En el marco de la serie de Pliego Suelto Apuntes sobre la Coronacrisis, el escritor Sergio Galarza Puente (Lima, 1976) pone en tela de juicio a quienes plantean la escritura de la Novela Oficial de la Pandemia y otros relatos del establishment. Además, lanza interrogantes oportunos: ¿Desde qué lugar se enuncian dichos discursos? ¿Los que escriben o informan sobre la coronacrisis son cajeros-reponedores, enfermeros, sanitarios, personal de limpieza o riders de Glovo?
En un artículo publicado el veintidós de marzo en la sección IDEAS de El País, Byung-Chul Han, el filósofo best-seller, realizaba un balance de la alarma mundial causada por el Covid-19. El artículo no aportaba nada interesante, o nuevo, que un lector informado no hubiera leído ya en otros medios o hubiera podido deducir con los datos almacenados en tantas horas de ocio, salvo por una mención a su propia obra, La sociedad del cansancio (2010).
Recordaba el filósofo que hace diez años sostuvo en su ensayo “la tesis de que vivimos en una época en la que ha perdido su vigencia el paradigma inmunológico, que se basa en la negatividad del enemigo”. El libro empieza así: “Toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. Así, existe una época bacterial que, sin embargo, toca a su fin con el descubrimiento de los antiobióticos. A pesar del manifiesto miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos en la época viral. La hemos dejado atrás gracias a la técnica inmunológica”. Y volvemos al artículo: “Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunicación”.
El diagnóstico no es erróneo, en realidad es algo peor: es incompleto.
Pero, ¿estamos hablando de un filósofo o de un sociólogo? Da igual, como ciudadano, después del encierro que estamos soportando, me fío más de los guionistas de Black Mirror.
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Con tanto tiempo para leer y pensar (pese a vivir en familia con niños pequeños), lo que más me pregunto y creo que deberíamos preguntarnos todos es quiénes construyen los relatos oficiales que consumimos de forma inevitable, desde qué lugar lo enuncian.
Me imagino a un ejército de escritores dedicados a cruzar información a diario para concebir sus novelas como la Novela Oficial de la Pandemia.
Podemos llamarlo el “Efecto Cercas”. ¿Nos queda alguna duda de que Javier Cercas fue el culpable de esa avalancha de novelas sobre la Guerra Civil Española, que tanto espacio ha quitado en las librerías a relatos más interesantes, solo por el hecho de haber sido escritos en vez de producidos, como la mayoría de novelas sobre dicha guerra?
¿Son esos escritores de la Novela Oficial de la Pandemia cajeros o reponedores de un supermercado, enfermeros o personal sanitario, personal de limpieza, riders de Glovo? ¿Cuántas novelas del establishment literario tienen como protagonista a un reponedor de supermercado? Quizás haya llegado su momento. ¿Hay trabajadores más expuestos al contagio que los que he mencionado?
¿Cambiará el mercado literario y se establecerá un relato de la precariedad?
Frente al oportunismo, lo que deseo es un auge de literatura de divulgación médica, científica y geopolítica. Información antes que ficciones concebidas desde la seguridad de una biblioteca.
Esto me lleva a exigir que, en lugar de los políticos, sean los trabajadores de la Sanidad Pública los que comparezcan en las ruedas de prensa para contarnos cómo va la realidad. No eso que vemos por la televisión, sino la que pone en riesgo sus vidas.
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Escribía Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas (1989):
“Las enfermedades simplemente epidémicas son menos útiles como metáforas, como lo demuestra la amnesia histórica que rodea la pandemia de gripe de 1918-1919, en la que murió más gente que durante los cuatro años de guerra precedentes”.
¿Se podrá hablar de esta pandemia como de una guerra? ¿Alguien se atreverá?
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Un virus ha sentenciado al capitalismo y a la globalización. Ambos proyectos se aprovechan y benefician de la situación precaria de miles de trabajadores.
Esta mañana he leído que los gobiernos empiezan a pensar en cómo volver a producir en sus países en vez de depender de productores extranjeros. Lo cual no significa que la situación para los trabajadores vaya a mejorar.
Sospecho que, por el contrario, se buscará mejorar las condiciones de explotación.
Dicen que la vida va a cambiar después del Covid-19.
La vida de quiénes, pregunto.