Rebeca Baceiredo: «Hay una moral de esclavos muy intensa bajo esa consigna de libertad neoliberal»

Fragmento cubierta «Mueve tus labios en la plegaria». Ilustración: Silvio García

 
A raíz de la reciente publicación de Mueve tus labios en la plegaria. Saber ligero en el siglo XXI (Tercero incluido, 2024) entrevistamos a Rebeca Baceiredo (Ourense, 1979), autora en lengua gallega y que publica por primera vez en castellano. El libro es una intersección entre el diario de viaje y meditaciones, centradas en un recorrido por los procesos de subjetivación en el capitalismo terminal a través del consumismo compulsivo, la formación, las redes y las relaciones sociales para ordenar el pensamiento sobre el mundo contemporáneo. Baceiredo, en diálogo con Raúl Olivencia, nos habla, entre otras cosas, del concepto de libertad, de la textualidad intergenérica y de la amistad como praxis filosófica.

En gallego has publicado una decena de libros, pero hasta ahora no habías publicado nada en castellano, ¿qué te ha motivado el cambio de lengua? ¿Una mayor proyección o hay también un cambio de estilo?

Escribo en gallego, es mi lengua. A pesar de que ciertas manifestaciones culturales se han proyectado fuera de los circuitos socio-culturales de Galicia, el tejido que permite otras con menos posibilidades comerciales se sostiene, supongo que como en otros lugares, gracias a mucha implicación de algunas personas. Esto conlleva unos límites a la hora de sostener esa producción o creación.

Rebeca Baceiredo, escritora

El hecho de que sea una lengua minorizada significa que no se desarrollan dinámicas lectoras suficientemente amplias, y eso es una realidad difícil para las personas que intentan asegurar la publicación de expresiones no hegemónicas, o la producción y distribución, en otros ámbitos.

Aunque has escrito principalmente ensayo filosófico, también has publicado obras de narrativa, como Éxodo (Ápeiron, 2020) y de poesía, como O canto da Sibila (Galaxia, 2016) o Who the fuck is Alice? (Urutau, 2022). ¿Qué te atrae de cada uno de esos grandes géneros literarios? ¿Te interesa su hibridación?

No sé, el ensayo puede ser escrito de forma técnica: investigas, organizas el material, escribes. Necesita un estado de concentración determinado, pero no de inspiración. Precisa también, claro, un tempo, una distancia en la que emergen conexiones, por eso no es algo puramente mecánico.

La poesía es una voz de la conciencia que surge, en mi experiencia, cuando puedes situarte en ciertos flujos de la realidad, de manera que sea posible una relación poética con ella, un pensamiento poético sobre ella.

De la narrativa no me interesa la trama, de manera que no soy capaz de hacer novelas o relatos que entretengan, en el sentido convencional. Quizá es que como lectora me interesan más otro tipo de textos. Lo que veo en ella, a la hora de escribirla, es una potencia de dejarse ir. Creo que puede resultar más divertido que escribir ensayo o artículos académicos, que a mí me dan un placer distinto, un esfuerzo que me sitúa en un plano de serenidad, contemplativo, en el sentido griego.

Concibo la literatura como una forma de expresión más que de comunicación, de manera que lo que se ofrece es un viaje a lxs lectorxs. Creo que se acerca más al arte que a la divulgación.

En relación con la pregunta anterior, Mueve tus labios en la plegaria. Saber libero en el siglo XXI es un libro de filosofía, por el contenido, pero introduces capítulos intercalados más propios de la narrativa que de la filosofía, ¿qué aporta una a otra?, ¿hay una forma canónica de escribir filosofía?

Es como si dijese, inconscientemente: es mi manera de acercarte la reflexión, relacionándola —a veces por aposición— con la vida diaria, con la observación cotidiana del mundo. Puedes dar clases o puedes hacer manuales, pero creo que la manera de aproximar ciertos aspectos filosóficos en poco tiempo o espacio pasa por conseguir una evocación no siempre obvia, a veces una simple intuición.

El libro se abre con una cita de Tocqueville («La libertad es una sensación») y otra de Aristóteles («Sin amigos nadie quiere vivir»). ¿Por qué las has seleccionado?

