Agustín Fernández Mallo es, probablemente, una de las figuras más destacadas en la renovación de las letras en lengua española de los últimos años. Es autor de títulos como El hacedor (de Borges), Remake, la conocida trilogía Nocilla, el ensayo Postpoesía. Hacia un nuevo paradigma y los poemarios Carne de píxel y Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus, entre otros. En la siguiente entrevista, Mallo nos habla de algunos aspectos clave en su forma de concebir la escritura y de las conexiones con otras disciplinas.
Tu actividad como artista rebasa lo estrictamente literario y se conecta en muchas ocasiones con otras formas de expresión poco habituales para un escritor, sobre todo en el caso de España. Me refiero, principalmente, a tu proyecto musical Frida Laponia, Filmar América o la perfomance Fernández & Fernández que realizas con Eloy Fernández Porta. ¿Son incursiones puntuales en otras disciplinas, divertimentos, o forman parte de tu manera de entender el arte y la creación en general?
Me considero escritor, y el resto de cosas son flecos que la escritura no puede atar. Eso sí, todo me lo tomo con igual seriedad e intentado dar lo máximo de mí. Caso aparte son las incursiones de otras disciplinas dentro mi literatura, dentro de una obra en concreto –cómic en Nocilla Lab, vídeos hechos por mí en El hacedor (de Borges), Remake–, es decir, otros lenguajes que no son propiamente los de la literatura. En este caso ocurre que de pronto veo que hay algo que puedo decir mejor de otra manera, y lo hago sin más. Creo que hoy el escritor tiene suficientes herramientas de trabajo como para poder decidir tranquilamente qué operaciones son pertinentes en cada momento concreto de su obra. Todo responde a una manera de entender la creación, en general: trabajar también con los extrarradios.
¿Qué podrías contarnos de Frida Laponia? ¿Es para ti una manera de experimentar con la narrativa en otro contexto? ¿Qué opinas del auge actual del spoken word?
Mi trabajo con Juan Feliu en Frida Laponia es algo que sólo me ha dado y me da alegrías. Fue apasionante trabajar con un músico de su talla , y con el que me une amistad, en canciones tan espontáneas. Todo salió muy rodado. Trabajamos el disco intentando minimizar al máximo los prejuicios estéticos, uniendo y entrelazando acordes y textos de la manera que nos apetecía. Hacíamos lo que nos daba la gana, y el resultado es fresco al tiempo que interesante, creo. Respecto al spoken word, bueno sí, es muy interesante y creo que las cosas más experimentales en poesía se están haciendo en ese campo. Trabajar con Eloy es también algo que sólo me da satisfacciones, y creo que combinamos nuestros respectivos trabajos en un formato bastante nuevo y generador de hallazgos. Pero también es verdad que yo no soy animal de escena, lo mío es más estar en mi mesa de trabajo, comunicarme con el mundo en diferido, no en directo.
Hablando de Fernández & Fernández, ¿cómo conjugas la actividad social de la performance con la soledad propia de la lectura y la escritura?
Pues es lo que te decía. Me encanta lo que hago con Eloy porque su trabajo me parece excepcional, una singularidad que aporta grandes hallazgos –no es una producción autista–; además, somos muy amigos, hay mucha confianza, sabemos que ninguno defraudará al otro y eso da mucha tranquilidad. Sobre la actividad social, bueno, mira, cada semana tengo algún viaje de trabajo, y eso es muy cansado, al menos para mí, que no me gusta viajar. Por no hablar de las promociones y entrevistas, etc. Pero siempre que puedo regreso a mi casa, en Mallorca; lo cierto es que “aislado” estoy mejor.
¿Qué importancia concedes como escritor al concepto de performance en la literatura, es decir, en el libro propiamente dicho y también en el caso de los blogs, que es quizá más evidente, ya que existe el feedback del público casi en tiempo real?
El feedback en tiempo real está muy bien, pero también creo que es un concepto un poco sobrevalorado. Yo escribo, ya sea en libro, o en blog, para mí, en primer lugar para mí, por una investigación estética, poética, lo haría aunque no tuviera lector alguno y, de hecho, he estado muchos años haciéndolo sin que nadie me conociera –lo que hoy se conoce de mí no salió de la nada, había detrás muchos años de trabajo personal, por el mero hecho de disfrutar inventando un mapa, un trayecto estético–. Si después todo eso tiene un buen feedback y si además ese feedback es en tiempo real, pues fenomenal, pero, desde luego, no es ése el cometido de mis actividades. Si lo fuera, me hubiera dedicado a hacer cosas más “normales”, con una respuesta de público más directa –teleseries, música para O.T., cosas así–.
