Paul Virilio: Velocidad de fuga y velocidad terminal (y III)

Paul Virilio, circa 2008

 
Tercera y última entrega que Pliego Suelto dedica al teórico cultural y urbanista Paul Virilio (París, 1932). Nuestro redactor D. se centra, en esta ocasión, en el concepto velocidad terminal y cierra la serie con dos críticas y una defensa del pensador francés
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A la polución de la información que inunda el mundo contemporáneo, el gas cada vez más irrespirable del «tercer entorno» (ya tratado en la entrega anterior), se suma ahora un nuevo tipo de ecología: la ecología geofísica. David Harvey define la globalización como una «compresión de las relaciones espacio-tiempo»1. Su aproximación académica es limpia, imprecisa. Para Paul Virilio:

Hemos pasado del crepúsculo de los dioses al “crepúsculo de los lugares” […]. Estamos «en» el mundo. No somos espíritus puros […]. Está desapareciendo una cierta relación con los lugares y con lo real, que se está disolviendo, que se está volviendo evanescente. […] La contaminación del tamaño natural, la contaminación de las proporciones, no es más que la contaminación de la relación con el mundo. [Paul Virilio, Ciudad Pánico]

El hombre conectado a la red que está en todas partes a un mismo tiempo y que recibe información en directo se identifica con las paredes del mundo, es tan esférico como él. Y así, ya no hay más relieve, no más montañas ni cañones ni bahías, porque la obstrucción geográfica limitaba los movimientos. Esto es, para Virilio, la «forclusión», una reclusión como la de Alicia cuando crece y choca contra el techo: «HOMBRE-PLANETA a la deriva en el éter cibernético, el internauta experimentará entonces  […] el insoportable confinamiento de su HÁBITAT»2.

Squarepusher, live show (2012)

 
Cuando Baudrillard abordaba el mismo tema, prácticamente hablaba como un doble de Virilio. Su «transparencia» del mundo que puede verse por igual en todas partes se resume de esta manera:

Anulación del paisaje, desertización del territorio, abolición de las distancias reales. Lo que aún no es sino físico y geográfico en el caso de nuestras autopistas adquirirá toda su dimensión en el campo electrónico con la abolición de las distancias mentales y el encogimiento absoluto del tiempo.3

La significación de este hecho no estriba en una reestructuración de las dimensiones. Se trata de una «FINITUD escatológica y no solo ecológica»4, asegura Virilio. Y añade: «llegados a ese punto, a ese “punto de fuga” de los desplazamientos físicos, la REVERSIBILIDAD general, el adentro y el afuera coinciden»5.


   Stargate sequence. 2001: A Space Odissey, Stanley Kubrick (1968)

El anarquismo6 de Virilio se opone a la revolución, al discurso proyectado hacia un fin determinado, y prefiere «lo revelado a lo que ya ha ocurrido»7. Se sitúa en un presente que augura ya unas consecuencias, el momento de la indeterminación de lo que aparece y de cuya interpretación depende el próximo paso. El ensamblaje teórico entre el adentro y el afuera recuerda al misticismo de Jakob Böehme, que ubicaba en el interior del individuo, como una intuición, el Cielo y el Infierno:

La misma [distancia] que existe entre el día y la noche, o tan lejos como algo de la nada. Están el uno en el otro y no hay mayor distancia que entre el uno y el otro […]. Lo ocupa todo. Está dentro de todo. Está fuera de todo. Lo abarca todo.8

La doctrina del Juicio Final en Böehme es curiosamente análoga al finis mundi de Virilio y Baudrillard: «Cuando el mundo visible perezca, todo lo que proceda de él perecerá con él. Tan sólo permanecerá la naturaleza y la forma celeste y cristalina»9. Virilio no es apocalíptico, no prevé un «accidente integral» –a pesar de que recurre constantemente a él– que colapse el sistema, la vida biológica o la amplitud geofísica. Virilio anticipa dicho accidente, pero sobre todo sitúa el límite, una fenomenología extrema —algo así como mirar hacia cualquier parte y verse la nuca—, el filo donde se asomaría la percepción humana frente a un error sistémico: el Juicio Final de Böehme, el instante de la decisión, singularidad ontológica antes de perecer o de sobrevivir.

