A través del siguiente texto, el escritor Juan José Rastrollo analiza las claves de Interior día, de Andrés Guilló Javaloyes (Elche, 1962), una novela testimonial sobre la intrahistoria de la Transición española y del destape, en cuyos componentes temáticos emergen íconos de la cultura pop y aspectos de la modernidad, que no aparecen en los anales históricos ni se suele consultar en las hemerotecas.
¿Qué leit motiv, qué ingrediente hay que agregar a una obra para que dure en el tiempo? Esta pregunta, por suerte, no tiene ni ha tenido nunca una respuesta mínimamente exacta o creíble. No obstante, en lo trivial y cotidiano (y no en lo grandilocuente) está la verdad y tal vez la perdurabilidad.
La narrativa de Andrés Guilló Javaloyes, autor especializado también en el género “fantástico y de terror”, es, en definitiva, eso: prosa conversacional, que imita el roce de los días, da voz a seres anónimos y relata la historia de personas sin historia, que, casi sin saberlo, están esperando una mano salvífica que les dé alma a través de la escritura. Un alma literaria, sin duda.
Esos mismos atisbos de, diciéndolo con Unamuno, “intrahistoria” ya estaban presentes en su primera novela Esmeralda sin brillo (2021), donde sus personajes conversaban en diálogo eterno –como sentados a la mesa camilla– saboreando un humeante café caliente.
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En su nueva novela, Interior día, publicada por la editorial sevillana Platero coolbooks, hay más de esa deliciosa cháchara locuaz. Y, sobre todo, de personajes inolvidables que un buen día salen huyendo de su pasado (“Al despertar, observé tras el cristal de mi ventana que el sol estaba dispuesto a recorrer el mismo camino que yo en la huida a mi nuevo destino”) no sabiendo bien hacia dónde.
Por ejemplo, Miguel, uno de los protagonistas, es un excelente conversador (y entrevistador), un ser azoriniano sin voluntad, que se ha dejado llevar por el flujo de las circunstancias vitales (no siempre favorables), y abraza el giro que en su vida le propicia la llegada al pueblo de la protagonista, una famosa actriz de la época del destape de la que el autor evita dar demasiados datos que nos permitan hallar un referente real.
Y es que la innominada protagonista, una retirada actriz del cine erótico de los años 70, es un trasunto de Susana Estrada, María José Cantudo, Silvia Aguilar, Victoria Vera, Bárbara Rey, Ágata Lys, Nadiuska o incluso Victoria Abril, por citar algunas de las más reconocidas y reconocibles.
Interior día es, en este sentido, un homenaje a todas esas mujeres valientes, víctimas del machismo, cuyos cuerpos fueron instrumentalizados, pero como moneda de cambio agitaron conciencias y despertaron a los “españolitos de la época” de cuarenta años, de “familia, iglesia, patria y bandera”.
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Guilló es un experto conocedor de esa época y es ahí donde la novela más deslumbra: este libro es un verdadero testimonio de la Transición española, pero de la menos conocida, de la que no aparece en los anales ni se suele consultar en las hemerotecas.
La labor de documentación de Guilló Javaloyes en esta obra es espléndida. Por sus páginas, como tranches de vie, emergen el Seat 124; la música de Juan Carlos Calderón, Boney M, Tina Charles, el injustamente olvidado Patxi Andión, Sandro Giacobbe (con su mítica “El jardín prohibido”) o Nino Bravo (“Te quiero, te quiero”).
También aparecen los programas de televisión de aquella época (La huella del crimen, Mis terrores favoritos…); las ya mencionadas actrices del destape y otros actores, como Máximo Valverde, que representa aquí al donjuán maltratador, que no duda en abandonar a la actriz humillada para tener otros affaires con actrices del mismo género; también, decenas de películas de la época (El retorno de Walpurgis, No es bueno que el hombre esté solo, Las adolescentes, Tocata y fuga de Lolita, Carta de amor de una monja o Marcada por los hombres), que con el paso de los años han ido cayendo en el olvido.
