Supongo que ha quedado claro a lo largo de estas columnas que creo en el género, e incluso en los subgéneros.
Por eso me permito un comentario con respecto a otra idea recurrente que tiene mucha predicación hoy en día. Que las etiquetas son una estupidez y que no sirve hablar de ciencia ficción o de novela negra, pongamos por caso, porque solo hay dos tipos de literatura: la buena y mala.
La clasificación, el distinguir semejanzas y diferencias, es un ejercicio primordial de la inteligencia humana. No basta con decir «los bichos son bichos, buenos y malos», cuando tenemos en nuestra granja perros, caballos, vacas y cerdos. Y cuando entre los perros hay galgos, pastores alemanes y rottweilers.
Es cierto que hay individuos deformes y mancos, y otros monstruosamente híbridos.
Pero que existan individuos difícilmente clasificables no significa que las clasificaciones sean inútiles. Si acaso, habrá que afinar con la terminología. Y si resulta necesario precisar que una novela es de ciencia ficción posmoderna, con trama detectivesca hard-boiled pastichada y ribetes de fantasía paranoica dickiana pre-cyberpunk, pues se hace, y punto. ¿Qué diría un escritor al que solo se le permitiera describir a las mujeres como morenas o rubias?
Las denostadas «etiquetas» son conceptos, y cada nuevo concepto que adquirimos es, como dijo un poeta, un nuevo órgano. Cuantos más tengamos, mejor: novela futurista, histórica, realista, social, urbana, policiaca, negra, criminal, de ladrones, de misterio, thriller, psycho-thriller. Todo nos vale. Maticemos hasta el infinito. Lo estúpido sería no querer etiquetas.
Llegado a este punto, cualquier defensor de la indefinición posmoderna nos tenderá una celada terminológica.
– De acuerdo, pero explica entonces a qué te refieres exactamente cuando utilizas esos conceptos. ¿Qué es, por ejemplo, para ti, la novela negra? O mejor aún: ¿qué es la novela, a secas?
Y se retrotraerá, si hace falta, a Dostoievski, a Sofocles, y hasta a Platón, con tal de romper los moldes.
-¿No hay crimen en Crimen y castigo? ¿No hay investigación en Edipo rey? ¿No incluía Bajtin a los diálogos socráticos dentro del género novelesco?
Todos lo que hemos circulado por festivales conocemos estos argumentos y otros similares.
-He coleccionado definiciones de la novela –apuntó Cela– . He leído todo lo que sobre esta cuestión ha caído en mis manos. He escrito artículos, he pronunciado varias conferencias y he pensado en todo el rigor del que soy capaz sobre el tema. Y al final, me encuentro con que no sé, ni creo que sepa nadie, lo que de verdad es la novela.
Y es cierto que, cuando uno se mete en cuestiones de esencias platónicas, ya no acaba nunca, porque para explicar qué es una novela hay que explicar primero qué es la literatura, y para poder saber qué es la literatura hay que saber qué es el lenguaje… Con lo cual, al final, en vez de acercarse a su objeto, lo que se consigue, a menudo, es perderse en las estratosferas filosóficas.
También sé lo insatisfactoria que resulta cualquier definición. Y lo fácil que es para un Diógenes desplumar una gallina, agarrarla por el cuello y presentarla, con toda la sorna del mundo, al pobre Platón.
-¿Conque un hombre es un animal con dos patas y sin plumas? ¡Pues aquí tienes a tu hombre!
No obstante, si somos sinceros, aunque el lenguaje no permita una definición satisfactoria, todos sabemos intuitivamente lo que es un hombre y lo que no. Y, de la misma manera, todos sabemos intuitivamente lo que es una novela y lo que no.
En el caso de un creador, no hace falta ni que lo explicite: coged cualquiera de sus novelas y en ella está implícita la idea que su autor tiene de lo que debe ser el género.
Todos estos prolegómenos para decir que, aunque hay quien piensa que es un problema sin solución y se limita a afirmar (y en buena medida tiene razón) que novela es todo lo que hacen los novelistas, yo, aun así, voy a procurar aclarar mínimamente lo que es este molde para mí.
Entiendo que una novela es, básicamente, una narración dramatizada. Su columna vertebral sigue siendo la narración o el relato, que es a la novela lo que la melodía a la sinfonía.
A mi entender, la raíz del género nunca dejó de estar en esa necesidad que han tenido los hombres de contarse historias, los unos a los otros, desde tiempo inmemoriales.
En ese sentido, la novela, lo mismo que cualquier relato, debe enseñarnos algo sobre los seres humanos y su mundo.
Afirmo que está dramatizada –la influencia del teatro en el desarrollo de la novela me parece clara– porque lo que la distingue del relato es que no basta con contar una historia. Hay que vivirla. Como lectores, exigimos al novelista que recree lo relatado con un máximo de detalle. Hemos de saber todo sobre los personajes. Su pasado. Lo que piensan. Lo que dicen. Queremos conocer sus sensaciones, ver lo que ven…
Esa recreación del mundo es donde se mide la capacidad del novelista.
Es como una sinfonía clásica. La melodía es importante (sin ella no se puede organizar los acordes), pero el talento del compositor se percibe ante todo en la orquestación. Lo esencial, en la novela, al contrario del relato, son los matices. No el qué pasó, sino cómo pasó.