«Está dentro de todo. Está fuera de todo. Lo abarca todo», argumentaba Böehme a propósito del Cielo. Así es el desierto terrenal de Virilio: «estaremos solos, finalmente solos, habiendo unido correlativamente dos tipos de desiertos antagónicos: el de la plenitud y el de la vastedad del vacío cósmico»; el mundo atestado y el vacío del cosmos alrededor, imagen paralela al miedo de las víctimas de un búnker, hacinados en pleno bombardeo, con la hostilidad atronadora alrededor. La agonía de no poder moverse, de estar forcluido en este mundo no ya finito, sino insoportablemente reducido, incita a la huida hacia adelante, a escapar a toda costa.

La velocidad de fuga (28.000 km/h) –velocidad mínima necesaria para alejar un cuerpo de la superficie de la Tierra– es la nueva promesa de los evangelistas del progreso. Stephen Hawking10 invitó a seguir su ejemplo y a enrolarse en futuras expediciones lejos de la tierra, vaticinando un colapso del planeta a lo largo de los próximos cien años.

«La velocidad repentinamente se habría convertido en un destino»11, porque más allá solo está el vacío, y Stephen Hawking se habría sumado a una iniciativa que no ha encontrado ningún planeta que terraformar y convertir en habitable. A su idealismo como físico teórico se suma ahora su idealismo como materialista. Baumgartner le dedicó un guiño. Su caso y el de otros como él es análogo a los usuarios de internet: se están entrenando en entornos que simulan la ingravidez por si mañana mismo están llamados a saltar por los aires.

El salto de Baumgartner, octubre de 2012

 
Dos críticas y una defensa

A Virilio se le ha objetado utilizar impropiamente el lenguaje científico12, reproches que, por otro lado, ignoran por completo que la evolución de la lengua se debe primordialmente al uso de la metáfora o la metonimia, entre otros tropos. Un segundo nivel de crítica se instala en la dicotomía implícita que hay en el autor entre cuerpo natural y desnaturalización tecnológica. La obviedad de este argumento es que se asume cada nueva incrustación de la técnica como una ampliación del campo de percepción y no, como pronostica Virilio, como una potencial tergiversación de este.

La objeción es cierta solo parcialmente. Virilio anticipa un posible colapso a partir de indicios que va recogiendo: desde el colapso urbano en los raids aéreos, el económico del crash bursátil o el científico de la bomba atómica y el agujero negro13, entre otros. Nada hace pensar que las nuevas condiciones no sean el escenario propicio de un «accidente integral» que implique directamente la configuración genética del ser humano, como se ha visto en Chernóbil o en Hiroshima y Nagasaki.

Lo descabellado de la segunda crítica es que parte de estructuras formales fijas —subterfugio academicista y progresista— que consideran meros cambios la irreversabilidad de los procesos, que es lo que preocupa a Virilio. Porque, por ejemplo, la técnica militar en la disuasión atómica generó una ola de miedo popular, pero una de sus posibles consecuencias hubiera sido el ataque y la radiación global. Afectados por ella, resulta difícil justificar que la imposibilidad de la especie humana por reproducirse debido a la esterilidad sea solo un cambio de significados. Considerar que la teratología y el cáncer que han provocado las catástrofes nucleares se deba a otras «formas de percepción» es una extraña manera de defender el nuevo paradigma tecnocientífico. Todavía hoy Estados Unidos usa el pretexto de las armas de destrucción masiva para sus campañas, en las que muere gente absolutamente ajena a esta retórica. En muchos casos, se apoya desde occidente: esta «percepción», como se ve, no resulta tan aséptica.

