Un poema épico cinematográfico: sobre la vigencia de «Buda explotó por vergüenza», de Hana Makhmalbaf

Hana Makhmalbaf, guionista y directora

 
La potencia creativa de Irán siempre sorprende a nivel mundial, sobre todo si sus protagonistas son mujeres. Un ejemplo: Hana Makhmalbaf (Teherán, 1988), “la niña prodigio del cine persa”, quien a los 18 años, contra viento y marea, rodó Buda explotó por vergüenza (2007) y consiguió un amplio reconocimiento internacional. Es difícil que la audiencia no caiga en el llanto, la indignación o simplemente se quede boquiabierta ante las escenas de un día en la vida de Bakhtay (una niña afgana de 6 años) empeñada en cumplir el sueño de su vida: ir a la escuela.

A pesar del planteamiento, en apariencia sencillo, la joven directora y guionista escenifica con maestría durante 81 minutos un poema épico universal en defensa de la dignidad de la mujer. Un tema que cobra vigencia y actualidad con la prolongada ola de protestas en Irán tras la muerte de la joven Mahsa Amini, así como con el movimiento de desobediencia civil de Afganistán tras la reciente expulsión de las mujeres de las aulas universitarias y escolares, medida impuesta por el régimen talibán.

Hana Makhmalbaf, 2007

Hana Makhmalbaf logra articular, a través de diferentes estrategias narrativas, un conjunto de metáforas sutiles, transmitidas con naturalidad y ternura por la pequeña Bakhtay, cuya travesía recuerda a dos grandes personajes de la literatura de todos los tiempos: Ulises y don Quijote.

Makhmalbaf narra la historia de un ser humano tenaz que lucha contra el mundo, representado en este caso por el remoto pueblo de Bamiyán, escenario de las voladuras de las estatuas gigantes de los Budas de Afganistán, llevadas a cabo por los talibanes en 2001.

Hiperrealismo, mujeres y cine iraní

La menor de la dinastía cinematográfica Makhmalbaf construye un documento audiovisual adscrito a una corriente denominada hiperrealismo iraní, un género emparentado con el neorrealismo italiano (De Sica, por ejemplo), al incorporar a su narración elementos como la pobreza, la ausencia de derechos humanos elementales, la violencia, el machismo y el fanatismo religioso, entre otros. La precoz Hana Makhmalbaf aprendió bien la lección de la experiencia de otras mujeres vinculadas al séptimo arte a través de la historia.

E. Ann Kaplan, 1978

En este sentido, la investigadora neoyorquina E. Ann Kaplan afirma, en Las mujeres y el cine. A ambos lados de la cámara (1978), que “las primeras muestras de cine hecho por mujeres se situaron en la tradición realista presente en el movimiento del free cinema británico en los años 60 y la labor del Consejo Nacional de Cine de Canadá, junto a la influencia de la nouvelle vague francesa”. Es decir, el realismo opuesto al cine comercial, que se propuso como objetivo plasmar en la gran pantalla las experiencias de la gente corriente a través de documentales y piezas de ficción.

“No me gusta jugar a la guerra”

Volviendo a la película, en un pasaje se retrata la costumbre local de los niños de jugar a la guerra (“terrorista” vs “americanos” o viceversa) y la incorpora al periplo de la niña, empeñada en aprender a leer y escribir para “contar historias divertidas”. Se muestran los efectos patológicos del conflicto, experimentado por los adultos y que son transferidos a los niños que a través de “su acción lúdica”.

Una mimesis basada en un simulacro de crueldad bélica contra Bakhtay y dos niñas de la misma edad, que son secuestradas por los niños en una cueva: los insultos cargados de misoginia y fanatismo religioso; los maltratos y las vejaciones; y, como colofón, “la condena” a ser lapidadas por poseer un lápiz labial, los “ojos de lobo”, y por tener un cromo de un futbolista occidental, que no es otro sino Zidane.

Hana Makhmalbaf, 2007

Cabe destacar en esta secuencia el inesperado cambio de papeles en los chicos, que luego juegan a ser del bando contrario (“los americanos”) y repiten otro simulacro de crueldad, la de un ejército de ocupación. Sin embargo, el rol de las niñas en el plano imaginario (es decir, en el juego) y en el plano de la realidad concreta es invariable: ser (doblemente) víctimas.

Las imágenes evidencian también un gran sensibilidad poética y cromática: el paso de Bakhtay junto a un arroyo por donde navega un barquito de papel en el mismo sentido que ella y los patos de madera sobre el agua; las bolsas de papel utilizadas como burkas; “las ametralladoras” hechas con ramas de árboles; y la imagen de Abbas (el amigo de la niña, de ojos rasgados y cabellos semirrapados) caído en el fango y a punto de ser “fusilado” por los “americanos”.

El niño, que se asemeja a una versión infantil de Buda, le dice a la protagonista: “¡Baktay, muérete, si no te mueres, no serás libre!”. Ella, sin embargo, se niega a obedecer y responde con lágrimas: “¡No me gusta jugar a la guerra!”.

Todo un poema épico cinematográfico.
 


 

Sobre el autor
Sobreviviente, Lic. en Filología Hispánica y Máster en ELE (Universitat de Barcelona), sujeto migrante. Ejerce actividades humanísticas en vías de obsolescencia programada: la docencia (castellano, catalán y literatura) y el periodismo independiente (codirector-fundador de «Pliego Suelto»). Mientras, desarrolla técnicas de sobrevivencia, cree en la utopía de disfrutar del amor, de la comida, de los libros, del viaje, de la cerveza, del vino, y de las conversaciones (presenciales) y fraternas.
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