Kid Tunero, el caballero del ring (Pepitas de calabaza, 2016) de Xavier Montanyà (Barcelona, 1961) es la biografía periodística y literaria de una gloria olvidada del boxeo mundial: el cubano Evelio Celestino Mustelier (1910-1992). Gestado a partir de largas conversaciones con el legendario púgil y de una documentación minuciosamente contrastada –en España, Francia y Cuba– el libro reconstruye la historia, también olvidada, de Barcelona como plaza fundamental del boxeo internacional a principios del siglo XX, donde aparecen figuras como Hemingway, Carpentier, Cocteau, Brassaï, Francesc Macià, Lluís Companys y Salvat-Papasseit, entre otros. Xavier Montanyà, colaborador de Vilaweb y Sàpiens, ha publicado: El Cas Vinader (2015, Pòrtic), La gran evasión (2009, Pepitas), Pirates de la llibertat (Empúries, 2004) y es coautor de La torna de la torna: Salvador Puig Antich i el MIL (Empúries, 1985).
Existe una épica, y una lírica, del boxeo que se manifiesta a través del periodismo literario, la poesía y la novela realista. Hemingway, Schulberg, Cravan, Mailer, y en el ámbito panhispánico Aldecoa, Cortázar, Alcántara, Salcedo Ramos, Halfon, Guillamon, Novoa… ¿Cuáles son esos polos de atracción que encuentras entre este deporte y la literatura?
Hay muchos. Un combate de boxeo son dos personajes y un conflicto, como la esencia de una narración, de un guion. El combate en sí es un relato perfecto: planteamiento, nudo y desenlace, con ingredientes de intriga, estrategia, fuerza, valentía, astucia, resistencia, sorpresa, farsa.
Todo ello configura el terreno ideal para construir historias. Y, al mismo tiempo, a partir del contexto y las vidas de sus protagonistas, es posible cruzar la Historia disfrutando del paisaje colectivo yendo por carreteras secundarias, comprendiendo mejor los conflictos, las injusticias, la dureza y la belleza del mundo.
Es otro punto de vista, visceral, sincero, sin excusas ni circunloquios, directo. El escritor, como el boxeador, sabe que por mucho que se haya escrito sobre héroes de trincheras y barricadas, la verdad podría estar más cerca del soldado desconocido.
La lucha por la integridad, la libertad individual y la identidad se libra en solitario, cada día, cada uno en su mundo, entre las cuerdas o ante la página en blanco.
¿Qué estrategias y métodos has utilizado para reconstruir la historia de Kid Tunero y plasmar, de forma consistente, la dimensión humana del boxeador de manera que la narración no consistiera en un relato meramente deportivo?
Tuve la suerte de conocer a Kid Tunero (1910-1992) y tratarlo personalmente. Conservo las grabaciones de las entrevistas que le hice. Recuerdo todo muy bien, sus explicaciones y sus silencios, su dignidad y entereza. Lo que me impresionó de él fue el personaje, su forma de ser y pasar por la vida, más que su carrera deportiva.
Supongo que seguir este primer impulso que tuve hace años me ha llevado a un enfoque más poliédrico. Su voz me ha servido para recorrer la historia social y cultural por la que discurrió su vida, a paso discreto, siempre silencioso, de caballero, con nobleza y entrega.
Al documentarme sobre los diferentes episodios de su vida y el contexto en Cuba, París o Barcelona, en diferentes épocas del siglo XX, su relación con Hemingway y con la bohemia de París, todo adquiría sentido mucho más allá del boxeo, del deporte.
De algún modo, es como si su voz y su experiencia nos pudieran servir para ver de cerca, de otra manera, el racismo, la política, el espectáculo de masas, el cine, la música, la sociedad, la guerra, el arte…
Kid Tunero, de alguna manera, reivindica la negritud y apela a la fraternidad y a la solidaridad entre negros y blancos. ¿Qué lecciones sobre el respeto y la convivencia humana has sacado a lo largo de la gestación de la obra?
