A través de la siguiente entrevista, el escritor y editor uruguayo Gonzalo Baz (Montevideo, 1985) nos habla de su libro debut Animales que vuelven (Pez en el hielo, 2017) y de las conexiones con su primera novela, Los pasajes comunes (Criatura Editora, 2020), publicada este año en España por Paripé Books. En ambas obras el autor se centra en la idea del refugio autoconstruido, en las obsesiones y recuerdos, así como en los espacios fronterizos entre Uruguay y Brasil, atravesados por seres fantasmales. Además, Gonzalo Baz nos habla de su labor en el sello Pez en el hielo y de su inclusión en la lista Granta de los 25 autores y autoras emergentes en lengua hispánica (Ed. Candaya).
Tu libro de cuentos Animales que vuelven, publicado originalmente en 2017, recibió el Premio Ópera Prima del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. ¿Cómo fue su proceso de gestación?
Empecé a escribir Animales que vuelven por el año 2015, en un período en que viví en Brasil. Había algo de estar viviendo otra lengua, otra ciudad, otros espacios que fue llevando mis relatos hacia un lugar que de a poco se volvió orgánico.
La escritura de este libro está muy relacionada con la ciudad. La primera parte fue escrita en Brasil y tiene cuatro relatos que suceden en Montevideo, donde nací y viví la mayor parte de mi vida. La segunda, fue escrita cuando volví a Uruguay y contiene tres relatos cuyo escenario es la ciudad de Sao Paulo.
Hay un sentimiento de dislocación que atraviesa el libro, de estar en un lugar, pero de alguna forma, transitar otro.
La reedición de tus relatos coincide con la publicación de tu primera novela, Los pasajes comunes (Criatura ediciones, 2020), publicado este año en España por Paripé Books. ¿Se trata de una coincidencia o existen vasos comunicantes entre ambos libros?
Son libros que están llenos de conexiones subterráneas pero, sobre todo, están conectados por una búsqueda. Ambos libros significan para mí una especie de refugio autoconstruido hecho de mis obsesiones, intereses y recuerdos.
La primera edición de Animales que vuelven fue artesanal. Yo mismo, junto a mi compañera, cosimos a mano, uno por uno, la primera tirada de trescientos ejemplares que distribuimos en ferias under de Montevideo. Tenía una urgencia por ver la escritura de ese período de mi vida materializado en un libro.
La segunda edición salió en 2020 con una tirada mayor para que pudiera tener una distribución en librerías. No fue buscado, pero sí, hay algo común a ambos libros, se enriquecen mutuamente.
Has sido seleccionado en la última edición de la revista Granta como una de las voces emergentes de la literatura hispana. ¿Este hecho ha influido en tu relación con la escritura?
La inclusión en la antología de Granta ha sido importante, cambiaron muchas cosas, pero fueron más que nada del contexto de la escritura y no de la escritura misma, mi relación con ella sigue siendo la misma de siempre: me proporciona un habitat en el que me es posible respirar, una proliferación vital e improductiva.
La mención me agarró en un momento en que estaba abandonando un trabajo de ocho horas como librero, para dedicarme a escribir y a mi editorial, Pez en el hielo. En ese sentido llegó en el momento justo en que todo mi contexto estaba cambiando. Le dio fuerza a un proceso que ya se venía gestando.
Animales que vuelven se divide en dos partes: una en la que los cuentos están ambientados en Uruguay y la otra, en Brasil, aunque se cruzan miradas desde cada lado. ¿Cómo surge este diálogo entre ambos países?
Como contaba al principio, esa relación entre Brasil y Uruguay se dio naturalmente porque yo estaba yendo y viniendo de un país a otro. Eso terminó dándole la estructura al libro, que se divide en dos partes, una Montevideana y otra Paulistana.
Muchos relatos parten del sentimiento de estar viviendo en tránsito entre dos ciudades, dos lenguas, dos contextos emocionales, políticos y culturales.
Durante el proceso de escritura de Animales que vuelven leí mucho a los escritores brasileños y, aunque el libro fue escrito enteramente en castellano, hay una presencia muy fuerte de esa tradición y de esa lengua.
¿Hasta qué punto la atmósfera de Montevideo y de São Paulo sirve de catalizador en el desarrollo de las tramas?
Los espacios urbanos de Montevideo y Sao Paulo son centrales, así como el espacio del complejo de bloques lo es en Los pasajes comunes. Hay algo un poco onírico o alucinado en los lugares que los personajes transitan: señales, presagios, pasajes.
Me interesaba la idea de un espacio público percibido desde un lugar marginal, que no ha incorporado los códigos de la planificación urbana y, por tanto, transita en otra dimensión del espacio.
Me gusta la visión de las ciudades en la fotografía de Miguel Rio Branco, siento que hay algo de esa maldicidade impregnada en mis personajes.
Los personajes parecen vivir en una constante búsqueda, en un ir y venir entre ellos y el mundo que les rodea. ¿El movimiento propio de las ciudades, del río, actúa como una metáfora del movimiento de los personajes?
El movimiento de los personajes muchas veces va en el sentido contrario al de la ciudades. Hay un deambular constante sobre una superficie hecha para la productividad.
Caio (personaje del relato “Sobre nosotros”) aprecia la ciudad desde su taller en un edificio ocupado y reflexiona sobre la potencia del anonimato, los márgenes y lo subterráneo.
El río comparte esa naturaleza indómita que tiene un sentido propio y que está al margen, pero que también atraviesa, interviene y modifica la ciudad. A veces, toma rehenes y los transforma, como sucede con Luzia, en Tieté.
Abundan los fantasmas, los personajes distantes, ausentes, que, sin embargo, son el núcleo duro que envuelve a los protagonistas. ¿Por qué te interesaste por este tipo de personajes?
Las ausencias en Animales que vuelven generan movimientos. La narrativa en cada uno de los cuentos gira en torno a personajes que no están presentes.
De alguna forma, es un libro de fantasmas y eso me gusta, siempre me fascinaron las historias de fantasmas y de lugares habitados.
La distancia física y temporal, así como esas ausencias, conducen a cierta nostalgia muy palpable en tus cuentos…
Más que nostalgia, los personajes de Animales que vuelven tienen compulsiones. Una memoria que aparece sin ser invocada y que los proyecta hacia escenarios nuevos y, casi siempre, extraños.
La nostalgia tiene algo de inmovilidad, de ancla en el pasado, prefiero pensar que esos personajes están en una búsqueda constante, en una espera activa y vital.
Codiriges, junto a Dani Olivar, el sello editorial Pez en el hielo. ¿Cómo nace este proyecto editorial?
Nace como una editorial artesanal destinada a publicar algunas de las nuevas voces que aparecen en Montevideo. Eso fue tomando forma y aparecieron escritores que no teníamos en el radar, lo que fue conformando un catálogo de autores y autoras que considerábamos valioso para el momento actual.
La editorial ha crecido mucho en los últimos años pero mantiene la búsqueda de escrituras nuevas, que priorizan los riesgos y la experimentación por sobre lo maduro, lo equilibrado o bien acabado.