La complejidad de un planeta hipercomunicado, y a la vez autista, es el hilo conductor de Con el frío (Aristas Martínez, 2015), la última novela de Alberto Torres Blandina (Valencia, 1976). Torres Blandina también es miembro del colectivo literario Hotel Postmoderno y anteriormente publicó las novelas Mapa desplegable del laberinto (Siruela, 2010), Cosas que nunca ocurrirían en Tokio (La otra orilla, 2009) y Niños rociando gato con gasolina (Siruela, 2009). Su obra ha sido traducida al francés, alemán, italiano, portugués, griego y hebreo.
Con el frío sorprende desde el índice mismo al recoger un mapamundi con las diferentes localizaciones en las que se va a desarrollar la trama. ¿Qué te llevó a iniciar de esta manera la novela?
Lo que quería contar necesitaba de una estructura diferente a la habitual. Cuando comienzo a escribir no me planteo si lo que voy a escribir se parece a una novela. Me interesa escribir el mundo, no novelas, así que el hecho de elegir estructuras poco convencionales siempre me ha parecido una señal de que estoy siendo coherente con el propósito de lo que quiero contar. Busco cómo contarlo mejor, no cómo encajarlo en una estructura que el lector reconozca como “novela”.
Aún así, pocos pueden decir que no sea una novela o que sea un texto experimental, porque no lo es. Es simplemente una novela con su propia lógica, que vas entendiendo a los pocos capítulos y que, en realidad, es muy sencilla: narra cómo un suceso global afecta a diferentes lugares de la Tierra y cómo cada cultura, ante un mismo acontecimiento para el que la ciencia no encuentra respuesta (la migración de los animales hacia el norte y la llegada del frío) tiene interpretaciones no solo diferentes, sino incluso contradictorias.
En ese cruce de Verdades se centra la novela. En cómo diferentes gobiernos, religiones, lobbies… intentan convertir su interpretación (casi siempre interesada) en la hegemónica, en la que será inscrita en los libros de Historia. Podríamos decir que de eso va Con el Frío, de cómo se construye La Verdad en un mundo global.
Hace algunos años tenías un blog, titulado “El Turista desordenado”, ¿la elección del índice es una manera de reordenar a este turista que llevas dentro?
Dejé de escribir en el blog, pero sigo viajando sin parar. Y la novela surge de algún modo de esos momentos en los que, en algún país extranjero, me sentí un verdadero alien y me di cuenta de que mi mente occidental (racional, judeocristiana, heredera de la filosofía griega, las revoluciones industriales, el cine americano, etc.) no era capaz de entender, ni por asomo, qué estaba ocurriendo a mi alrededor.
En el fondo, Con el frío habla de eso, de la diversidad de miradas. Es una novela contra el eurocentrismo. Contra cualquier “centrismo” en realidad. E incluso, en su parte más ecológica, contra el propio humanismo. Contra esa creencia paternalista de que el hombre es el pastor y guardián del universo. Como si el universo nos necesitara para algo.
El hecho de bucear por esta plurilocalización conduce a enfrentarse a personajes de diversas culturas y mentalidades. ¿Cómo se trabajan las voces desde este mestizaje?
Los niños negros se alejaban de mí en una aldea dogón (Malí) y lloraban al verme, seguros de que era un zombie y por eso estaba tan pálido. Los mineros de Potosí (Bolivia) rezaban a Satán en la mina porque creían que ahí empezaba el infierno. Un adolescente nativoamericano borracho (y alcohólico) me contó, por una cerveza, que quería matarnos a todos los blancos que habíamos colonizado sus tierras, y un indio me regaló cuatro días inolvidables por su país porque quería conseguir un buen karma. Mi pago a su hospitalidad fue una promesa.
Esta novela intenta aunar muchas de esas miradas y de esas culturas que he ido encontrando en mis viajes. Tan extrañas para nosotros como la nuestra lo es para ellos: cartesiana, materialista, democrática, paternalista, cristiana…
El viaje se erige como un punto de partida, pero también de destino. ¿El viaje es el único motor capaz de generar un cambio?
Viajar te hace relativizar tus creencias. Viajar te convierte en el otro. Genera tolerancia, empatía, respeto por lo diferente. No es el único motor, pero es uno de los más importantes.
Cada capítulo continene una especie de interludio en el que se recogen los testimonios de otros personajes que viajan a bordo del barco Esperanza, un arca de Noé 2.0. ¿Se trata realmente de, como dice una chica mulata en el libro, de una metáfora del mundo?
Toda la novela, sin pretender que sea simbólica, está plagada de elementos muy elocuentes: el barco, la niebla, el frío, las migraciones animales y, en dirección contraria, las humanas. Tú dices que el barco es un Arca de Noé, pero uno de los personajes habla de un barco sacrificial, como el que los atenienses enviaban a Creta para satisfacer el apetito del Minotauro. Supongo que ese cruce de voces e interpretaciones es el mundo.