Que parecen imposibles. En el fondo, bien poco se ha avanzado desde aquellos años. El racismo y la violencia siguen vivos. Resurgen en situaciones límite o cuando se dan las condiciones sociales, económicas y represivas propicias.
Solo hay que ver cuántos negros han sido asesinados brutalmente por la policía norteamericana en estos últimos años o la ausencia de voluntad política para ayudar a los refugiados en Europa. Y, a su vez, el auge de la extrema derecha y la violencia cotidiana contra ellos en países como Alemania o Hungría, por ejemplo.
Recientemente he visto el documental I am not your negro de Raoul Peck que confirma todo esto. Las críticas de James Baldwin (1924-1987) a la sociedad blanca americana en los años sesenta y setenta son hoy aún absolutamente vigentes.
En el proceso de gestación de libros con un componente biográfico, ¿qué criterios debe asumir el autor al tratar el “factor heroicidad” o “antiheroicidad” de la figura central (en tu caso: Kid Tunero, Xavier Vinader y Salvador Puig Antich), para no caer en el efectismo sentimental y en los aspectos truculentos del relato basado en hechos reales?
Es fundamental el rigor en los datos del contexto histórico, político y cultural colectivo. Y también saber administrar tu propia subjetividad al narrar los hechos. “Si fuera un objeto sería objetivo, pero como soy un sujeto soy subjetivo”, decía José Bergamín (1895-1983).
Saber combinar bien todos esos elementos es la base. Allí es donde el personaje, independientemente de la empatía que el autor pueda sentir hacia él, cobrará su verdadero significado y dimensión.
Quizá, Kid Tunero, sin ser una biografía al uso, sino una inmersión en su mundo y su tiempo, sea, de los tres que mencionas, el libro más propicio para recurrir al lirismo, algo que, por otra parte, forma parte del género. En el caso de los libros de Vinader o Puig Antich (éste último, de autoría colectiva), se trata de casos más estrictos, ya que están enmarcados en el ámbito del periodismo de investigación. No están tan centrados en la vida de los protagonistas, sino en los hechos políticos, jurídicos y sociales que envolvieron sus vidas, y que les convirtieron en motivo de estudio y reivindicación sobre nuestra memoria histórica, contra el olvido y la impunidad.
En Kid Tunero, a través del riguroso trabajo de documentación y de testimonios de primera mano rescatas y reconstruyes la historia de Barcelona como plaza fundamental del boxeo internacional a principios del siglo XX: veladas con miles de espectadores, prensa especializada, promotores, gimnasios y entrenadores de alto nivel. ¿Qué factores contribuyeron a que este segmento histórico quede sepultado?
En la Barcelona del primer tercio del siglo XX suceden hechos políticos y sociales de primera magnitud: la Semana Trágica, el auge del anarcosindicalismo y la lucha obrera, las grandes huelgas, como la de la Canadiense que consiguió la jornada de ocho horas por primera vez en la historia, el pistolerismo de la patronal, las vanguardias artísticas, la República, el alzamiento franquista y la victoria contra el fascismo en las calles, etc.
El hecho de que luego hubiera cuarenta años de dictadura y censura, ha provocado, lógicamente, que de aquella época hoy sepamos más de los grandes acontecimientos políticos y sociales que de la pequeña historia de la vida social, popular, deportiva y cultural.
La demonización del boxeo en democracia también puede haber contribuido a oscurecer este pasado.
En el caso de España y de Cuba, ¿podríamos decir que los socialistas durante la transición y Fidel Castro, respectivamente, “se cargaron al boxeo”? ¿Cómo se explica la “demonización” de un deporte popular a través de políticas basadas en el “puritanismo de izquierda”?
En España, durante la transición, el poder establecido, ya fuera UCD o socialistas, se cargaron el boxeo, sí. Es una prueba más del cinismo de aquella época. Supongo que les daba buena imagen política pública prohibir y demonizar el boxeo por violento, mientras que, por otro lado, a espaldas de la sociedad, creaban los GAL y atizaban el terrorismo de estado.