¿Qué papel juega tu blog El hombre que salio de la tarta en tu quehacer diario como escritor? ¿Crees que el modelo de los blogs, en general, tiene algún paralelismo con las formas y conceptos que desarrollas en tus libros?
Sí, claro. Mi blog es un rastro de mi vida, de mi cotidianidad, y ahí hay de todo, información, obra, asuntos serios y asuntos tontos. Lo considero un laboratorio de ideas. Nada más, pero tampoco nada menos. Pero vierto tantos contenidos y son ya tantos años con él, que estoy pensando en reorganizarlo, separar por temas. Pero no lo sé.
En Nocilla Experience, Marc elabora una teoría que pretende demostrar que la soledad es una propiedad, «un estado connatural a los seres humanos superiores». ¿Consideras que la soledad es una constante en tu obra? ¿Crees que el ser humano se parece más a un tigre solitario, a una hormiga gregaria o tiende a un imposible punto intermedio?
La verdad, no tengo ni idea, pero sí que es cierto que la gente no me gusta, la gente me parece una abstracción sin contenido alguno, me gustan las personas, elementos concretos. Por otra parte, lo de que “la soledad es un estado connatural a los seres humanos superiores», en fin, eso no lo digo yo, lo dice un personaje de una de mis novelas. Naturalmente que no pienso eso.
¿Qué piensas de la red como prótesis social para individuos solitarios?
Es curioso, no veo que la red sea una herramienta que aporte más o menos que el mundo que no es Red. Veo ya la Red tan entrelazada con el mundo “analógico”, que no hago separación entre ambos. Si es una prótesis lo es en la misma medida que lo es un automóvil para las piernas, o un libro para el aburrimiento. El otro día, en Mexico DF, en el congreso Red-Voluciones, al que fuimos invitados Eloy y yo, salió este asunto, y comenté que para mí poner un “me gusta” en facebook es tan irreal o real como cuando vas por la calle y te encuentras con alguien y le saludas y puede llenarte de emoción ese saludo o puede ser pura conveniencia, o bien simple cortesía. Quiero decir con esto que, por ejemplo, la acepción que facebook le da a la palabra “amigo”, puede ser, y de hecho es, tan eufemística como en la vida fuera de la Red. Al final, sea en un ámbito u otro, todo contacto está sujeto a la trasmisión de capitales económicos o capitales simbólicos o lo que podríamos llamar capital propiamente afectivo.
Volviendo a la teoría de Marc y las de otros personajes de Nocilla Experience. ¿Qué papel crees que juega la teoría y la ciencia en tu obra literaria? ¿Crees que el tipo de pensamiento analógico e intuitivo del escritor choca con la supuesta objetividad y exactitud del método científico o son ámbitos que pueden hibridarse, dialogar, multiplicarse y refutarse mutuamente?
Naturalmente son ámbitos en los que las cosas se mezclan. No hay pensamiento científico sin su componente de asociación por analogías, intuitivo, y viceversa. Esto lo expliqué en Postpoesía. La ciencia está plagada de analogías, modelos analógicos, que una vez matematizados, funcionan. Es más, esa cosa a la que genéricamente llamamos ciencia es toda ella una gran analogía, un modelo. Un buen científico debe tener dotes imaginativas en la misma medida que un buen novelista, por ejemplo.
En cuanto a las estructuras narrativas que construyes, ¿podríamos decir que toda esa madeja de interrelaciones, conexiones subterráneas, desviaciones y líneas de fuga estarían cerca de lo que Deleuze y Guattari denominaron como rizoma en oposición a las estructuras arborescentes, dicotómicas y jerárquicas, que de alguna manera corresponderían a un modelo realista de entender la literatura?
Sí.
¿Qué papel juegan en tus libros elementos como la piel, las fronteras, las zonas limítrofes o los puntos de contacto entre distintos estados de la materia?
Un papel importante. Los lugares de frontera son aquello en los que aparece la descontextualización, el extrañamiento, el ADN de lo que –si hay suerte y un determinado talento–, puede llegar a ser un hallazgo estético. Esos lugares de frontera se pueden elaborar en diferentes planos: teóricos –sacando de quicio teorías bien establecidas–, práctico –insertando personajes en situaciones que les son extrañas–, estructural –tomando apropiaciones de otros campos artísticos o científicos e insertándolas en tus textos–, etc. Pero lo importante es cómo se hace todo eso, no simplemente hacerlo. Lo importante es si todo eso amplía el campo semántico de las cosas que involucras o si simplemente se queda en algo estéril. Si de algún modo no hay violencia estética en una obra, es que deja al “mundo” como estaba, de modo que mejor no hacerla.
