Entrevistamos al editor y escritor Gonzalo Eltesch (Valparaíso, Chile, 1981), quien nos habla de su ópera prima Colección particular (Pepitas de calabaza, 2018), una novela de formación elaborada a partir de “pequeñas ficciones entremezcladas con la memoria” y reflexiones metaliterarias sobre la escritura. Eltesch también se refiere al campo editorial, a las relaciones entre España e Hispanoamérica y a las obras de las autoras peninsulares que lee. Trabaja como editor en Penguin Random House, reside en Barcelona y forma parte de la lista Bogotá39, que incluye a los escritores latinoamericanos menores de 40 años con mayor talento y proyección de la presente década.
[Leer un fragmento de la novela]
Se acaba de publicar en España tu primera obra, Colección particular, aunque ya lleva tres años publicada en Chile. ¿El texto ha sufrido alguna modificación? ¿Cómo está siendo la acogida de la novela?
Salvo algún cambio menor, el libro está tal cual. Me parece que había que ser fiel con el texto primigenio.
En España, por suerte, la novela ha tenido buenos comentarios y el proceso con mis editores y con los libreros ha sido valioso y significativo.
Se etiqueta esta obra bajo el epígrafe de novela, aunque a mí me gusta más la definición que aparece en el libro “pequeñas ficciones entremezcladas con la memoria.” ¿Por qué decidiste empezar la escritura desde una historia personal basada en tu biografía?
No creo que haya obra que no sea biográfica. Esto no quiere decir que las decisiones del autor tienen que ir solo en ese sentido. Pero no creo que se pueda desprender nuestra memoria, historia de vida, personalidad, de la obra.
En este sentido, estoy muy de acuerdo con el ensayo que escribió Zadie Smith, que se titula “Fracasar mejor”. Allí ella decía: “La personalidad de un escritor es su modo de estar en el mundo: su escritura es un trazo innegable de ese modo”. Me parece muy adecuado. El estilo también es nuestra vida.
En la novela que quise escribir, busqué transparentar este hecho –hacer unas memorias con ficción–, y desvelar la estructura y la estrategia narrativa de esta. Elegí el recuerdo porque creí que era una buena puerta de entrada, y algo que quería expresar sin ser artificioso. Finalmente, cuando uno se lanza a la escritura, tiene que hacerlo desde sus incomodidades. Y a mí me incomodaban mis recuerdos.
Recolectas recuerdos concretos que se sitúan en diferentes momentos y van saltando de un tiempo a otro. ¿Cómo fue la selección y la organización de los fragmentos?
Buena pregunta, pues fue eso lo que más dolores de cabeza me causó para componer el texto. La novela tiene tres niveles. En el primero está la historia del narrador desde el presente, incluida su historia de amor. En el segundo, el pasado de él y de su familia. Y en el tercero, está la intención del narrador de escribir una novela sin saber cómo proceder.
Dicho esto, para poder intentar un equilibro, me pareció que lo más adecuado era plantear un orden desordenado, donde el tiempo estuviese mezclado. En última instancia, quería reflejar lo que yo creo que es la memoria, el pensamiento y la imaginación. Es decir: una bolsa de gatos que tratan de salir.
Las mujeres de la obra (la abuela, la madre y la pareja) asumen un papel importante, pues son las encargadas de recibir estas narraciones de la memoria de boca del protagonista, al tiempo que lo reciben los lectores. ¿Por qué a ellas? ¿Por qué decidiste otorgar esta conexión entre ellas y los lectores?
Me gusta mucho que te hayas fijado en esto. Yo creo que en Chile, y en Latinoamérica, y a pesar del machismo, reina una sociedad matriarcal. La mujer es el centro de la familia, la que saca adelante los hijos, la que, a veces por obligación o porque no le queda otra –es impresionante la cantidad de padres ausentes que hay en Chile–, debe decidir el camino de sus ancestros.
En Colección particular, entonces, tienen que ser ellas, las mujeres, quienes escuchen su historia, pues finalmente son ellas quien pueden cambiarla o no.
Las reflexiones metaliterarias desentrañan algunos hilos de la escritura porque, al fin y al cabo, el narrador está aprendiendo el oficio conforme avanza la trama. ¿Cómo nace este contrapunto narrativo?
Uno de mis objetivos era hacer una novela de formación, y esa formación, ese proceso de madurez, también era literaria.
El narrador, a medida que avanzaba desde la infancia a la adultez, también se estaba convirtiendo en autor, y la única manera que tenía este personaje de hacerlo era desvelando sus dudas estructurales y emocionales, dialogando con su memoria y sus propias ficciones.
Después de ser incluido en la lista Bogotá 39, tu nombre está resonando en distintos países de habla hispana. ¿Crees que sin este trampolín costaría más a los autores salir de los límites geográficos de cada país?
Siempre es difícil traspasar las fronteras. A veces en el mundo editorial hay mucho ombliguismo, localía. Por eso, efectivamente, haber sido seleccionado en Bogotá 39 ha sido una buena forma para poder dar a conocer mi libro en otros países. Gracias a esto he podido viajar y presentar Colección particular, por ejemplo, en la isla de San Andrés de Colombia, ¡algo que nunca hubiese imaginado!
Por otro lado, durante unos diez años fuiste editor en Penguin Random House (Chile) y ahora te has mudado a Barcelona. ¿Notas diferencias con el sector editorial chileno?
He notado que el mundo editorial en España es muy diferente que el de Chile. España tiene un mercado maduro, a veces excesivamente maduro, y por ende en algunas ocasiones es más difícil encontrar los espacios para ser creativo. Y ese es el desafío, que, por cierto, me encanta. Chile, por otro lado, está creciendo, y las posibilidades todavía son muchas.
Me parece que España debería mirar más hacia Latinoamérica, y Latinoamérica a España. Todos terminaríamos aprendiendo sobre libros y edición.
Aunque lleves poco tiempo en Barcelona, ¿has descubierto alguna voz que te parezca interesante?
Más que descubrir, me estoy comportando como un simple lector que quiere conocer a los autores españoles recorriendo las diferentes librerías.
Ahora estoy leyendo el último libro de Sara Mesa, y me está gustando mucho. La primera novela de Gabriela Ybarra es muy interesante. Y también estoy esperando con ansias la traducción del catalán al castellano de la novela Permagel, de Eva Baltasar.
Después de haberte convertido tú mismo en un autor, ¿ha cambiado tu percepción de la edición?
No lo sé con certeza, aunque con mis editores he tratado de ser encantador. Ojalá me haya resultado.