Porque el libro habla de cómo se genera una sensación y un deseo de libertad, y creo que tiene que ver con la captura que las derechas y sus think tanks han hecho del concepto. El propio sistema, no hace mucho, la presentaba como algo dado: cuando hace diez años preguntabas a alguien si se sentía libre, la respuesta más común era la afirmativa. Ahora parece que es algo que debe reconquistarse: el discurso de la derecha más escorada hacia la zona ultra insinúa o reitera de forma explícita que es algo usurpado por políticas progresistas. En cualquier caso, la máquina económica y los procesos de subjetivación están ahí.

Por otro lado, la amistad es esa realidad que no interesa tanto al capital, que se sigue centrando en las pequeñas diferencias de los amores de pareja (abierta, cerrada, más romántica, más pragmática o del tipo que sea). Sabemos que otras culturas valoran el cultivo de la amistad. Para la filosofía es algo esencial, ha sido bastante pensada y hay muchos ejemplos de amistades personales y, a la vez, filosóficas o intelectuales. La propia filosofía es una amistad.

Deleuze y Guattari, 1976

Además, esa amistad, concretamente en el caso aristotélico, no solo es una cuestión personal, es algo que ha de estar presente entre los miembros de la polis. Frente al socius siempre a punto de disolverse que nos ofrece el neoliberalismo, como decía Deleuze, y que se traduce en niveles de hostilidad y violencia ascendentes, habrá que recordar la philía política.

¿Qué hay de tu experiencia docente en el libro? ¿Se pueden impugnar desde la docencia las nuevas pedagogías de marcado signo neoliberal o revertir esa inercia en el sistema educativo?

Aprendo mucho en las clases. Cuando alguien recibe algo, algo intelectual, y lo devuelve, esa devolución siempre es distinta y genera vías de pensamiento. La docencia implica una aproximación al que escucha, y eso hace que te encuentres con algunos «por qué» olvidados, con conexiones que en movimientos más abstractos acabas dando por supuestas o ignorándolas.

Además, se aprende porque observas el decir de las nuevas generaciones. Y ofrece, también, la posibilidad de aprender en unos niveles muchos más profundos, ligados al hecho de relacionarte con otrxs.

Con respecto a la impronta de las dinámicas neoliberales en la educación, creo que secundaria está, de momento y quizá por poco tiempo, menos absorbida por ellas, aunque desde ciertas instituciones trabajan duro para conquistar absolutamente ese espacio. Creo que sucede como en el resto de las esferas de la vida: vemos cómo la máquina no ha parado, funciona muy bien, volviendo a Deleuze. Es difícil generar contraestructuras o estructuras alternativas, por cuestiones micro, de afectos ontopolíticos, y macro, por dinámicas de poder que nos exceden.

Pero supongo que intentar generar líneas de fuga es una manera de estar en el mundo. Como los gatos, que están siempre localizándolas. No todas son igual de capturables, no todas son esencialmente buenas.

Rebeca Baceiredo, 2024

Sucede en ese sentido también en el sistema educativo, y es que observas subjetivaciones, personas, que buscan semióticas con las que explicarse —y explicar el mundo en el que viven— distintas a las que encuentran en las formas de socialización hegemónicas, porque estas no les satisfacen. No políticamente o ideológicamente, sino existencialmente. Mucho malestar viene de ahí…

El título del libro remite a una cita de Pascal revisitada por Althusser, ¿por qué rescatarla?, ¿a qué virtualidad remite o qué tiene de actual?

Por un lado, parte del libro es una especie de pequeño diario de viaje, como unas meditaciones sobre estar en el mundo en este momento. La cuestión central es que el neoliberalismo en su etapa actual tiene mucho, como decía Walter Benjamin, de religión y, como analizó Eva Illouz, las creencias se interiorizan a través de rituales asociados. Aparecen gurús a los que algunas personas se adhieren con una actitud cercana a la que veíamos en las sectas del final del milenio.

Incluso en zonas sociológicas más centrales se repiten los dogmas como mantras, no con respecto a discursos que se vierten sobre los distintos ámbitos de realidad, sino al propio modelo socioeconómico. Ese realismo capitalista que Thatcher situó en la transformación de las almas para el fin económico. Se ha integrado, por ejemplo, que no hay alternativa y que lo económico es el fin y no el medio.