¿Qué importancia das al ritmo y a la musicalidad de las frases y otros segmentos más largos que construyen el texto? ¿Crees que tu acercamiento a la literatura es, en este sentido, más cercano a la poesía que a la prosa?
Absolutamente sí. El ritmo y la musicalidad, incluso en el género del ensayo, es fundamental para mí, crea un tono. Y eso es algo que tiene que ver directamente con la poesía, aunque en apariencia el texto no tenga “forma” de poema. Desde luego, en mí esto viene de mi formación y actividad, que es fundamentalmente poética. Si mis libros no incluyeran ese ambiente que crea la poesía, no valdrían nada, serían meras cajas vacías.
¿Entiendes el ritmo como una sucesión temporal más ligada a lo audible o como la ordenación espacial de elementos en una composición visual? ¿Crees que algunas de tus obras se estructuran rítmicamente siguiendo la distribución de elementos y regiones en un mapa?
Las dos cosas. En mis obras, los mapas y las cartografías tienen mucho que decir. Pueden ser cartografías abstractas, pero cartografías al cabo. Eso, ha de estar en combinación con el “mapa sonoro”, por llamarlo de algún modo, un ritmo que involucra a la respiración con los conceptos o situaciones narrativas –que son como el oxígeno de la obra–. También, aclaro que esto es algo que en lo que nunca pienso cuando escribo, aparece de manera natural, y creo que si lo pensase ya no me saldría bien, como cuando escribes un poema.
A diferencia de Nocilla Dream y Nocilla Experience, Nocilla Lab tiene una forma menos fragmentaria, en el sentido que la trama se centra en una acción, como si se tratara de un monólogo. ¿Qué buscabas experimentar con esta nueva estructura?
Pues no lo sé. Lo hice, como te digo, sin pensar qué hacía. Sencillamente me apeteció hacerlo así, empecé a escribir así y ya no podía parar. Así de simple. Si lo hubiera empezado al día siguiente, a lo mejor hubiera sido algo totalmente distinto. Pero creo que fue un hallazgo haberlo escrito con esa estructura y tono. De hecho, los libros que estoy haciendo ahora van en esa línea, más o menos.
En muchas ocasiones, al leer tus libros, se tiene la sensación de estar ante una literatura de aluvión, un poco como en un rastro –me viene ahora a la mente El Rastro de R. G. de la Serna– donde van a parar multititud de objetos, cachivaches y personas de procedencias muy diversas, perdiendo su significación original, resignificándose o asignificándose, estableciendo nuevas relaciones entre sí. ¿Hay tras este incesante devenir una idea de ruina y abandono o simplemente tratas de mostrar el caos, entropía y recombinación propios de la naturaleza?
Trato de ver cómo mi cabeza relaciona esos materiales, y ese proceso lo hago sin ocultar las ligazones y caminos que me llevan de un sitio a otro. Mi idea es que si algo funciona dentro de un texto, si ves alguna relación clara entre objetos o conceptos, no la dejes fuera por mucho que creas que para los lectores será algo extraño. Trabajar sin prejuicios estéticos, trabajar por el placer de investigar estéticamente la realidad. Dicho de otra manera: lo que dentro de un texto funciona metafóricamente, es que funciona, con independencia de lo que digan las academias. Esto, es una especie de sano pragmatismo –en el sentido de filosofía pragmatista, que vía Rorty bebe mucho del 2º Wittgenstein– aplicado a la estética.
Tus textos suelen incorporar muchas referencias culturales. En esta hibridación de erudición pop con elementos canónicos y cultos, ¿existe una intención deliberada por tu parte de infoxicar al lector, de crear un escenario cuajado de referentes paralelo al paisaje mediático e internet? ¿Consideras que esta acumulación, esta escritura un tanto neobarroca, puede resultar incompresible u oscura para una parte de los lectores?
