Excellences & Perfections, de la artista Amalia Ulman, ha sido uno de los trabajos seleccionados por la Tate Modern para Performing for the Camera, una exposición colectiva que explora las relaciones históricas entre la performance y la fotografía. La muestra, que puede visitarse hasta el mes de junio, recoge obras que van desde las estrellas del periodo victoriano hasta los protoselfies de Cindy Sherman de finales de los 70, pasando por fotografías de Marcel Duchamp, happenings de la década los 60 y, como no podía ser de otra manera, la exhibición masiva de presencias a través de las redes sociales en Internet.
El trabajo de Ulman se centra, precisamente, en este último apartado. La artista de origen argentino realizó en Instagram una performance en la que ella misma representó durante cuatro meses el papel de aspirante a celebrity y en la que registró – principalmente por medio de la fotografía y la transformación de su cuerpo– la evolución de los distintos estereotipos femeninos que marcan tendencia actualmente en la red.

A. Ulman en la Tate Modern
De la chica dulce, cursi, neopija, ataviada en tonos pasteles, amante de los cupcakes, las lindas mascotas y los memes románticos de autoayuda, Ulman se metamorfosea en la gangsta bitch girl, choni deluxe, de pelo rubio teñido (con infiltraciones de bótox y simulación de operación de pechos incluidos) que no tiene reparos en mercadear con su cuerpo para acceder a un fantástico mundo de hoteles de cinco estrellas y doradas marcas de lujo. La performance culmina con la redención de Ulman a través de una impostada contrición pública, llantos, muestras de culpa y la subsiguiente salvación por medio del amor de una pareja estable.
La transición de Ulman del ámbito del arte –representado por galerías y museos como medios artísticos por antonomasia– al espacio cotidiano de las redes sociales puede observarse como el itinerario inverso al que recorre el famoso urinario de Duchamp, quien deposita justamente un objeto encontrado en la calle, de bajas connotaciones, en el entorno sacralizado del museo. Tanto en el caso de Ulman como en el de Duchamp nos encontramos ante dos ejemplos de ready-mades en los que se da un desplazamiento o recontextualización de signos de un medio a otro. En dicha transferencia, y por el contacto con nuevos códigos contextuales de acogida, los signos ven alterados sus significados –se adaptan y reacentúan– y las categorías a las que el espectador los adscribe habitualmente se entremezclan y confunden.

Verso Books, 2016
En esta sacudida semiótica que sufren las formas y los significados ocurren, además, otros fenómenos interesantes. Según el teórico de los medios Boris Groys, los movimientos y transferencias entre las distintas superficies mediáticas ponen de relieve para el espectador la visión del medio en sí mismo. Todo signo necesita un medio que lo sustente para ser mostrado y, más allá de las interpretaciones del público o de las significaciones –intencionales o involuntarias– que el autor imprima en su obra, lo que este tipo de piezas nos desvelan es el propio mensaje del medio.
Ese es su principal valor, y lo que hace que algunas obras ganen socialmente el estatuto de intemporales, o como mínimo especiales, ya que nos revelan el secreto del medio, normalmente oculto a nuestros ojos, y que emerge solo en momentos excepcionales y a través de determinadas creaciones. El resto es, a menudo, tediosa hermenéutica, cuando no rutina, convención o automatismo.
En este sentido, es importante señalar que un efecto similar al del ready-made ocurre cuando nos exponemos a signos débiles, vacíos, deconstruidos o superficiales –como sucede, por ejemplo, con la actual profusión de imágenes de gatos o de las periódicas olas de fenómenos absurdos y virales que se deslizan a diario en Internet–. Son, paradójicamente, esas imágenes banales, intrascendentes o precarias las que mejor nos permiten asomarnos al infinito espacio de signos vacíos de la superficie mediática y contemplar con mayor claridad el potencial de un medio.

