Segunda de las tres entregas que Pliego Suelto dedica al teórico cultural y urbanista Paul Virilio (París, 1932), célebre por su tenaz crítica de las tecnologías. Nuestro redactor D. se centra, en esta ocasión, en algunos conceptos fundamentales desarrollados por el pensador francés como son administración del miedo, infowar y bomba informática, entre otros
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Fantástico transpolítico
En los cuentos, la figura del ogro podría muy bien corresponderse con la del violador. El término fantastique sociale de Pierre MacOrlan invierte este extremo: el asesino en serie aparece ahora como un vampiro y no como Peter Kürten —nombre real del homicida múltiple alemán bautizado por la prensa actual como el vampiro de Düsseldorf—. Ha sido, precisamente, el cine expresionista el que ha dado mayor difusión al vampirismo del ser humano que se esconde en las esquinas oscuras de las grandes ciudades, asesina mujeres y se desliza en afilada sombra —como Nosferatu— sobre las paredes de los callejones.
A lo largo del siglo XX, el expediente policial se ve forzado a recurrir al imaginario del terror gótico y a engendrar un enemigo sobrehumano para asegurar la obediencia. Así puede explicarse la actuación policial y sus medidas coercitivas extraordinarias. Walter Benjamin, en Para una crítica de la violencia, señala con desprecio este fenómeno: ante el nuevo criminal, el monstruo, toda intervención es justa; la policía crea derecho y lo conserva; genera ordenanzas nuevas1 y las ejecuta. Al individuo apenas le queda margen de maniobra para saber cuál será el próximo delito que cometa sin estar enterado. El miedo se convierte en «el medio ambiente»2 tanto por lo que proviene del lado del crimen como por el de la ley.
En efecto, si el miedo es el ingrediente básico de lo fantástico, la administración del miedo público, que debutó hace unos cuarenta años con el “equilibrio del terror”, retoma el servicio activo desde otoño de 2001 […]; hemos asistido a verdaderos “pases de magia” multimediáticos […] con un exceso de medios pirotécnicos que, sin poder utilizar las famosas “armas de destrucción masiva”, usan y abusan de esas “armas de comunicación” igualmente masivas. [Paul Virilio, Ciudad Pánico]
La concepción del miedo como condición esencial de la soberanía política es la idea que subyace en las demostraciones de fuerza de los mass-media. En el Leviatán, Hobbes explica que solo el miedo ante la destrucción mutua en un estado de naturaleza conduce a los hombres a pactar una tregua que impida la guerra total, al precio de transferir la soberanía a una «persona artificial»: el Estado. El miedo actúa como una doble tenaza: primero, en estado salvaje, pues cada día puede ser el último; después, porque el soberano del Estado tiene la autoridad de utilizar la violencia contra sus súbditos, si así mantiene ese pacto. Este debe ser lo suficientemente poderoso como para provocar el terror entre todos los hombres del estado civil.
Convenios que se hacen por miedo, como ocurre en el estado meramente natural, obligan […] porque se trata de un contrato en el que uno recibe el beneficio de la vida. [Thomas Hobbes, Leviatán]
La soberanía se funda en el miedo y con miedo puede reproducirse, precisamente en un momento histórico, el siglo XXI, en que más cuestionada está su autoridad. Los métodos, según advierte Virilio, se han transformado en relación a un tiempo marcado por el «equilibrio del terror», periodo en que EEUU y la URSS se amenazaron mutuamente con hacer uso del arsenal nuclear y durante el cual el silencio del espionaje y de los informes secretos de Estado tuvieron su mayor vigencia: «Crear el accidente más que el acontecimiento… romper el encadenamiento de causalidad que caracteriza tan bien a la normalidad cotidiana»3.
El efecto multiplicador de los medios de masas permite la conflagración del pánico: una reacción en cadena que va del hecho a su propagación instantánea, alimentada por la simultaneidad de todas las emisiones. La globalización de los datos activaría, según Virilio, una bomba informática, precedida por la infowar4–que satura los sentidos de catástrofes– y las campañas bélicas en el desierto5. Una bomba informática que se intuye en la crisis económica de 2008 y que responde, al menos en un sentido tecnológico, a la interconexión de todos los mercados. En 1998, Virilio lo vaticinaba:
Resulta inútil especular hoy, por ejemplo, sobre el carácter más o menos regional del crack bursátil asiático. Si la cibernética del mercado financiero hubiera estado efectivamente globalizada, el crack del otoño de 1997 habría sido instantáneamente planetario y la catástrofe económica total. [Paul Virilio, La bomba informática]
Esto enseña, en cualquier caso, que su intuición sobre las tecnologías en red era acertada, pues definitivamente han comportado un cortocircuito mundial que, de hecho, parece ser la última mercancía de la globalización puesta a la venta.