Es curioso ver que este barco se llama precisamente Esperanza porque de alguna manera se presenta como la única salvación posible hacia un nuevo mundo, lo que conecta con la tragedia de los refugiados, que se dirigen hacia un destino que ellos mismos desconocen. ¿Tenías presente este tipo de referencias actuales a la hora de crear el buque o te interesaba más indagar en los mitos de la antigüedad?
Ambas cosas. Cuando escribí la novela no existía ISIS ni la tragedia de los refugiados en Europa. De alguna forma el texto se adelantó a lo que venía, pero no es mérito mío haberlo visto, todas las épocas de crisis son iguales. Y vivimos una crisis espiritual profunda, donde la crisis económica es solo un punto más. Las viejas verdades ya no nos sirven y las nuevas aún no están claras. Es campo abonado para extremistas religiosos que se erigen en la voz de sus Dioses, para políticas basadas en el miedo y políticos aberrantes como Donald Trump.
Cuando acabé la novela alguien me dijo que Turquía empezaba a parecerse más a la que yo describía (policía moral, ataques contra universidades…) que a la que yo había conocido en mis viajes hace años. También el capítulo de la inmigrante europea iba a hacerse realidad poco después: los cierres de fronteras. Los gobiernos populistas de ambos signos políticos. Religiones y nacionalismos, las dos grandes pestes del mundo, fomentando el odio y la exclusión.
Otro viaje importante es el éxodo de los animales hacia el norte, hacia esta niebla que envuelve las tierras islandesas. Este punto te permite introducir un halo fantástico a la novela que se desenvuelve entre la realidad y la ficción, entre le creíble y lo increíble. ¿Qué aporta este componente a tu libro?
Necesitaba un punto de partida que no fuese realista, que rompiese con las expectativas más plausibles sobre nuestro futuro. Ese invierno inexplicable y, la más inexplicable aún migración de los animales hacia el norte, hacia el frío, es el desencadenante de una crisis mundial por encontrar “explicaciones”.
Esa crisis me permite analizar, en pequeñas historias diseminadas por todo el planeta, cómo lo global afecta a lo individual y viceversa. Porque mi intención era contar una gran historia a partir de historias mínimas que de alguna forma alumbrasen y se viesen cruzadas en mayor o menor medida por ese contexto y ese clima global de incertidumbre.
Además de tu actividad literaria en solitario, también eres miembro de un grupo de escritura colectiva valenciano, Hotel Postmoderno. ¿Cómo nace este colectivo?
Hotel Postmoderno es un grupo de literatura que surgió por simple diversión y que en cada proyecto cuenta con un número distinto de escritores. Queríamos experimentar con nuevos formatos como el digital y contaminar la literatura con otros géneros. Hicimos una novela en un blog y una novela histórica con estructura de DVD (con banda sonora integrada, comentarios del director, escenas censuradas…). Ambas fueron publicadas en papel. También hicimos una narración digital interactiva llamada Suicídame y hasta un pequeño reality online de escritura en directo. Hoy día hacemos performances de improvisación literaria mientras trabajamos en una biografía no oficial de Mark Zuckerberg. Se puede ver nuestro trabajo en www.hotelpostmoderno.com
¿Cómo te enfrentas a la escritura cuando escribes solo o cuando estás en grupo? ¿En qué medida el grado de experimentación varía?
Mi escritura individual no tiene nada que ver con la que realizo cuando trabajo con Hotel Postmoderno. Yo me enfrento a la escritura de forma bastante cuadriculada. Necesito hacerme esquemas, muchos esquemas. Tener todo bastante claro antes de empezar a escribir. Ponerme horarios.
Cuando trabajas en grupo, y más en un grupo tan “punk” como Hotel Postmoderno, lo dejas todo a la posproducción: el momento decisivo en que muchas voces deben parecer una y en el que del caos debe surgir un mundo coherente.
Ahora que está a punto de terminar el invierno, ¿qué vendrá después del frío?
Mi siguiente novela se titula Contra los lobos y verá la luz a finales de año si todo va bien. Es una novela que va mutando. Muy política al principio… pero poco a poco acaba siendo otra cosa totalmente diferente.
En Con el frío ya he trabajado las historias transgénero. Por ejemplo, en el capítulo que transcurre en Kenya, la ambientación es de relato de terror, pero la historia finalmente no lo es. Me interesaba crear ese estado en el lector para que, desde las claves del terror, leyese la historia que le quería contar. Obligarlo a mirar desde un lugar ajeno al del relato que me conviene para lo que quiero transmitir. También en la historia del Tibet se crea una atmósfera de ciencia-ficción para contar algo que, en realidad, no es excesivamente extraño si repasamos la historia de cualquier gobierno.