Laureano Debat (Argentina, 1981) es una de las nuevas voces que emerge en el panorama del periodismo literario de habla hispana. Pliego Suelto conversó con el autor acerca de su primer libro, Barcelona inconclusa (Candaya, 2017), un conjunto de crónicas que configuran una cartografía personal de la ciudad condal. Debat nos habla de reescritura, palimpsesto, de la figura del fláneur, de las atopías urbanas, de la “Barcelona canalla” y de la megaturística, de los cronistas latinoamericanos y de sus nuevos proyectos. Debat reside en la capital catalana desde 2009 y colabora con diversos medios de España y Sudamérica.
Barcelona inconclusa nace a partir de un blog de viajes, ¿qué factores te motivaron a realizar una antología de crónicas sobre la ciudad?
Hice el libro que me hubiera gustado leer cuando llegué a Barcelona y el resultado final trató de reflejar eso.
El libro es el testimonio de un recorrido de años escribiendo sobre la ciudad, recoge una huella bastante profunda y la deja estampada en un papel. Es un libro que se escribió en 5 o 6 años, los más intensos del blog de crónicas. Y me gusta la idea de que el libro recoja eso, ese trayecto de años viviendo la ciudad para escribir sobre ella.
¿Cómo ha sido el proceso de selección de material, de reescritura y de edición del libro?
Complicado, porque el proyecto no nació originalmente como un libro. Por eso escribí un prólogo donde dialogo con la tradición narrativa sobre Barcelona y sobre la crónica como género, y donde también explico las motivaciones del libro y por qué dedicarle un proyecto de escritura a la ciudad.
Esa introducción es fundamental para hacer el traspaso del blog al libro, del hipervínculo al papel. Después las crónicas fueron seleccionadas de acuerdo a las que más me gustaban a mí y también pensando en abarcar una buena cantidad de barrios de la ciudad.
El hilo conductor del libro es la visión y la voz del cronista (extranjero y solitario), del fláneur que se enfrenta a la ciudad y a su galería de personajes. ¿Qué dificultades has encontrado a la hora de configurar una cartografía personal de la Barcelona actual?
No me ha sido difícil, sino que me ha llevado tiempo. Técnicamente, uno podría estar toda la vida trazando la cartografía personal en la ciudad que vive. Y la dificultad es inherente a cualquier situación de crónica, por eso que el género al ser tan versátil y tan maleable, tan mutante, te permite convivir con esa dificultad y te ayuda a poder manejarla y encauzarla.
Sin dificultad no habría desafíos ni dudas o incertidumbres por resolver y este proyecto no hubiese tenido ningún sentido.
Cada crónica, de algún modo, refleja la manera que encontré de resolver las dificultades que implica todo reportaje.
Pones de relieve el palimpsesto. ¿De qué manera has trabajado con este concepto?
Todas las ciudades son el diálogo entre su presente mutante y un sedimento del pasado que siempre sobrevive. Y también son construcciones mentales de quienes la habitan.
En este sentido, la figura del palimpsesto es muy útil para hablar metafóricamente del movimiento de una ciudad: la reescritura permanente de un original por la misma dinámica arquitectónica de toda ciudad y por el diálogo entre las diferentes construcciones mentales que ha tenido en toda su historia.
Si en Poblenou dialogan edificios modernos sobre despojos de fábricas abandonadas, la ciudad mental de Jorge Carrión dialoga con la de Enrique Vila-Matas
De una buena parte de esos movimientos intenta dar cuenta el libro, por eso se habla de la ciudad como algo inconcluso.
¿Qué reflexiones te dejan tus investigaciones y observaciones sobre la invisibilizada “Barcelona canalla ochentera” y la Barcelona mediática y megaturística del siglo XXI?
“La Barcelona canalla” es una construcción literaria que evoca una ciudad que ya no existe. O que existe escondida, en pequeños trazos que sobreviven y en algunas cosas que no pudo destrozar ni cubrir una gran parte de la Barcelona actual diseñada para el turismo.