Asimismo, asistimos en la novela a los espectáculos ambulantes de revista de los 70 (El teatro argentino o Teatro Lido); las salas de cine “S”, refugio de pajilleros y parejas que, cobijados bajo el mando oscuro de la lujuria, iban a “darse el lote”; el teatro del destape (Por qué corres, Ulises o Historias del striptease), que también lo hubo; las revistas de la apertura disfrazadas de crónica social y cultural (Interviú, Papillón, Lib, Play Lady o Fotogramas); o el cine quinqui (El pico, Colegas o El Torete).
Y luego están los objetos y temas-fetiche de Guilló: la imantada relación entre perro (Mía, en este caso) y dueño; los concursos de mises; la Movida madrileña; las muñecas barbies; los temores que siempre habían escoltado a los babyboomers; o los cócteles estilo Joan Collins.
Sin llegar a ser una novela de círculo reducido underground, la literatura que ha ido sembrando Andrés Guilló está repleta de referentes de la cultura pop y de la modernidad española de las últimas décadas. En ese sentido también va redirigida la intrahistoria de este texto que atesora una época en general poco documentada.
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En otro orden de cosas, es destacable también cómo, de manera sutil, el autor dignifica a la actriz protagonista en el peor momento de su carrera, pero en el mejor de sus momentos como mujer (y persona).
Y lo hace a través de la escritura: la protagonista escribe un diario. Un diario de la huida que ha experimentado desde una vida vacía de la que se quiere resarcir: “Cogí lápiz y papel y me puse a escribir, como si fuera un diario, todo lo que aún me quedaba por decirle, no quería olvidar nada”.
Las notas de la protagonista en ese diario son deliciosa “intrahistoria”. Es decir, la historia de decenas de seres sin historia que a mediados de los años 70 dirigían sus tristes vidas como podían por la grisura de aquella época; unas vidas y una existencia, por cierto, al margen del papel couché y de los paparazzi.
En Interior día hay, ciertamente, mucho de ese desvelar la verdad oculta de esas actrices y actores, y aquellos “rodajes express”: “Muchos iban de machos, pero ocultaban su sexualidad, no se atrevían a confesar que les gustaban los hombres, hasta se inventaban romances con algunas de nosotras de cara a la prensa, y a ellos los creían más”, afirma la protagonista en una de esas conversaciones-entrevista, en las que aparece la realidad más desgarrada.
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Por último, Interior día dignifica una época en la que no se hablaba de determinados temas tabúes, pero sí están en la novela y en la sincera conversación de sus protagonistas.
Hablamos de la sororidad entre las actrices, la homosexualidad encubierta, el feminismo, los micromachismos, el consumo de drogas durante el final de la Dictadura o los ocultos (y poco referidos) pactos políticos entre el Dictador, la Monarquía y la nueva democracia.
Como señala el escritor Juan Lozano Felices en su estupenda reseña sobre el libro, el relato es espejo del espíritu de aquella época: “Si en su anterior novela, Esmeralda sin brillo, Andrés encapsulaba el espíritu de la época dorada de La Revista, en Interior día, capta el Zeitgeist de los años de la transición política, un tiempo en que nuestra generación, la del del baby boom o ‘los niños de los Chiripitifláuticos’ como quiere Ignacio Elguero, dejábamos de ser niños para entrar en la adolescencia, mientras las paredes se empapelaban de carteles y pintadas de todos los signos políticos y los quioscos, de revistas con señoras de opulenta anatomía”.
Con Interior día asistimos a la celebración de un nuevo ciclo narrativo y, como también apunta el crítico y novelista Eduardo Boix: “Podríamos definir que, hasta la fecha, Interior día es la gran obra de la transición o del destape. Guilló, con su fluida prosa, nos adentra en ese mundo en apariencia turbio, pero que, en esencia, no es ni mejor ni peor que otros. Estamos ante una novela de época, de las que dejan poso y nos hacen reflexionar sobre la condición humana”.
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En definitiva, esta obra ha venido para ocupar un espacio todavía vacío, que parecía estéril sin serlo: el de la novela pop de la Transición española y su trasfondo social desde un enfoque femenino.
Para los que ya estamos agotados de leer novelas de la Guerra Civil y la Postguerra española, el relato de Andrés Guilló sobreviene como una brisa fresca que quizá inaugure un nuevo ciclo temático poco explorado hasta ahora, y mucho menos con la originalidad y el desparpajo que rezuma la prosa confesional de este autor ilicitano.