La primera impresión es que ¡Japón ganó la guerra! (Melusina, 2016) fuese una novela de realismo mágico ambientada en Brasil, pero se trata de un libro basado en hechos reales: las actividades del Shindo Renmei, el grupo terrorista de inmigrantes nipones que asesinaba a aquellos japoneses residentes en Brasil que admitían que Japón había perdido la Segunda Guerra Mundial. Entrevistamos a su autor, Jesús Hernández Martínez (Barcelona, 1966), historiador y periodista, quien ha escrito una veintena de libros sobre ese periodo histórico entre los que destacan Pequeñas grandes historias de la Segunda Guerra Mundial (Temas de Hoy, 2015), Los Magos de Hitler (Melusina, 2014) y Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial (Roca Editorial, 2016).
En el libro hablas de dos procesos históricos paralelos: la inmigración japonesa en Brasil y la participación ese país en la Segunda Guerra Mundial. A diferencia de tus anteriores obras, centradas en el conflicto, ahora incursionas en un suceso periférico. ¿Qué nuevos horizontes te planteaste con ¡Japón ganó la guerra!?
Cuando me topé por casualidad con esta increíble historia, enseguida me surgió el deseo de darla a conocer a los lectores españoles. De hecho, en español, no se encuentra ninguna bibliografía que haga la más pequeña referencia a este episodio. Así que el reto estaba ante mí y no dudé en aceptarlo.
Pero el libro va más allá del relato de aquellos sucesos. Durante el proceso de documentación me encontré con otro tema que me resultó inesperadamente apasionante: el de la inmigración japonesa en Brasil. También tuve ocasión de explorar hasta dónde puede llegar el hombre cuando se deja llevar por el autoengaño y reflexionar sobre cuántas veces uno acaba cayendo en ese recurso tan reconfortante como contraproducente, aunque sin llegar a los límites que se explican en el libro.
En el libro relatas la llegada de los japoneses a un mundo nuevo, el choque cultural, y el racismo. ¿Qué características particulares destacarías de este colectivo, en relación con otras comunidades de inmigrantes en Brasil, como la italiana o la alemana?
Diría que mi relato de la llegada de los inmigrantes nipones a Brasil es uno de los puntos fuertes del libro. Los primeros japoneses llegaron en barco en 1908, vestidos con sus mejores ropas, exquisitos modales, y una ilusión desbordante. Incluso ondeaban banderitas de Brasil confeccionadas en seda por ellos mismos. Pero pronto chocaron con la dura realidad. Desconocían el portugués y no disponían de traductores capaces, fueron alojados en cabañas que parecían establos, eran explotados en las plantaciones de café, se les engañaba con los precios, las mujeres tenían que trabajar en los cafetales con los bebés a la espalda…
Además, ni siquiera su aparato digestivo estaba preparado para la comida sudamericana. Les repugnaba la grasa animal. Los padecimientos fueron innumerables y muchos optaron por no integrarse y encerrarse en sí mismos, renunciando incluso a aprender portugués. Ese aislamiento autoimpuesto desencadenaría un círculo vicioso que alimentaría actitudes xenófobas del resto de la población hacia ellos.
En cambio, italianos y alemanes se adaptaron muy bien a las condiciones de vida en el sur de Brasil, que eran parecidas a las de sus países de procedencia. Por ejemplo, los italianos no tardarían en producir vino y quesos, y los alemanes celebrarían la fiesta de la cerveza. Mientras que los japoneses esperaban algún día regresar a su país, los inmigrantes europeos deseaban integrarse y echar raíces en Brasil.
¿Cómo ha sido la experiencia in situ a la hora de reconstruir la historia del grupo terrorista japonés Shindo Renmei y de qué manera has coordinado el proceso de documentación?
Para poder llevar a cabo una auténtica inmersión en el tema, viajé al estado de Sao Paulo. Allí vi los escenarios en los que se desarrolló la historia, examiné el espléndido material que posee el Museo Histórico de la Inmigración Japonesa y acudí a Santos para descubrir todo lo referente al cultivo y el comercio del café, clave para entender la inmigración nipona.
También me entrevisté con el sobrino nieto de un militar asesinado por el Shindo Renmei y con la hija de un colaborador de este grupo terrorista. Por último, me han sido de mucha ayuda los trabajos que investigadores nipo-brasileños están publicando sobre estos hechos, así como varias tesis de licenciatura y doctorales.
Asombra la recepción de los hechos históricos entre los nipo-brasileños. Por un lado, “los patriotas” (que negaban la derrota de Japón). Y, por otro, “los traidores” (que aceptaban la rendición y caída del Imperio). ¿Este autoengaño y fanatismo, que causó una ola de asesinatos y atentados, tiene algo que ver con la obediencia ciega al emperador Hirohito y su “categoría de divinidad”?
El que cientos de personas decidan acosar e incluso asesinar a los que no quieren creer un disparate tal como que Japón había ganado la guerra no se puede explicar solo por la obediencia al emperador, pese a ser un elemento importante. Hay muchos más factores, que son los que trato de exponer en el libro, como el del referido aislamiento o el racismo, o la propia mentalidad japonesa, que en muchos aspectos nos deja perplejos incluso hoy día.
Aun así, se hace difícil comprender la locura colectiva que llevó a ese absurdo convencimiento, que habría que explicar en términos psicológicos o incluso psiquiátricos, de ahí la fascinación que desprende esta historia, una fascinación que es la que he intentado transmitir al lector.
¿Cómo relacionas el discurso delirante del líder de Shindo Renmei, Junji Kikawa (“el adorable coronel”), con lo que hoy llamamos posverdad?