Lo terrible e intolerable es la violencia del propio estado, una violencia que se expresa de muchas formas, incluso ilegalmente, algo “per se” contrario a la legislación democrática. Mientras sus secuaces de las cloacas del estado contrataban mafiosos en Marsella o Burdeos para asesinar ciudadanos vascos, ellos se dedicaban en público al gesto caritativo y “buenista”. Uno de los que empezó la cruzada antiboxeo fue Pio Cabanillas padre, quien, siendo ministro de Franco, ante la ejecución de Puig Antich al garrote vil, declaró: “Un acto de justicia es siempre un acto de justicia”.
El caso de Fidel Castro en Cuba creo que es algo diferente. El boxeo estaba en manos de las mafias que provenían de la dictadura de Batista y el poder yanqui. Fidel prohibió el boxeo profesional, sí, pero al mismo tiempo impulsó y potenció mucho el boxeo amateur.
Ahora, en España, parece que hay un resurgir del boxeo.
El libro es un retrato antropológico del entorno boxístico de Kid Tunero en el que aparecen también grandes personajes de la cultura como: Hemingway, Alejo Carpentier, Coucteau, Brassaï, Francesc Macià, Lluís Companys y Salvat-Papasseit. ¿Qué fue del documental que preparabas sobre el boxeador y su entorno?
El documental no llegó a realizarse nunca, no se logró el apoyo necesario de productores y televisiones. Tunero estaba ilusionado con el proyecto, pero murió sin que pudiéramos conseguirlo. Este libro, en parte, era algo pendiente que yo tenía con él y su historia, desde mediados de los 80 cuando le conocí y le traté.
El libro no es, en absoluto, la versión impresa de aquel proyecto. La idea viene de allí, pero con los años ha ido madurando en mi mente. La narración escrita ha surgido de toda la investigación, descubrimientos y reflexiones que he realizado posteriormente, así como de todos los libros, películas y documentales sobre el género que he visto en todos estos años.
Ahora bien, creo que la narración es muy visual, que Kid Tunero. El caballero del ring podría ser en sí una película o una novela gráfica. De hecho, tengo un proyecto para hacer un documental sobre el libro, sustancialmente diferente del que tenía en los ochenta. Por desgracia, falta lo de siempre: conseguir financiación.
A lo largo de tus libros, reportajes y documentales se observa un interés por temas de América Latina. ¿Cuándo empezó a manifestarse esta inquietud?
Provengo de una familia republicana dividida por la guerra y el exilio, en Francia y Latinoamérica. Es un mundo que siempre me ha atraído personal y profesionalmente. En periodismo, un tema te lleva a otro, entras en un mundo de contactos e historias que te seducen y persiguen toda la vida.
Por ejemplo, tras codirigir el documental de los exiliados republicanos españoles del Winnipeg, el barco fletado por Pablo Neruda, conocí en Chile gente y otras historias, que luego me llevaron a investigar y escribir el libro La gran evasión (Pepitas de Calabaza, 2009) sobre la fuga más importante de presos políticos (del FPMR) que ha habido en Chile, hacia el final de la dictadura de Pinochet, en 1990.
Creo que hay un hilo rojo de la historia que une el pasado y el presente de las izquierdas ibéricas y latinoamericanas.
Finalmente, ¿en qué nuevos proyectos te encuentras trabajando de cara a los próximos meses?
Estoy trabajando en temas de investigación para el diario digital Vilaweb e intentando llevar a cabo algún proyecto audiovisual, entre ellos un documental sobre Kid Tunero.
Colaboro también, con otros autores, en una edición en castellano de un libro de investigación histórica sobre el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación. El DRIL fue el grupo formado por antifranquistas y antisalazaristas, que en 1961 secuestró el transatlántico Santa Maria, acción protagonista de mi libro Pirates de la llibertat (Empúries, 2004), que, además, este año se publicará en gallego.