaciones físicas.

Similar a la magdalena de Proust, pero en el olor del naranjo bajo la lluvia o sintiendo el frío de la desolación de los mundos, en plural intencionado, junto a la calidez de una mariposa posada en una mano o la corola de una flor, imágenes escogidas como conciencia de todos los universos planetarios y más.

Me ha resonado su poesía, pues, en fragancias, escalofríos o sofocones. Literal, no miento.

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Teresa Shaw, poeta

Los poemas de Shaw contienen algunas temáticas e imágenes recurrentes. Una de ellas es la noche, o su genérico: la oscuridad. De hecho desde el primer verso de su primer libro, Evocación de la luz (1994): “El temor ahonda el pozo de esta noche”; en el último verso de su segundo poema: “la noche es el centro”; e incluso en el tercero: “profundizaré en el pozo de esta noche”. Porque, en los miedos o también en el territorio, “La noche es oscuro resplandor” que te coloca “en el umbral de ti misma” para ir hacia la otredad en el mundo:

Madurar sobre la tierra / aspirando la noche: / Echar raíces / como un cuerpo enmarañado

Oscuridad: Tan maravilloso es leer en un poema de Júlia Bel que alguien ilumina la luz, como leer en Teresa Shaw que la oscuridad sea destelleante. Junto a ella se sitúan también los umbrales trascendentes o un diluirse en los límites de uno mismo y formar parte de un todo.

Estos temas surgen de nuevo en su poema “Despertar”, del apartado Agua en Cabañas del desierto, su penúltimo libro:

Noche cerrada. / Luz desnuda / cuyo resplandor secreto / indica el camino, / donde no hay camino

Aún en el mismo poema redunda:

Regresas / a esa soledad / donde solo la noche es guía / y la luz, aun la más intensa, / nada ilumina

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Sucede también que el lector puede a través de sus versos “descubrir América”, pero estrictamente en su naturaleza más superlativamente ínfima.

Así vas conociendo en sus versos pajarillos como el teo-teo, cuyo canto “rapta / la línea del cielo / en el horizonte”, el benteveo que dice “ya es mañana” (del poemario El lugar que contemplas), o el mirlo que se asusta y huye (Destiempo) o canta y es lo único que basta en el camino del bosque (de su último libro Todo es deriva). Incluso en una secuencia biográfica, halla la poeta en el jardín a la mamá mirlo en duelo por un huevito malogrado. En general, me dice Teresa, sus pájaros son su propia voz poética, tan versátil que adopta distintas formas.

Hay otros animalillos –muchos– en sus páginas. La liebre se presenta cual “resplandor / que asalta la noche”, pececitos deslumbrados por la luz, surge el zorrillo en cuyo lomo se inscribe la Vía Láctea, percibes una culebra al acecho (El lugar que contemplas), todos ellos “A la sombra del paraíso”.

Cuando vi este apartado de El lugar que contemplas, imaginación delirante, me sugirió una visión de la humanidad desde esos inicios que, ya sabéis, fue castigada al trabajo y a los partos con dolor hasta ahora que, con la IA y los artilugios, igual incluso se ve expulsada de la misma sombra.

Pues no: «el paraíso» es un árbol, de hecho invasor, que se propagó por Sudamérica en el siglo XIX. Aun así, su nombre es tremendamente sugerente y por ello lo escoge. También gusta de la mariposa, símbolo universal de la espiritualidad, posada sobre una mano “y, a nuestro alrededor, / ya todo era mortal.” (Destiempo), por supuesto. Y de un escarabajo sugerente, kafkiano porque nace de la escritura; pero de él hablaré después.

Por último, los caballos, inherentes a la infancia de la poeta en su Uruguay nativo, que forman parte de ella misma y de su poesía. También lo han sido para mí, sin esa facilidad de trote porque soy de asfalto, pero comparto su pasión.

Guillem Vallejo, 2012

Otro elemento fascinante han resultado los “pescadores de púrpura”, que existen como oficio, en especial en la costa del Pacífico, porque buscan unos moluscos de los que extraen el tinte púrpura para vestidos del folclore tradicional y otros. En la antigüedad también se hacía en el Mediterráneo, pero lo he sabido ahora.

Paradoja del gato de Schrödinger, a la vez vivo y muerto mientras la caja siga cerrada. Teresa en un poema ve, en un yo y , un escarabajo muerto y el mismo correteando. Pero, cuidado, el escarabajo sería desde Kafka leído a modo de figura del escritor incomprendido por la familia y la sociedad porque no cumple con las obligaciones pecuniarias.

