Dialogamos con la polifacética Tatiana Goransky (Buenos Aires, 1977) –editora, dramaturga, gestora cultural, escritora y cantante de jazz– a propósito de dos antologías internacionales que ha tenido a su cargo: Barcelona-Buenos Aires (Once mil kilómetros) (Trampa Ediciones, 2019), con la participación de 22 autores de ambos lados del Atlántico, y el número 12/13 de la revista neoyorquina Los Bárbaros, dedicado a la narrativa noir, donde han colaborado 43 narradores de España y América Latina. Goransky es también autora de entre otras novelas: Fade Out (Editorial Comba, 2017), Los impecables (Editorial Comba, 2016) y ¿Quién mató a la Cantante de Jazz? (Cazador de Ratas, 2015).
En apenas unos meses recopilaste dos importantes antologías: Los Bárbaros y Barcelona-Buenos Aires (Once mil kilómetros).¿Cómo surgen y se organizan estas dos propuestas?
La primera propuesta surge a partir de mi colaboración en un número sobre cine y Nueva York que publicó la revista neoyorkina Los Bárbaros hace un par de años. Ahí me preguntaron si estaba interesada en ser la editora invitada. Decidimos que, por mi estrecha relación con el mundo noir y sus autoras y autores, podía ser un lindo matrimonio. La revista, que terminó siendo una verdadera antología, contó con la participación de escritores de Estados Unidos, Argentina, España, Perú, México, Uruguay, Alemania y Colombia.
La selección no fue sencilla porque tuve que dejar gente muy interesante fuera. Con todo, me pidieron que armara el volumen con 14 autores y terminé incorporando a 43. Así que creo que logré, a mi manera, ampliar la posibilidad de los lectores de conocer algunos referentes del género.
Fue una labor titánica, pero me alegra mucho saber que hay colegas que están siendo leídos y hasta estudiados en diferentes universidades gracias a que el Titanic esta vez llegó a buen puerto.
El volumen terminó imprimiéndose en Argentina, Estados Unidos, España y Perú, y desde allí voló a otros tantos lugares. Desde el principio sabía que no iba a haber dinero involucrado, y no lo hubo. También sabía que la labor iba a ser en solitario hasta el momento de armar las páginas, la tapa y el texto introductorio. Fue, como decimos en Argentina, todo a pulmón.
La segunda propuesta fue una idea propia. Al enterarme de que Barcelona iba a ser la ciudad invitada a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2019, decidí que no podía dejar pasar la oportunidad de armar ese puente. Desde el 2014, por publicaciones propias y festivales, estuve viajando a Barcelona dos veces por año. Así, tuve la suerte de leer a muchas autoras y autores que hasta entonces no habían publicado, salvo excepciones, en Argentina. Con ayuda de un colega y amigo que vive en BCN, Franco Chiaravalloti, termine de refinar la lista de “los de allá”.
La parte de la convocatoria fue sencilla porque las autoras y autores que contacté dijeron que sí enseguida. Que sí a la loca idea de armar un libro con textos inéditos que estuvieran ambientados en Barcelona o Buenos Aires, o en un puente imaginario entre ambas ciudades. Que sí a que los textos fueran en primera persona, a escribirlos (según dicen ellas y ellos) en tiempo record y a que el libro no fuera ofrecido a ninguna editorial hasta no que estuviera terminado. Mi idea era que el material se valiera por sí mismo. A partir del momento que tuve el libro en mano empecé a corregir y editar, y volver a corregir y editar, y recién después de eso me puse a buscar editoriales.
Finalmente encontró casa en Trampa, de España, y Baltasara Editora, de Argentina. Los libros se armaron de manera independiente. Son más mellizos que gemelos. Tienen tapas y contratapas distintas (la española está escrita por el generosísimo Juan Pablo Villalobos). Sus índices no están en el mismo orden y ni siquiera los textos están corregidos de la misma manera.
Cada editorial tiene su manual de estilo. Así que así fue, dos libros mellizos a uno y otro lado del Atlántico, eso es lo que les había prometidos a los autores. Un puente armado entre dos de las ciudades más interesantes que conozco.
En ambas publicaciones, los escenarios que envuelven las creaciones son ciudades concretas: Nueva York, Barcelona y Buenos Aires. ¿Qué relación tienes con estas tres ciudades?
Con Barcelona tengo una relación literaria, pero también de muchísimo amor y agradecimiento hacia las personas que en estos últimos años me acogieron y me acompañaron. De alguna manera se convirtió en otra casa, en otro espacio de pertenencia. Cada vez que voy siento que logré armar una amorosa familia de amigas, amigos y colegas.