Incomprensible y oscura, no. De hecho, mis libros llegan a miles de lectores tanto aquí como en Latinoamérica y Estados Unidos, de modo que no. Quizá lo que haya conseguido, y de una manera totalmente inconsciente –escribí todo eso sin saber bien qué hacía, y sin saber si alguien me lo publicaría–, es gestionar toda esa complejidad, ponerla por escrito y accesible pero, ojo, sin banalizarla. En el fondo, lo que yo hago es realismo, puro realismo. Pero no porque pretenda hacerlo, sino porque cuento mi mundo con la estructura en que éste se desarrolla en mi cabeza, y creo que mi cabeza no se diferencia de la de millones de personas. Sólo eso. Pero si en mis libros aparecen tantas cosas de la contemporaneidad, no es porque yo tenga un afán de “mostrar mi época” ni chorradas así, sino porque en cada momento la literatura muestra, quiera o no, lo que hay en ese momento histórico. Lo que en realidad cuento en mis libros son procesos que tiene que ver metafísicas contemporáneas, los límites de la materia, los estados mezcla –lo que tiene mucho que ver con un mood científico y poético-, y en ese contar, inevitablemente, de rebote, aparece nuestra contemporaneidad.
Más allá de las insólitas circunstancias en que se ha visto envuelto tu libro El hacedor (de Borges), Remake, ¿en qué consistió el proceso de revisitar y reformular el clásico de Jorge Luis Borges?
Es largo de contar. Resumo: es el primer libro que leí de Borges, a la edad de 18 o 19 años. Lo he releído desde entonces muchas veces, y los diferentes cuentos y poemas me suscitaban historias, derivas, tránsitos y cartografías, y un día me puse a escribir todo eso que El hacedor me suscitaba. No es más que eso. Comencé a fines de 2004 –en el lapsus que hubo entre terminar Nocilla Dream y comenzar Nocilla Experience– y lo terminé en 2010. Lo hice muy lentamente y en él se aprecian claramente diferentes estadios de mi crecimiento como autor. Por lo demás, en cuanto a la escritura en prosa, creo que en ese libro están unas de las mejores cosas que he escrito, como por ejemplo, el cuento «Mutaciones», o «Ragnarök» o «Una rosa amarilla».
¿Cómo has recibido la incorporación de tus libros en los programas universitarios de literatura? ¿Y la inclusión de tu obra en Historia de la literatura española 1939-2010 (Crítica, 2011) de Jordi Gracia y Domingo Ródenas, que de alguna manera configura un canon literario nacional contemporáneo?
Todo eso lo recibo muy bien porque no me impide continuar haciendo mi literatura de manera independiente, y guiándome por las ideas que te vengo comentando: investigación estética para mí. Es el reconocimiento a esa obra y a esa actitud, dos cosas que van de la mano.
¿Cómo ves el panorama de la literatura española y latinoamericana actual?
Lo veo bien, pero no creas que pienso mucho en él o acerca de él. Pienso más en lo que hago yo que en los demás. De hecho, así he operado siempre y creo que si algo bueno he escrito ha sido gracias a no fijarme demasiado en lo que hacen otros y otras. Repito: el camino es personal y uno ha de inventar su propio mapa y su propia técnica –lógicamente, con multitud de influencias de otros autores y otros ámbitos creativos; nadie crea desde la nada–.
¿Qué libros considerarías como «tus clásicos»?
Hay tantos, que no sé. Por decir algunos, y sólo en literatura: El hacedor, de Borges. Cualquier poemario de José Ángel Valente. Corrección, de Thomas Bernhard. Volverás a Región, de Juan Benet. Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain. Los cuentos de Cortázar. Submundo, de Don DeLillo.
¿Qué proyectos tienes entre manos ahora mismo?
Tengo entre manos unas 3 o 4 novelas, un ensayo y un poemario, pero, como siempre, no sé dónde irán ni qué será de todo eso. Tal como es mi método de trabajo, voy haciendo según se me van apareciendo las cosas.
Artaraz
09/12/2012
Qué entrevista tan completa, Agustín Fdez.Mallo para mí es uno de los mejores artistas contemporáneos del momento, todos su libros, su música, sus performances con Eloy y su estética Post me llevan a pensar que no todo está perdido sino que ellos van canalizando dentro de una misma estructura física y virtual, todas aquéllas cosas que les interesan por diferentes motivos, que no siempre tienen que tener la misma densidad, pero que ellos ( Eloy y él) ejecutan con rigor. Esos contenidos que manejan con tanto acierto no dejan de tener cierto paralelismo con los que algunos blogueros que nos dedicamos a leer y a otros entretenimientos interesantes, hacemos.