Considero que el concepto de posverdad, tan en boga ahora, no es más que un término cool para un fenómeno que ya tiene unos años, que es el uso de la mentira como herramienta política. Para Lenin, la mentira era un arma revolucionaria, y Goebbels la empleó con innegable maestría. Quizás se ha extendido ese término para tratar de explicar la irrupción de determinados fenómenos políticos.
Con todo, creo que en el caso del Shindo Renmei nos encontramos con algo muy distinto. Mientras que desmontar una posverdad requiere de algún esfuerzo, la afirmación de que “Japón ha ganado la guerra” no resistía el mínimo contacto con la realidad, era una mentira grotesca.
Igualmente, mientras que una posverdad trata de obtener un rédito político, no se alcanzan a ver los beneficios que podía suponer defender una disparatada victoria nipona en la guerra. La imposibilidad de enmarcar esos hechos en nuestro marco mental es lo que hace de ellos algo tan sugestivo.
¿Qué semejanzas encuentras entre esta organización y los grupos terroristas de hoy?
Esa es una de las cosas que más me ha sorprendido. El Shindo Renmei funcionaba de un modo muy similar al que hoy lo hace el terrorismo islámico. Desde Sao Paulo, los líderes del grupo lanzaban sus consignas de forma oral o mediante pasquines y luego, a lo largo de todo el estado paulista, células de individuos radicalizados ejecutaban las acciones contra los “traidores”, escogiendo ellos mismos a sus víctimas.
En muchas ocasiones no había ningún tipo de nexo de unión entre la organización y aquellos que se decidían a atentar. Algunos de los asesinos llegaron a decir que nunca habían oído hablar del líder del grupo, Kikawa. Incluso había “lobos solitarios” que actuaban en el lugar y el momento más inesperado, lo que dificultaba mucho la labor de la policía.
Las similitudes con lo que ocurre hoy son evidentes.
De acuerdo con tus investigaciones, ¿qué factores contextuales contribuyeron a invisibilizar la participación de Brasil en la Segunda Guerra Mundial y al ocultamiento de las acciones terroristas de Shindo Renmei?
Curiosamente, la participación de Brasil en la Segunda Guerra Mundial es bastante poco conocida, incluso en aquel país. Solo hace relativamente poco que se está llevando a cabo un trabajo de recuperación de ese capítulo de la historia. La aportación brasileña al esfuerzo de guerra aliado fue importantísima, proporcionando materias primas indispensables como el caucho, o cediendo bases a los norteamericanos para el control de las rutas aéreas y marítimas que atravesaban el Atlántico.
Además, Brasil envió un cuerpo expedicionario que fue destinado al frente italiano, donde tuvo unas actuaciones muy destacadas e incluso podríamos decir que heroicas. En el invierno de 1944, los alemanes atacaron en el sector defendido por los brasileños suponiendo que sería el más débil, pero se llevaron una desagradable sorpresa. Aunque los soldados brasileños no habían visto nunca antes la nieve, resistieron admirablemente en ese medio que les era extraño.
Los norteamericanos, que tampoco esperaban gran cosa de sus aliados, se quedaron impresionados por su desempeño; como reconocimiento, al acabar la guerra ofrecieron a las tropas brasileñas participar en la ocupación de Viena, pero el gobierno brasileño no aceptó, celoso de esos éxitos que podían reforzar el papel político de los militares.
En cuanto al Shindo Renmei, fue un tema incómodo para todos después de la guerra. La comunidad nipona lo vivió como un trauma y se convirtió en un tabú, que perduraría a lo largo de dos generaciones.
Históricamente, ¿podríamos hablar de la relatividad de las derrotas, teniendo en cuenta que, después de la guerra, la reconstrucción de Japón no impidió que en pocas décadas se transformara en una potencia mundial?
Sí, esa es la paradoja con la que acabo el libro ¡Japón perdió la guerra! En pocos años, Japón se convertiría en un motor mundial, junto a la también derrotada Alemania. Gracias a la derrota, Japón se libró del lastre del militarismo, la figura del emperador dejó de ser divina y se produjo una apertura hacia Occidente que impulsaría al país con fuerza hacia el futuro.
Curiosamente, la victoriosa Gran Bretaña salió de la guerra mucho peor de como entró. Perdió su imperio y quedó completamente arruinada, con una deuda que no acabaría de liquidar hasta 2006.
Por otro lado, ¿cuál es tu opinión acerca de otras versiones sobre este episodio, como el libro Corazones sucios (Fernando Morais, 2000), el largometraje del mismo nombre (Vicente Amorim, 2011) y el documental Un día en las tinieblas (Mario Jun Okuhara, 2012)?
El libro de Morais tiene el mérito de que sirvió para dar a conocer los hechos al gran público, hasta entonces ignorados, aunque fue criticado por los protagonistas, que no estaban de acuerdo con algunas afirmaciones.
La película me decepcionó, ya que se limita a relatar en detalle uno de los episodios más conocidos de la historia, pero sin abrir foco hacia el conjunto de la misma. En cambio, el documental de Mario Jun Okuhara me parece excelente, ya que recoge testimonios directos y trata de averiguar la verdad sobre los puntos más controvertidos del libro de Morais.
Finalmente, después de ¡Japón ganó la guerra!, ¿qué proyectos vienen?
Ahora estoy ultimando un libro que verá la luz en otoño de este año, en el que recopilo nuevas historias desconocidas y sorprendentes de la Segunda Guerra Mundial. También está prevista la reedición actualizada de un título que publiqué hace unos años. Ya tengo la cabeza puesta en otro proyecto, sobre un capítulo del siglo XX poco tratado, y sigo sin descartar hacer una incursión en la ficción histórica.
«Un día en las tinieblas», Mario Jun Okuhara, 2012