Amalia Ulman @Excellences…
Contrariamente a lo que se podría pensar, las formas que se empeñan en significar y en poblar la topografía de los medios con signos fuertes, o portadores de inequívocos significados, son aquellas que más nublan y ocultan la superficie mediática y sus posibilidades como espacio utópico e ilimitado.
En el trabajo performático de Ulman podemos advertir el efecto mediático del ready-made y también el de la imagen banal mencionados anteriormente. No obstante, uno se puede llegar a preguntar lícitamente qué diferencia existe entre la cuenta de Instagram de Ulman y las de otras it girls “reales” como Myles Cyrus –celebrity global–, Luna Miguel –poeta y estrella local– e, incluso, de las de miles de chicas semianónimas que se exhiben diariamente en la red. Echando un vistazo a las tres cuentas citadas –y para quien no conozca las pretensiones artísticas de Ulman– no existe, a primera vista, ninguna diferencia destacable.
Las tres lucen atributos e iconografía similares –mascotas, comida sofisticada, moda juvenil, uñas de colores, objetos vintage, smartphones– y se rigen por códigos análogos –amateurismo, poses estudiadas, gusto global, ostentación de capital simbólico específico, reminiscencias del soft-porn–. Las tres diseñan, producen y exhiben una persona públicamente siguiendo estereotipos femeninos muy parecidos. Es indistinguible, a primera vista, el trabajo artístico de Ulman de la producción visual de las segundas y, como señalábamos, de las de una multitud de aspirantes a celebrity de la red.

Luna Miguel @Instagram
Y algunas preguntas más: ¿Podemos determinar en los tres casos dónde empieza la “realidad” y en qué lugar comienza la “ficción” o, más precisamente, el reality show? Es indeterminable. ¿Y podemos asegurar, asimismo, que el personaje de Ulman es 100% una invención? ¿Cuánto hay de “arte” y cuánto de “realidad” en esta performance? ¿No habrá acabado cogiendo gusto Ulman a ese yo público que producía día a día en Instagram? Todo esto es, a su vez, indeterminable.
Y es, precisamente, esa indeterminación e indiscernibilidad lo que multiplica su poder mediático. En gran medida debido a que nosotros mismos –con más o menos intensidad y dedicación– nos vemos obligados de continuo a actualizar nuestra imagen pública en la red con medios idénticos a los de Ulman y vivimos en primera persona esas mismas e irresolubles contradicciones. Asimismo, nos damos cuenta de que nuestra cotidianidad representada en la red y nuestro cuerpo, como el de Ulman, devienen también artefactos: ready-mades.
Por tanto, no es prioritario, desde este punto de vista, la crítica a los estereotipos femeninos que plantea Ulman en Excellences & Perfections, sino las transiciones y desplazamientos entre superficies mediáticas que confunden el nivel de los significados y distorsionan atribuciones categoriales para revelar lo oculto del propio medio. Un proceso que dirige nuestra mirada, no tanto a los contenidos, sino al medio mismo de las redes sociales como espacio para la producción, construcción y exhibición de nuestra propia imagen y la elaboración de roles y perfiles virtuales. Un proceso que desvela de manera esquemática –y epifánica– las invariables y patrones que están en la base de todo autodiseño de toda persona en la red.

Tate Modern, Catálogo, 2016
Menos interés tiene, en todo caso, la exhibición y reintegración posterior de las fotografías y comentarios realizados por Ulman en Instagram en el contexto institucional del museo y el mundo del arte. En esta ocasión, la exposición y canonización artística de la figura de Ulman en la prestigiosa Tate Modern de Londres.
Como Jesucristo, que se despoja de sus atributos divinos y se convierte en hombre, Ulman se desplaza –o mejor dicho desciende–, en primera instancia, del divino mundo del arte al terreno cotidiano de las redes sociales. Se trata, en ambos casos, el de Jesucristo y Ulman, de una kénosis o vaciamiento de lo sagrado para incorporarse al mundo de lo común y de lo contingente, de las cosas corrientes de los seres humanos. Se trata también, en los dos ejemplos, de un desplazamiento entre contextos: de alguna manera, tanto Jesucristo como Ulman son ready-mades. El primero abandona su lugar en el cielo para vivir entre los hombres; la segunda, el ecosistema del arte para confundirse con los internautas en general y las it girls en particular.
Ulman y Jesucristo son también fakes. Ambos interpretan, en un nuevo medio, algo que, en esencia, no son. Aunque esto, como se ha señalado, es, en realidad, indeterminable.
Como afirmábamos, en definitiva, el trayecto de vuelta de Ulman resulta menos interesante. Ulman, en la Tate Modern, ha ascendido de nuevo –y con aura reforzada por haberse mezclado previamente con los humanos– al divino mundo del arte: se ha reintegrado en su medio original. A partir de ahora todo serán significaciones trascendentes, críticas sesudas, interpretaciones de altos vuelos y signos cargados de sentido. El medio se vuelve a ocultar entre los signos. New dawn fades. Jesucristo, por su parte, tras la resurrección, vuelve también a los cielos de los que había partido en un principio y se reintegra de este modo en su espacio trascendental connatural, donde recupera entonces también sus atributos divinos.