Esto también refuta el supuesto esencialismo de Virilio: cada actualización del cuerpo incorpora un riesgo impredecible. La creación de las armas atómicas implicaban, muy a nuestro pesar, su utilización. Su tesis es que tal vez esta tendencia adaptativa entre hombre y máquina no conduzca a otra cosa que a la desaparición ante la incapacidad física de responder a las nuevas transformaciones. Cuando explica la velocidad de las imágenes en el cine, se refiere a su creciente aceleración, y la descripción de la alteración de la sensibilidad del ojo es pertinente en la medida en que anticipa una reacción en cadena: cuántas imágenes por segundo y cuántas películas podrían soportarse; cuál es el proceso que va de la fotografía, a la cronofotografía, luego al cine, al 3D y finalmente a la Realidad Virtual. De la flecha a la bomba H, el callejón sin salida parece más obvio. La literatura de Virilio estira el campo de comprehensión hasta el límite para proponer una posible lectura del fin cuando ya ha habido síntomas y no para defender ningún estadio previo y abstracto.

 


1 Citado por J. Romero y J. Nogué, «Globalización y nuevo (des)orden mundial», en A. Romero (coor.); Geografía Humana. Procesos, riesgos e incertidumbres en un mundo gobalizado, p. 127,  Ariel, Barcelona, 2007.
2 Paul Virilio, Ciudad pánico, p. 140,  Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2006
3 Jean Baudrillard, Pantalla total, p. 72, Anagrama, Barcelona, 2000.
4  Paul Virilio, op. cit, p. 76.
5 Ibid., p. 120-121.
6 Paul Virilio, Amanecer crepuscular, p. 49, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2003.
7 Paul Virilio, La administración del miedo, p. 87, Barataria, Madrid, 2012.
8 Jakob Böehme, Tratados sobre el Cielo y el Infierno, p. 53, Indigo, Mataró, 2003.
9 Ibid., p. 67.
10 EFE, «Stephen Hawking afirma que la raza humana deberá abandonar el planeta o se extinguirá», Público, 9 de agosto de 2010 [consultado el 27 de octubre de 2012].
11 Paul Virilio, Velocidad y política, p. 126, La marca, Buenos Aires, 2006.
12 En el libro Imposturas intelectuales, de Sokal y Bricmont.
13 Una posibilidad real en el CERN, no solo defendida por apocalípticos, sino también por expertos como Otto Rössler. No puede olvidarse que incluso el mismo centro de investigación aceptó la posibilidad de generar agujeros negros, pero que se disolverían por arte magia o por la radiación Hawking: la realidad de esta teoría se confirma mediante la imposibilidad de experimentarla, en un contrasentido evidente. En otras palabras: la radiación Hawking explica que ningún agujero negro hay absorbido la Tierra por el mero hecho de que aún no haya ocurrido, lo que equivale a decir que la tetera de Russell efectivamente gravita alrededor del Sol porque nadie la ha visto.

Bibliografía

ARTOLA, Miguel y PÉREZ LEDESMA, Manuel; Contemporánea. La historia  desde 1776,  Alianza, Madrid, 2009.

BENJAMIN, Walter; Para una crítica de la violencia, edición electrónica, Escuela de Filosofía Universidad ARCIS [www.philosphia.cl].

BERGSON, Henri; Materia y  memoria. Ensayo sobre la relación del cuerpo con el espíritu, Cactus, Buenos Aires, 2006.

BÖEHME, Jakob; Tratados sobre el Cielo y el Infierno, Indigo, Mataró, 2003.

ECHEVERRÍA, Javier; Los Señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno, Destino, Barcelona 1999.

HOBBES, Thomas; Leviatán, o la materia, forma y poder de un Estado eclesiástico y civil, Alianza, Madrid, 2011.

ROMERO, A. (coor.); Geografía Humana. Procesos, riesgos e incertidumbres en un mundo gobalizado,  Ariel, Barcelona, 2007.

VIRILIO, Paul;  Amanecer crepuscular, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2003.

___________, Ciudad pánico. El afuera comienza aquí, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2006

___________, Estética de la desaparición, Anagrama, Barcelona, 2003.

___________, La administración del miedo, Barataria, Madrid, 2012.

___________, La bomba informática, Cátedra, Madrid, 1999.

___________, Velocidad y política, La marca, Buenos Aires, 2006.

 

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