Hay una contradicción macabra en esta hiperdifusión. «Debido al deslumbramiento y al ruido ensordecedor, esa detonación audiviosual produce la parálisis instantánea del adversario sin causar heridas aparentes», golpe similar a la granada aturdidora, que sobreexpone el sentido de la vista para que no pueda ver nada:
Catástrofes naturales, accidentes industriales y, finalmente, atentados simbólicos mayores contra el Pentágono o las Twin Towers, captando la atención no sólo de millones de espectadores, sino de la actividad económica de esas compañías aéreas que son, junto a los medios de telecomunicaciones, el nervio de la guerra de la era de la globalización.
Con «el poder de emisión de esa arma de comunicación que constituyen en conjunto Internet y las múltiples cadenas de televisión, los hiperterroristas lanzaban así, al alba del tercer milenio, un tipo de guerra instantánea». Estados Unidos había activado un mensaje de pánico colectivo ante la amenaza impredecible del nuevo terrorismo, en busca de una «sincronía de las emociones»6 que anulara el juicio, pero el terrorismo solo tendría sentido porque existe tal difusión.
El kamikaze japonés de la II Guerra Mundial moría íntimamente por amor a la patria. El kamikaze globalizado espera la trascendencia de sus actos gracias a la lógica de la difusión planetaria. Si el programa «hiperpolicíaco» de Estados Unidos, cuya ambigüedad remite a la crítica de Benjamin, se ha puesto en marcha por la «repentina globalización del caos»7, la asunción de que ambos conceptos viajan por los mismos vectores —los medios de comunicación de masas— revelan una circularidad de unos hechos que solo pueden materializarse en más atentados y más invasiones, hasta que no quede ni un organismo vivo.
En este punto la política del miedo ya ha alcanzado velocidad de crucero. Falta por ver si un nuevo activismo, como el hombre frente al tanque en Tiananmen, detiene el flujo de datos, o es que también el activismo está del lado de la información —y en incómodo pacto de mínimos con el hiperterrorismo y la hiperpolicía— y de su mercadeo frenético, en el que hasta Anonymous está implicado.
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1 El hecho de que el Gobierno español estudie reformar el Código Penal para que no se registren y difundan imágenes de policías en el «ejercicio de sus funciones» (Europa Press, «Cosidó: «Se está estudiando la prohibición de captación de imágenes de miembros de las fuerzas de seguridad», La Vanguardia [edición digital], 18 de octubre de 2012 [consultado el 27 de octubre de 2012]) es un ejemplo reciente clarificador: el policía como una sombra para las cámaras que estaría en disposición de apagar los focos del espectáculo del poder cuando tuviera que intervenir. Su poder, según Benjamin, es «informe, así como su presencia espectral, inaferrable y difusa». En el caso de la posible invisibilidad tecnológica, su espectralidad es manifiesta. Walter Benjamin, Para una crítica de la violencia, p. 8, edición electrónica, Escuela de Filosofía Universidad ARCIS [www.philosphia.cl]. Consultado el 26 de octubre de 2012.
2 Paul Virilio, La administración del miedo, p. 21, Barataria, Madrid, 2012.
3 Op. cit., p. 37.
4 Resulta significativa la coincidencia de la guerra de la información con algunos puntos del decálogo de Goebbels. Por ejemplo, con el principio de exageración y desfiguración (4), el principio de orquestación (6), el principio de renovación (7), el principio de silenciación (9) y sobre todo el principio de unanimidad (11), en el que sin duda Virilio se ha fijado al describir la sincronía de las emociones.
5 E incluso la batalla por el monopolio de la información que se disputan dos formidables estructuras de poder, como el gobierno de Estados Unidos y WikiLeaks.
6 Paul Virilio, Ciudad pánico, pp. 61-63, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2006
7 Ibid., p. 107.
hombre
14/05/2013
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