Y es ella misma en diálogo con su yo poético quien observa ese fenómeno cuántico del principio de incertidumbre, tan creativo en la interpretación de la realidad, por cierto. Incluso en el microcosmos del plancton marino, que le lleva a un “ahorismo”, en término de Guillem Vallejo: “Si lo que no vemos existe, / lo que vemos es pura ilusión” (Cabañas en el desierto).

Le sigue “sueño”, pero no quiero acudir a referencias barrocas.

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De hecho, la poesía de Teresa Shaw es un multiverso con dos mundos principales, Uruguay y Cataluña, entre los cuales se desplaza físicamente con cierta frecuencia y también poéticamente.

Una de las partes del libro El lugar que contemplas se dedica a sus espacios infantiles en Uruguay: Comedor, cocina, galería o guardarropa donde “callados abrigos / cuelgan la soledad / y guardan / la de toda la casa”. Mientras, la madre barre en el exterior tal vez el desierto interior. Y juegos infantiles, como el frío, frío, caliente, caliente al que también solíamos recurrir para entretenernos por aquí.

Hay más mundos en su multiverso, porque también están los de la guerra, con sus soldados y sus niños, los campos de refugiados inmigrantes o exiliados, tan fríos metafórica y literalmente, la violencia de género o un limosnero en la calle, por ejemplo. La suya es una profunda conciencia social que, en especial en su libro Destiempo, nos lleva a parar mientes en esas realidades que a veces vivimos como extemporáneas y no lo son.

Una guerra del Golfo, la de los Balcanes o un 11-S, por ser la época del poemario, y sus pogromos, saqueos y matanzas, cuando sucede que “la ciudad crece dormida / en medio de los escombros” (Cabañas en el desierto); pero a colación también cómo se lapidó a Aixa en el 2008 en Somalia por adulterio (Cabañas en el desierto) o el “Suicidio de una muchacha desconocida”: “Entre las ramas / deposita la muchacha / el frío, un pájaro / sellado en la piel de la hoja” (Destiempo) y así “restablecer el bosque”, significado pleno de deshacer los límites.

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Este es otro de los temas recurrentes en la poesía de Teresa Shaw: desintegración de los límites en el anima mundi.

En el apartado El pozo de Cabañas en el desierto nos dice:

Destruidos los bordes, / en el vasto lecho iba creciendo / de norte a sur / un océano amargo, sin esperanza

Y en el mismo poemario, pero en el apartado El agua:

Soy la choza / me deslío con el barro / de muchas inundaciones

Al desintegrar los propios límites la hallamos también cantándose a ella misma en la otra orilla –y no es la única, por ejemplo Jaime D. Parra y su Wyoming, en “Ahora que me he muerto” (Destiempo). Entonces se describe con “el pelo suelto, / libre de dulzuras, desasida ancla” para poder llegar a todas partes.

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Teresa Shaw, poeta

No puedo dejar de destacar la cuestión de lo sagrado, también presente en toda su obra, y su desacralización.

Por ejemplo, el título de su penúltimo libro, Cabañas del desierto, se toma del Éxodo, Antiguo Testamento. Ya me diréis si era necesario que Moisés tardara 40 años en conducir a su pueblo por el desierto y encima perdiera la paciencia por su falta de paciencia. En fin, que según algunos estaba entretenido en escribir, que no Dios, uno el Pentateuco, el otro solo los diez mandamientos. Con lo cual y, por cuanto sabemos aún debía suceder, yo también diría con Teresa: “Apártanos de cualquier tierra prometida” (Cabañas en el desierto). Aunque esa afirmación tiene más visos de política que de trascendencias.

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Leer la poesía de Shaw es como ir de puntillas por la vida, casi marcando una partitura musical.

Cada punto de su pentagrama poético –y pienso especialmente en su último poemario, Todo es deriva– parece señalado por algún pájaro que solo ella percibe en su canto porque es el suyo propio, el de su poesía.

Esos punto y seguido continuos en esos poemas que se inician en minúsculas y no guardan un orden lógico porque tanto pueden ser una frase simple, la mayoría, como compuesta, como un sintagma preposicional o uno nominal, o un adverbio a solas.

Viene a ser como el canto de cualquiera de sus pajarillos.

Todo es deriva finaliza así:

y para comprender sin comprender. escribo palabras

 

Sobre el autor
(Barcelona, 1958). Es doctora en Filología Hispánica por la UB, poeta y fotógrafa. Autora del libro «Hora de sortida» (Plaquetona-Vilamarins, 2017) y de artículos sobre literatura y poesía en revistas como Alga, El Ciervo, o CSIC. Ha organizado proyectos culturales, entre ellos «Homenaje al poeta y artista Antonio Beneyto» (La Virreina, 2022) o el proyecto poético-fotográfico «Poesia a cop d’ull» en septiembre de 2024 en Pati Llimona, Barcelona.
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