Conviene aclarar, de entrada, que el cuento es un género que únicamente cultivo por encargo, pero al que tengo gran consideración.
Siempre recuerdo a este respecto lo que dijo Faulkner en su discurso de recepción del premio Nobel: cuando uno siente que tiene talento literario, debe probar suerte primero con la poesía. Si los versos se le resisten, pasarse al cuento. Si en eso las musas también le son desfavorables, probar con la novela corta. Y si con la novela corta los resultados tampoco son los deseados, entonces y solo entonces lanzarse a la novela larga.
Como productor de textos de distancias medias, estoy tentado de matizar esta afirmación, que tiene mucho de boutade (cuesta un mundo escribir novelas largas, y más si son como las de Faulkner). Y sin embargo en lo esencial coincido en que la obra breve tiene un nivel de exigencia muy elevado.
En realidad, más que una boutade, lo de Faulkner es una apología de la síntesis literaria.
Si me permitís un apunte a propósito de la novela corta, yo diría que una buena novela larga tiene casi siempre dentro una excelente novela corta. Quizás sea este el formato literario que más se parezca, por lo sintético, por la falta de esa morosidad que Clarín le achacaba a la novela, al formato de una película, el largometraje de hora y media, en el sentido de que todo tiene una función, nada sobra.
Cada vez aprecio más esta forma narrativa. Es un ideal clásico.
En cambio la novela larga es, por necesidad, romántica, barroca o moderna, llamadla como queráis. Informe y permeable, dijo Baroja.
A su vez el cuento, el relato breve, lo pego a la poesía porque, insisto, la excelencia del cuentista no radica necesariamente en lo estructural, sino más bien en esa sensibilidad para captar el momento, ese momento nescafé, se decía en una época.
En principio la gente ve muy claro el salto entre poesía y lo demás: el cuento, el relato más o menos extenso, la novela corta y la larga. Todo lo que, por oposición a la poesía, se considera narrativa.
Aun así, yo defiendo que hay casi mayor ruptura entre cuento y novela que entre poesía y cuento, e insisto en que del cuento a la novela corta la prosa narrativa se transforma en algo por lo general mucho más estructural…, que es con lo que yo estoy más familiarizado.
En un buen cuento, como en un buen poema, tiene necesariamente que haber una iluminación, una epifanía. En ese sentido, un autor de cuentos debe estar más inspirado que el de novelas. No hay tiempo que perder: en el cuento se gana por KO. No vale hacerlo, como en la novela, por puntos.
En mi caso, no soy un buen cuentista porque siempre he tenido cualidades eminentemente narrativas, estructurales. Me resulta difícil encontrar momentos en sí, por separado.
Tengo mente de novelista. Me cuesta horrores concebir una parte sin relación con un todo. De hecho, después de varios fiascos me he dado cuenta de que, para que un relato cuaje, necesito desarrollar un mínimo de seis escenas articuladas narrativamente.
El relato breve no me va, y solo haciendo «mini-novelas», he conseguido que me suene la flauta. De modo que conmigo parece que se cumple aquello de que un buen cuento es el germen de una buena novela.
El universo también debe poder leerse en un grano de arena.
Benjamin
22/01/2021
Excelente, breve, esclarecedor.