Elvira Valgañón: “En «Línea de penumbra» evoco las historias reales de las obras pictóricas desde la ficción”

«Salomé con la cabeza de Juan Bautista», Caravaggio, 1609

 
A partir de 13 cuadros de épocas y corrientes pictóricas distintas, la escritora y traductora Elvira Valgañón (Logroño, 1977) reinterpreta y escribe historias reales o imaginarias de dichas obras y las reúne en Línea de penumbra (Pepitas de calabaza, 2020). Conversamos con la narradora riojana sobre el proceso de gestación del libro, el diálogo entre pintura y narrativa, la contemplación y los marcos espaciotemporales. Valgañón también ha publicado la novela Invierno (Pepitas, 2017) y es co-traductora del poemario Nonsense, de Edward Lear (Pepitas, 2014).

Recientemente has publicado la antología de relatos Línea de penumbra, cuyo título se relaciona con el juego de luz y oscuridad de las cuevas. ¿Por qué te decidiste por este título?

La primera vez que oí la expresión fue durante una visita a una cueva cántabra en la que hay pinturas rupestres. El guía indicó el camino hacia el interior de la cueva y el recorrido que habían hecho los autores de las pinturas y habló de la “línea de penumbra”.

Pepitas de Calabaza, 2020

A mí me gustó por lo que significaba: la idea de que había que cruzar un umbral, dar un paso hacia lo desconocido, tanto para crear las pinturas como para poder disfrutarlas miles de años después.

Cuando buscaba título para el libro quise dar con uno que agrupara y diera unidad a todas las historias y pensé en el concepto de la línea de penumbra y en cómo se podía aplicar no solo a las cuevas, sino a todas las obras de arte. Incluso, dando un paso más, también a los libros.

Cada vez que abrimos un libro por primera vez, cruzamos una línea de penumbra. Y cada vez que empezamos a leer nos adentramos en terreno que es nuevo, en un universo que ha creado otro y del que formamos parte mientras leemos. Como quien entra por primera vez a una cueva, nos vamos familiarizando poco a poco con un territorio que es ajeno y al mismo tiempo familiar, hasta que lo hacemos nuestro y decidimos quedarnos en él y continuar leyendo.

El libro se estructura en 13 relatos asociados a 13 pinturas de épocas y corrientes pictóricas distintas, que sirven de marco para el desarrollo de las historias. ¿Siempre has tenido claro que se publicaría la reproducción del cuadro antes del inicio de cada relato?

No era imprescindible, pero sí importante.

Pienso que algunos relatos se separan tanto de los cuadros que adquieren una especie de independencia, pero, incluso en estos, tener la imagen cerca mejora la lectura, así que, para mí, era clave que los lectores tuvieran la posibilidad de mirar el cuadro a la vez que leían.

Pepitas de Calabaza, 2017

¿Cómo surge la idea de la escritura asociada a pinturas?

Los primeros relatos de Línea de penumbra los escribí hace ya tiempo, antes de que se publicara Invierno. El primero fue “Al otro lado del mar”, sobre Catalina de Aragón.

Cuando empecé, mi idea era escribir una serie de textos muy breves sobre cuadros que me gustaban, tres o cuatro páginas en las que les inventaba una historia a los personajes del cuadro o al artista que lo pintó.

Después, como suele pasar, el proyecto fue creciendo y cambiando hasta convertirse en este libro.

¿Cómo fue la experiencia de escribir desde imágenes previamente seleccionadas? ¿Has notado menos libertad a la hora de crear?

No fue una cuestión de perder libertad, sino de dar la vuelta al proceso de escritura.

Normalmente, al escribir, uno usa las palabras para crear imágenes que después son “recreadas” por los lectores. Aquí, partía de la imagen y lo que tenía que hacer era buscar las palabras para narrarla, a la vez que construía otras imágenes que no procedían estrictamente del cuadro, sino de lo que yo veía en él.

Me gustó la idea de establecer un diálogo que empezaba en el cuadro pero acababa convirtiéndolo en algo distinto.

Elvira Valgañón, escritora

Los relatos van saltando de épocas a otras sin seguir un orden cronológico concreto. ¿Cómo fue el proceso de enfocar y encajar tu escritura en estos marcos espacio-temporales?

Los propios cuadros lo pedían. Cada uno significó la construcción de un universo distinto, con sus normas y sus referencias, su forma de hablar, de vestir, de ver el mundo… Y todo, sin perder de vista que lo importante era la historia que se contaba. Fue una tarea laboriosa pero también muy interesante.

¿Buscabas un tono diferente en cada uno de ellos?

Sí. Los relatos que forman este libro son muy diferentes unos de otros, en estilo, planteamiento, etc.

Podría decirse que son tan diferentes como las obras de las que parten. Aunque tienen puntos de encuentro, imágenes que se repiten: los propios espejos, los viajes, los afectos, los colores, los amores imposibles, el mar… Al mismo tiempo, cada uno tiene su propia voz y punto de vista.

¿En qué medida te has inspirado en la realidad que se esconde detrás de los cuadros para construir tus relatos?

Como he dicho ya en alguna ocasión, los escritores contamos mentiras que queremos que suenen a verdad.

«Línea de penumbra», 2020

Para mí, que estos relatos sonaran a verdad implicaba un proceso de documentación y estudio de las obras y los autores que, de algún modo, se refleja en los textos. Pero, si tuviera que definirlos, diría que son ficciones, ya que lo que hago es evocar las historias reales, tanto de las obras como de sus autores, e interpretarlas o reinterpretarlas desde la ficción.

La mirada es un elemento fundamental en los relatos. Desde la contemplación de la obra de arte, pasando por el punto de vista de la narración que se sitúa en relación con la obra, hasta la de los personajes. ¿Cómo trabajaste esta modulación de la mirada en los cuentos?

Quise centrarme en lo que a mí me apetecía contar porque en cada uno de los cuadros había algo que me llamaba la atención, que me producía curiosidad o que me hacía preguntarme algo. Judith decapitando a Holofernes, Salomé con la cabeza de Juan el Bautista… Los grandes personajes aparecen en los títulos de los cuadros pero sus historias ya las conocemos.

En Línea de penumbra he querido ver a través de los ojos de otros y narrar historias distintas: la de la niña del caserío de Arrue, las criadas de Judith y Artemisia Gentileschi, el verdugo de Caravaggio, los camareros del Automat
 

Sobre el autor
(Salon de Provence, 1986). Aunque nacida en Francia, España es, sin lugar a dudas, su país de adopción. De hecho, se especializó en literatura española y, concretamente, cursa un doctorado sobre dramaturgia contemporánea. Es co-directora de la Revista de Investigación Teatral Anagnórisis. Y, a pesar de la crisis, también co-dirige la Editorial Anagnórisis, sello digital especializado en teatro y estudios humanísticos.
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