Aunque también el turismo tiene la voracidad propia del sistema capitalista que le da entidad como industria y muchas veces consigue absorber ciertos focos de resistencia y llevarlos a su terreno. Así como el Gótico está parquetematizado en apariencia medieval, también hay ciertos bares y lugares que se venden como canallas y fueron creados hace dos o tres años. Hay una suerte de turismo canalla, que nace de esa falacia de los turistas en buscar cosas auténticas, esa utopía de creer que existen lugares “de toda la vida” y no contaminados con el paso del tiempo.
La ciudad es una mezcla de todo esto, una dialéctica casi gramsciana: el pasado que no acaba de morir y lo nuevo que, en este caso, ya nació hace bastante y busca llegar a la mayoría de edad. Pero esta tensión, a mi entender, no se definirá nunca porque el sentido de la ciudad está en su inconclusión, en su mutación permanente, en el conflicto permanente entre todo eso.
Y yo evoco ambos polos porque son las dos grandes vertientes de la mayoría de la tradición narrativa sobre Barcelona, situándome en medio porque en la búsqueda de mi cartografía personal he tenido que dialogar con ambos, indefectiblemente. Y también por honestidad: no viví “la Barcelona canalla”, por lo tanto no puedo añorar algo que no conocí, así como tampoco comulgo con la ciudad de la especulación turística.
Destacas también en el libro las atopías urbanas: habitar ruinas y lugares en construcción y visibilizar la mutación permanente de la ciudad. Además de la Guía Psicogeográfica de París (de Guy Debord), ¿con qué libros de urbanismo, crónicas, ensayos, novelas o textos de historia dialoga Barcelona inconclusa?
Con algunos catálogos de exposiciones de arte contemporáneo, sobre todo el de Atopia en el CCCB. Con ensayos sobre Barcelona y Madrid, como el que publicó hace unos años Jorge Carrión. Con crónicas y novelas de Enrique Vila-Matas y Eduardo Mendoza. Con la literatura de Sebald, Teju Cole y Sergio Chejfec.
Con las crónicas urbanas de Juan Villoro, Leila Guerriero, Martín Caparrós, Gabriela Wiener, Alba Muñoz y Òscar Broc. Con algunos libros de investigación de Lluís Permanyer. Con el blog de arquitectura Del tirador a la ciudad, de Anatxu Zabalbeascoa. Y con muchas canciones de grupos barceloneses como Standstill, Mishima o Manel.
Y, por supuesto, con la poesía urbana de Sergi de Diego Mas, las crónicas de Javier López Menacho y las canciones de Coriolà escritas por Carlos Chacón, tres compañeros de generación y tres grandes amigos.
Por otro lado, ¿cómo ves el panorama actual del periodismo literario en América Latina y qué nuevas voces destacarías?
El periodismo literario siempre está en pleno movimiento en el continente.
Lamenté mucho el cierre de Etiqueta Negra, pero el legado que ha dejado Julio Villanueva Chang y toda la gente que pasó por allí es inmenso, en reportajes y números memorables, en la manera de trabajar con la crónica. Por suerte sobreviven Gatopardo y Anfibia, además del nuevo proyecto Portable Journalism de Juan Pablo Meneses, que intentará conectar cronistas freelances con redacciones en diferentes partes del mundo.
Y también hay que mencionar aquí a Altaïr Magazine, que si bien es un proyecto que nace en Barcelona, dan mucho espacio cronistas de Latinoamérica y hoy es el mejor magazine de crónica de viajes que existe en lengua castellana, por su manera de entender el viaje y por su apuesta por la innovación.
Yo creo que en todas esas plataformas se pueden encontrar las voces más innovadoras y arriesgadas de la crónica literaria en Latinoamérica.
Y después de Barcelona inconclusa, ¿qué nuevos retos te has propuesto?
Ahora estoy escribiendo la historia completa de mi vida con dos prostitutas, de lo que hablo en la primera crónica de Barcelona inconclusa. De alguna manera, necesité algunos años para desnaturalizar ciertas cosas de esos 9 meses que viví con ellas y contarlo todo recuperando esa mirada de recién llegado.
La historia de ellas es apasionante y es lo que contaré en mi próximo libro, por qué se dedicaron a la prostitución, de dónde vienen, quiénes eran sus clientes y cómo fue ese tiempo de convivencia en un año clave para Barcelona: el 2010, con España campeona del mundo y la manifestación en contra del rechazo al Estatut (el año que se empieza a radicalizar el Procés).