A través del siguiente texto, la periodista y poeta navarra Marina Aoiz nos aproxima al libro Fractales de una guerra en primavera (Huso-Cumbres, 2023), de Olga Amarís Duarte (Madrid, 1979), una historia ambientada en la guerra de Ucrania, a caballo entre la narrativa bélica y el ensayo, y que nos plantea la inutilidad de los conflictos armados. Un libro que dialoga con su anterior trabajo, Una poética del exilio (Herder, 2021), donde Amarís Duarte imagina un encuentro en el destierro de dos de las pensadoras más relevantes del siglo XX: Hannah Arendt y María Zambrano.
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Un simulacro de guerra (¿fractal?) sucedía cada primavera en mi pueblo.
Los chavales de san Pedro luchaban a pedradas con los de santa María. Alguno acababa ensangrentado. Al cesar la batalla, transcurrido un rato de calma, se les veía correteando juntos por el pinar de santa Lucía, enfrascados en otro tipo de juego y diversión.
Nosotras no participábamos en aquellas acciones bélicas. «Ellos a lo suyo y nosotras a lo nuestro», escribe Olga Amarís Duarte en su obra Fractales de una guerra en primavera.
Las chicas, con los vestidos estrenados el día de san José, nos hacíamos unas a otras coronas de margaritas y mostazas, lejos de aquella lluvia absurda de pedruscos. Ajenas a la batalla jugábamos al corro y cantábamos conocedoras de la inutilidad de la contienda.
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La pensadora italiana Pía Pera, que convirtió en un jardín una finca abandonada, reflexionando sobre las enseñanzas de Fukuoka y el Tao Te King, se preguntaba:
¿Si probáramos a no bombardear? ¿Y si probáramos a no empezar una guerra? ¿Y si probáramos a no matar?
Ella confiaba en que habría riqueza en ese no hacer pues sería un «no hacer destinado a un hacer mejor, consciente».
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La obra de Olga Amarís Duarte ofrece un conjunto de señales, desde las huellas del pasado «donde los antiguos nos enseñan que no hay gloria posible en la guerra» o que «los griegos ya habían comprobado que la fuerza femenina se sirve de otros modos para solventar las diferencias», hasta el presente.
Un sendero de signos y señales –margaritas, tanques, soldados, amapolas, asesinos, miedo, sauces, contaminación, albas criaturas, ancianas, fresas, frío, mujeres rebeldes, armas, mitos, destrucción…– con la lucidez reflexiva de ese pensar que caracteriza a la autora, tan elaborado como fresco y sustancioso.
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Hemos necesitado que Olga dramatice poéticamente Fractales de una guerra en primavera para comprender con María Zambrano que “Lo que no pasa por el corazón, nace muerto”.
Como en Zambrano la lectura de Fractales de una guerra en primavera nos evoca la necesidad de “feminizar” la Historia, intentar que mujeres y poesía ocupen el espacio que merecemos en la toma de decisiones.
Por ejemplo, evitar la guerra.
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La escritora sitúa la acción de su obra en la guerra de Ucrania por cercanía familiar y conocimiento inmediato de personas refugiadas. Siete actos dramatizados que podrían transcurrir en los siete días de la semana o responder a cada nota de la escala musical. Siete propuestas cuya lectura remite a la forma circular.
Olga Amaría Duarte, en su saber, en su decir, en su hondura, sugiere la diferencia entre educar para la paz o para la guerra.
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Intuyo que los niños de mi pueblo ya no se lanzan piedras unos a otros.
Sin embargo, las guerras actuales, cualquier guerra, nos indica que todavía queda mucho por hacer para que mujeres y hombres bailemos juntos, en paz, y que todo esto acabe.