Es bastante absurdo, porque las formas económicas son medios para vivir. Vadeando el campo deleuziano, se subjetivan las psykhés por modulación, preparadas para fluir según el deseo, pero un deseo sistemáticamente codificado, por eso cualquier evocación a la planificación económica es demonizado como una usurpación de la libertad. Necesariamente para el sistema, ese deseo es todavía fragmentado y transcendente, pero viste como un guante el modo de vida, de manera que se confunde con ella como si se hubiese recuperado la inmanencia del mismo.

Mark Fisher, 2009

Aun así, se habla constantemente del proyecto de vida de cada unx, y no creo que en un sentido orteguiano. Es la conciliación de la terminología empresarial y el yo hiperbólico, emplear esa expresión concede la sensación de singularidad o exclusividad, lo que le encanta al sujeto posmoderno, y de libertad, claro.

Es una suerte de religión de la acción, de soluciones rápidas, de eficacia. Por lo tanto, no se hacen preguntas. En caso de formularse, las respuestas no pasan por un pensar, pasan por intentar bloquear el desarrollo del pensamiento con frases estandarizadas. El bloqueo del pensamiento es la manera en la que creo que el sistema genera una distancia del sujeto con el mundo, afianzando el solipsismo moderno.

Lo hace con una suspensión del sentido, con una epokhé inducida que no se resuelve. Se programa a los individuos para la reacción rápida ante el estímulo y se les despoja de la posibilidad, del tiempo, de la energía, de las herramientas conceptuales, para organizar esa experiencia del mundo, de la vida.

De hecho, el capitalismo inicial compraba el ser de la clase obrera, tiempo y energía, pero en el neoliberalismo lxs trabajadorxs tienen que comprarle al sistema el tiempo y la energía expropiados. Y esta es la deuda más radical. Sigue funcionando con la deuda, claro, y con ese envés de culpa que reconoció Nietzsche, ese schuld… Hay una moral de esclavos muy intensa bajo esa consigna de libertad neoliberal.

Y ya para terminar, te quería preguntar por tu «ascendencia» deleuziana. Tu tesis doctoral está dedicada al pensamiento de Gilles Deleuze. Cuéntanos si sigue siendo tu interés filosófico principal o si, tal y como pronosticó Foucault, podemos considerar deleuziano al siglo XXI. Y, más en general, ¿cuál crees que puede ser el papel de la filosofía en la actualidad, cuando los datos, la información al por mayor y las redes sociales parecen exorcizar la posibilidad de la reflexión crítica, del tiempo que lleva, aniquilado por una nueva entrada, un nuevo comentario o un nuevo post?

Sí, aunque después de explorar un terreno parece que algo se agota ahí, creo que el análisis y la propuesta ontoética y política deleuzianas siguen siendo herramientas que permiten entender —y desarticular— el panorama actual. Quiero decir que considerar un capitalismo axiomático que funciona con dobles articulaciones o procesos de subjetivación por modulación, a eso que se le llama flexibilidad y resiliencia, son, entre otras, nociones básicas para ordenar el pensamiento sobre el mundo contemporáneo.

Ayuda a no quedarnos enmarañadxs en el aluvión de aspectos aparentemente caóticos que imposibilitan el poder pensarlo, y así situarnos de manera activa ante él. Creo, entonces, que la filosofía, o la posibilidad de pensar, es siempre muy necesaria, en el sentido de Arendt, esto es, para evitar los totalitarismos que, por cierto, además de la falta de pensamiento, se caracterizan por la ausencia de espacio común o por la toma de decisiones políticas como si fuesen científicas o técnicas.

Una vez definido ese paisaje, parece que se acaban solicitando. No ocupan nuestras esferas privadas, se comparten con gusto. Muy a menudo se presentan al principio con discursos deseables, gracias a cierta demagogia, incluso emancipadores (al menos para algunos, lo que funciona como grupo de bien en las formas clásicas de fascismo).

Entonces, entiendo, por mis filias, los conceptos como herramientas y pensar es, en un primer nivel, conectar con coherencia juicios establecidos a partir de categorías que han de coincidir con aspectos de la realidad. Eso ayuda a estar algo ubicadxs y a evitar ciertas consecuencias para lxs demás.
 

Sobre el autor
Editor en Tercero incluido, autor de «Clase turista» (2018) y «La vida nocturna de M. Rajoy» (2022), autónomo en lo político, es decir, comunista, autónomo en lo laboral, es decir, vivo en la «intimidad» la contradicción capital-trabajo. Instagram: @olivenciaraul. Twitter: @raul_olivencia
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