Y no solo en el plano de la escritura. Si no hubiera desembarcado en Barcelona jamás hubiera conocido, por ejemplo, a la enorme fotógrafa Ana Portnoy, que hoy no es solo una queridísima amiga, sino una de las personas que más admiro en este mundo. Y también está la música. Barcelona, al igual que Buenos Aires y Nueva York, es otro lugar en donde la música está por todas partes. Y para mí, sin música, la vida no tendría tanto sentido.
Ahí puedo conectarla con Nueva York. En una época mi tío vivía ahí. En otra, amigos de la familia. Nueva York para mí no es solo la literatura sino también el jazz y el cine. Fuentes constantes de material para el imaginario.
Y por último está Buenos Aires. En Buenos Aires los martes son de milonga y están llenos de personas de diferentes partes del mundo. Se toma, se baila, se olvida por un rato la realidad política y económica, se escucha puro tango. Pero eso es solo los martes. El resto de la semana Buenos Aires es la ciudad en la que vivo. En la que elijo vivir. En la que milito por los derechos que todavía nos deben. En la que vive mi marido y mi niña, y por ende está el amor.
¿Crees que vivir en diferentes ciudades modifica la escritura?
Creo que todo modifica la escritura. La escritura es un ser vivo al que uno doma con oficio.
Tanto Barcelona como Buenos Aires tienen una larga tradición literaria. ¿Crees que se alimentan lo suficiente la una a la otra? ¿En qué se asemejan y distancian?
Creo que no estamos tan lejos de que se alimenten la una de la otra. Las barreras, más que nada, son económicas. Una vez que podamos con esas barreras, seguro que podremos ver la construcción de muchísimos más puentes. Ejemplo de esto es la flamante librería Lata Peinada (Barcelona).
Con respecto a la escritura en sí misma, creo que la escritura rioplatense tiende más hacia el género fantástico, o es más amiga del realismo mágico o delirante, mientras que la escritura barcelonesa tiende más hacia el realismo. Pero ojo, hay tantas excepciones como deseemos encontrar. Además, las dos son ciudades cosmopolitas y heterogéneas. Me cuesta ponerle límites literarios.
¿Cómo está siendo la recepción de la antología en ambos países?
Lo que más me sorprendió fue lo rápido que se armaron ya no digo los puentes, sino las autopistas. Meses después de la salida de los libros (salieron los dos el 6 de marzo) ya había autoras y autores cruzando el charco.
Los cuentos de esta antología, además de compartir escenarios, se narran también en primera persona. ¿Qué te interesaba del uso de esta fórmula?
Hace mucho que se debate el tema de la autoficción. Terminología que cambia con las modas, pero que existe desde el principio de los tiempos. Después de haber editado Los Bárbaros me llamó mucho la atención el miedo que algunas autoras y autores le empezaban a tener a la primera persona. En el nuevo (viejo) boom editorial se está abusando tanto de ese recurso para contar solo “lo que me pasa” que se está abandonando como recurso técnico de la escritura ficcional.
De los 43 textos que me habían entregado, creo que solo dos usaban la primera persona. Después de pasarme meses metida en esas ediciones, no me quedaba duda: si iba a armar otra antología, corregirla y editarla, me iba a asegurar de que los textos fueran escritos en primera. No solo para garantizar una unidad, sino para dejar que cada uno pudiera decidir si iba a utilizar el recurso para contar una historia autobiográfica o simplemente por una decisión técnica.
El tema de la inmigración se encuentra presente en varios cuentos, lo que favorece la aparición y la contraposición del imaginario de la ciudad inventada y/o recreada y el de la ciudad vivida. ¿Cómo se puede construir, tomando las palabras del cuento de Josan Hatero, esta “ciudad invisible para todos” excepto para uno mismo?
En su gran mayoría, el tema de la inmigración (salvo en el texto de Patricia Kolesnicov y Hugo Salas) está más presente en los cuentos escritos desde la Ciudad Condal.
Me parece que cada uno lo construyó de manera muy íntima. Algunos decidieron recordar incidentes políticos de su país y a partir de ahí narrar una historia imaginaria, como fue el caso de Rodrigo Díaz Cortez. Hubo autores que nacieron en Argentina y ahora viven en España que se centraron, más que nada, en sus primeros años en Barcelona, como en los textos de Chiaravalloti, Gándara, Capilouto y Néspolo.
