A través de la presente serie de artículos temáticos, nuestro colaborador Bernat Castany reflexiona sobre las teorías fundamentales del ámbito filosófico y literario, enlazadas con la psicología. La serie toma como punto de partida la lectura atenta, abierta y fecunda del ensayo Nuestra mente nos engaña: Sesgos y errores cognitivos que todos cometemos (Shackleton, 2019) de la catedrática de Psicología Experimental Helena Matute. Esta primera entrega se centra en la dicotomía entre conocimiento racional y conocimiento adaptativo.
En todas las situaciones extremas hay relámpagos
que unas veces nos ciegan, y otras, nos iluminan.
Victor Hugo, Los miserables, II, 5, 5.
En Nuestra mente nos engaña, Helena Matute expone con ágil precisión y pulsión narrativa las principales teorías psicológicas acerca de los errores fundamentales de la percepción, la atención, la memoria o el razonamiento humanos.
Tras leerlo (como diría Descartes, “de una sentada”) comprendí que no se trataba de otro libro de divulgación científica más, sino de una auténtica oportunidad para abrirse o profundizar en algunos de los problemas más acuciantes de nuestro tiempo: la posverdad, el populismo, el pragmatismo, la posmodernidad, el escepticismo, el dogmatismo o el fundamentalismo.
Como el triste ejemplar que soy de la “incomunicación de las esferas del conocimiento” (de la que se quejaba amargamente Habermas, con un estilo, por cierto, bien poco comunicativo), siempre he tratado estos temas desde la perspectiva de la filosofía y la literatura. Pero los paralelismos, diálogos y sinergias que he ido descubriendo a medida que leía el libro de Matute, no me han convencido, pues ya lo estaba, de la importancia de entrecruzar las diferentes disciplinas, sino que me han animado a hacerlo, de una vez por todas.
Por eso, el objetivo de esta serie de artículos no es solo reseñar algunas de las ideas centrales de Nuestra mente nos engaña, sino también conectarlas y compararlas con algunos de los temas y teorías fundamentales del ámbito filosófico y literario.
#1. Del conocimiento racional al conocimiento adaptativo
Uno de los aspectos más interesantes que Nuestra mente nos engaña aborda es el de la necesidad de cambiar radicalmente nuestra perspectiva acerca del conocimiento.
Normalmente, concebimos el conocimiento como la búsqueda de “la verdad”, que entendemos, además, en términos de racionalidad, universalidad, precisión, exactitud o certeza.
Seguramente se trata de una vieja herencia, a la vez filosófica y teológica, que ha visto en el conocimiento un trasunto de los modos divinos de conocimiento o un medio para reconectar con un ámbito ontológico superior, al modo de las ideas platónicas.
Aunque algunas corrientes filosóficas –como el escepticismo y el cinismo helenísticos, el nominalismo medieval, el humanismo renacentista o el empirismo ilustrado– tratasen de rebajar esta noción del conocimiento, lo cierto es que nunca dejó de ser dominante, y, todavía hoy, cualquiera de nosotros tiende a definir el conocimiento como la búsqueda de la verdad.
Sin que eso suponga rechazar totalmente la idea de verdad (que, ciertamente, debe ser repensada), resulta interesante cambiar, por un momento, nuestra perspectiva, y pensar que nuestro sistema cognitivo no tiene como objetivo la búsqueda de la verdad (mediante una percepción exhaustiva, una memoria exacta, un lenguaje preciso o un razonamiento infalible), sino la supervivencia.
A muchos, esta afirmación les parecerá excesivamente modesta, e, incluso, insultante, puesto que nos creemos muy superiores a los animales (y, en algunos aspectos, sí lo somos, véase si no el De la dignidad del hombre de Pico della Mirandola).
Sin embargo, desde un punto de vista evolutivo, nuestra existencia como seres humanos modernos no representa ni una milésima parte de nuestra existencia como seres humanos. Y, aun más, nuestra existencia como seres humanos no representa ni una millonésima parte de nuestra existencia como animales. De modo que la evolución no ha tenido tiempo para tomar nota de tan nuevas y tan recientes condiciones de vida que, desde la perspectiva de su propia escala temporal, puede que acaben siendo pasajeras. Homo sapiens punctum est.
Por esta razón, el objetivo de nuestro sistema cognitivo sigue siendo el de la adaptación al medio, o supervivencia, lo cual exige, básicamente, actuar rápido y con pocos datos.
Para sobrevivir, no necesitamos percibirlo todo, sino solamente ver lo necesario para ubicar el peligro o la comida. Tampoco necesitamos recordarlo todo con precisión fotográfica, sino solamente aquello que nos permita actuar ante situaciones semejantes. Y tampoco necesitamos, finalmente, razonar con total frialdad, puesto que en esas situaciones pueden ser útiles algunos atajos cognitivos.
Muy al contrario, percibir, recordar o razonar en exceso puede resultar letal, pues nos llevaría a detenernos o a confundirnos, saturados por el exceso de información.
Por todo ello, concluye Matute, nuestro sistema cognitivo trata de dar “prioridad a la velocidad sobre la precisión, y tratamos de reaccionar primero, y en todo caso buscar la explicación a posteriori, si podemos”.
Este cambio de enfoque propuesto por la psicología evolutiva coincide con el que la filosofía propuso, como mínimo, a finales del siglo XIX. En un breve texto de 1873, incómodamente titulado “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”, Nietzsche efectuó un giro copernicano en nuestras concepciones del conocimiento, que luego desarrollarían, de diferentes modos, autores como Hans Vaihinger o William James.
En las intensas páginas de su opúsculo, el autor de El crepúsculo de los ídolos (desarrollando seguramente, como ya hizo en otros ámbitos, las premisas fundamentales del darwinismo) rechazó la concepción tradicional del conocimiento en tanto que búsqueda de la verdad, para sustituirla por una nueva concepción de corte pragmático (el conocimiento tiene como único objetivo dominar el mundo) y convencional (lo que llamamos “verdad” y “mentira” no son más que convenciones sociales que nos sale a cuenta respetar o evitar, no valores absolutos que amamos u odiamos en sí mismos).