Entrevistamos al escritor Miguel Espigado (Salamanca, 1981) a propósito de su última novela, La vida de los clones (Aristas Martínez, 2017), una historia futurista sobre los conflictos que origina la convivencia entre criaturas fantásticas y los seres humanos en un mundo hipertecnologizado. Espigado también es autor del ensayo Reír por no llorar (Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2017) y de otras novelas como La ciudad y los cerdos (2013) y El cielo de Pekín (2011), ambos títulos publicados por la editorial Lengua de Trapo.
En tu última novela, La vida de los clones, vuelves a China –presente ya en El cielo de Pekín (Lengua de Trapo, 2011)– como escenario por el que se mueven los personajes. ¿Qué te atrae de ese país?
En Pekín puedes ver cómo la Historia de nuestro siglo sucede literalmente ante tus ojos. No existe un conflicto actual que no se exprese en su vida urbana.
Siempre tengo hambre de presente, vivo fascinado por mi época y su proyección. Para alguien como yo, China es hoy el lugar más interesante de la tierra.
Viviste en China algunos años. En la novela, escribes: “Cuando vives mucho en un lugar, la experiencia se amalgama en un recuerdo que abarca la totalidad de nuestro tiempo en él, sin que podamos diferenciar bien etapas del pasado o del presente”. ¿Cómo recuerdas estos años en el país asiático?
Apenas tengo memoria, así que mis recuerdos de China son la suma de mis novelas, las fotografías que guardo en mi disco duro y las evocaciones que surgen en charlas con los amigos con los que compartí esos años allí. Pero sí recuerdo que cuando me fui de Pekín estaba tan quemado con China que juré que nunca volvería a pisar ese país. Y ya me estoy planteando volver de nuevo.
Calificas esta novela de “auto-ciencia ficción”. ¿Nos podrías explicar qué significa esta etiqueta?
Es un juego entre “ciencia ficción” y “autoficción”. En La vida de los clones he utilizado fantasías científicas para expresar realidades nada fantásticas sobre mi experiencia vital y la sociedad actual.
Mucha gente considera que la fantasía es lo contrario de lo “real”, pero lo cierto es que hay realidades tan subjetivas e intrincadas que se narran y explican con mucha más justicia desde la ficción.
Los lectores poco amigos de la ciencia ficción se suelen sorprender para bien cuando abordan mi novela; no es lo que esperaban.
Si bien el texto invita a ser leído en clave futurista, también aparecen elementos de la cultura pop, como Wonderland (un guiño al Neverland Ranch de Michael Jackson). ¿Qué te llevó a esta mezcla?
Vivo colgado todo el día de las redes sociales, e Internet, y todas las facetas de mi vida, tanto en lo cultural, como en lo profesional o lo íntimo, se canalizan a través de estas nuevas formas de comunicación. Y creo que he usado la novela para refugiarme en un mundo con una tecnología anterior o alternativa a la revolución digital.
Además, en La vida de los clones la desaparición juega un papel muy importante, y desaparecer era mucho más fácil antes de los teléfonos móviles.
Sobre Wonderland: Michael Jackson era un icono de la modernidad en los 80, y hacer referencias veladas a su mundo me sirve para evocar esa etapa tecnológica justo anterior a la era digital, que además coincide con la de mi infancia.
Los clones de tu novela –en un principio creados para el uso y disfrute de sus dueños– se presentan como sujetos liberados de sus constricciones, abriendo el debate relacional entre el creador y su creación, entre detractores y clubs de fans… ¿Por qué te interesaba situar el inicio de la acción en este momento vital?
Quería que la novela comenzase in media res. No vivimos un buen momento para preámbulos, ni largas introducciones. Hoy el titular, el tweet, precede a la noticia, y la explicación. Es una cultura de impactos. Quería comenzar con un acontecimiento potente que desencadenara cambios muy drásticos en la vida de los protagonistas.
En la novela, la libertad es el germen de todos los conflictos porque es a la vez un anhelo de conseguir más derechos y un freno para emprender nuevas andaduras. ¿Hasta qué punto puede entenderse como una metáfora de nuestra sociedad?
Los personajes luchan tanto por lograr libertades como por aprender a usar las libertades ganadas. Y eso sí es un conflicto representativo de nuestras sociedades desarrolladas, en las que el individuo sufre tanta angustia por cómo gestionar la libertad que por la libertad que no tiene.
Los clones forman parte de una comunidad que podría ser cualquier sociedad actual, y dan pie a reflexionar sobre cuestiones como la adopción, la identidad sexual o los desplazados. ¿Te planteaste su aparición como una reivindicación de un colectivo que representa a un conjunto de minorías? ¿Es más fácil hablar de lo marginal, de lo reprimido, desde el lugar de la represión?
Los clones amalgaman una serie de problemas de identidad que afectan a minorías diferenciadas por su aspecto, su falta de raíces, su sexualidad, o su dependencia económica. Más que una reivindicación política, quería sobre todo indagar sobre una experiencia vital.
En cuanto a la facilidad; yo apenas tengo imaginación. Mi escritura siempre es un ejercicio de transformación de lo real, de lo que ocurre a mi alrededor en cada momento de mi vida. Y en China he conocido la represión, sí (y en España también, aunque de otra forma).
Por otro lado, el retrato que haces de los seres humanos no es muy halagüeño. En algunos puntos se encuentra cierta confluencia con algunos capítulos de la serie Black Mirror, en el sentido de que el ser humano parece atrapado en una espiral que él mismo ha creado. ¿Qué opinas de esta hipertecnologización?
La tecnología que uso parte de mí, una prótesis y una habilidad integrada en mi yo íntimo. El mismo lenguaje es una tecnología tanto o más sofisticada que un smartphone. Al fin y al cabo cualquier tecnología no es más que una herramienta, y el uso de herramientas es una de las cualidades más intrínsecas del ser humano.
La vida de los clones se suma a toda esa tradición de la ciencia ficción que trata de adelantarse a la implantación de ciertas tecnologías en la sociedad, para evaluar sus posibilidades, sus ventajas y aberraciones, y así comenzar a comprenderla.
Aunque todavía estás promocionando esta novela, ¿estás trabajando en otros textos o en otras creaciones?
Sí, actualmente estoy trabajando en una obra literaria algo especial. Incluye un libro, pero no es solo un libro. Es una suma de posts y literatura oral, que se construye a la vez que se lee, se vive y se escucha, en las redes y en directo. Se puede seguir a través de mi cuenta de Facebook, que está abierta para todos, y en los diferentes eventos que voy programando.

Cueva del osario, uno de los lugares, cercano a Battambang, Camboya, donde los Jemeres Rojos arrojaron a un número indeterminado de personas durante el genocidio camboyano (1975-1979) bajo la dirección del dictador Pol Pot. «La vida de los clones» llega a su catarsis y termina en un escenario inspirado en una de estas «killing caves». Fotografía: Miguel Espigado