Y después están las cartas de presentación, esos textos que rememoran un pasado que nunca fue, una ciudad que no se conoce (o se ensaya no conocer) a la que se quiere cortejar e ir como en el caso de Marta Orriols o el de Verónica Nieto. E incluso las ciudades a donde se escapa el amor, como sucede en el texto de Sebastián Chilano.
La nostalgia es un elemento que está muy presente en los textos. ¿Siempre uno se construye desde la añoranza?
La nostalgia es ese sentimiento de pena por la lejanía, la ausencia, la privación o la pérdida de alguien o algo querido. Así que muchas veces esa añoranza no tiene que ver con la distancia geográfica. Muchas veces uno añora aquello que tiene cerca, pero siente que (ya) es inaccesible. Ese algo perdido para siempre.
¿Si pienso que uno siempre se construye desde la añoranza? Creo que sería cómo decir que uno siempre se construye desde lo que ya no tiene más. Es muy tentador contestar que sí, ese ser hecho de dos partes que fue dividido y que se pasa la vida buscando su otra mitad. Pero a veces uno se construye desde lo que no tuvo nunca. Desde el imaginario de lo que es la vida de los otros. ¿Se puede añorar lo que nunca se tuvo? ¿Lo que nunca se conoció? ¿Eso también es añoranza? No lo sé.
Retomando tu pregunta anterior, fuera de los textos ligados a la inmigración o a la invención de esa otra ciudad, hay un puñado de relatos que trabajan con el género fantástico, negro o el realismo delirante, donde la inmigración transatlántica no tiene lugar. Textos como el de Martín Castagnet, Juan Vico, Marta Carnicero, Félix Bruzzone, Mariano Quirós, Mariana Travacio, Sonia Budassi, Roser Amills, Tamara Tenenbaum o Graziella Moreno.
Además de antóloga, escribes tú misma un cuento, titulado “Latero y yo”, en el que el duelo y el desamor son los dos focos que mueven la narración de la vida de la protagonista. ¿Cómo fue la escritura de este relato?
Empecé a ver esas instalaciones de latas con mensajes que cuelgan en las paredes de El Raval, El Gótico, El Borne y hasta el barrio de Gracia el primer año que llegué a Barcelona. Desde el principio me emocionó el trabajo de su autor (siempre imaginé que era un hombre, no sé por qué). Viaje tras viaje acumulaba fotos de cada una de las frases que encontraba. Y, cuando no estaba en Barcelona, un grupo de amigas y amigos me mandaban imágenes de lo que iban encontrando.
Los últimos años empecé a pensar cada vez más en qué tipo de persona dedicaba tanto amor y tanto tiempo a dejar esos mensajes. Y, de pronto, de un día para otro ese Latero empezó a cambiar sus textos (o yo a ver de manera diferente sus latas) y me dio la impresión de que algo se había transformado. Casi como en una relación amorosa, el enamoramiento pasa, uno empieza a ver otras cosas, cosas que tal vez no nos gustan tanto, cosas que hasta nos pueden producir dolor.
Mi primer instinto fue intentar conseguir una entrevista. Hablar con el autor y a la larga escribir algo. Pero, antes de que pudiera intentarlo, se me disparó una hipótesis: las latas habían cambiado porque el Latero ya no estaba solo. Ahora eran una pareja o incluso una pareja con hijas e hijos.
Todo era un juego literario, claro, pero así de rápido ese “Latero y yo” ya no existía más. Al año siguiente me enteré que Barcelona iba a ser la invitada de honor a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Entonces, no pude resistirme a escribirlo.
¿En qué medida Barcelona y Buenos Aires se manifiestan en el conjunto de tu obra literaria?
Barcelona y Buenos Aires son el escenario de mi última novela publicada, Fade Out. En realidad: San Juan, Barcelona y Buenos Aires. La novela salió en Argentina por Galerna y en España por Editorial Comba.
Con respecto a la fantástica historia del Latero, tuvo un final abierto, pero muy lindo, cuando un amigo de Barcelona decidió contactarlo vía Instagram y, siguiendo sus instrucciones específicas, le dejó la edición española de Once Mil Kilómetros en una galería de arte. Habrá que esperar su respuesta.
Por lo pronto, durante la presentación de la antología en el Festival de Kosmópolis 2019, me enteré que Josan Hatero lo conocía. Casi me muero de emoción, pero no le pregunté nada. Hay misterios que mejor no desvelar.