Julián Hernández: “No hay nada sagrado, se puede hacer de todo con humor»

Fotografía: Xabier Iglesias

 
En el ámbito cultural hispano, el nombre de Julián Hernández (Madrid, 1960) es sinónimo de humor, irreverencia e ironía. Hernández, más conocido como miembro fundador de la banda gallega Siniestro Total y como agitador de la Movida madrileña, se estrena como novelista con Sustancia Negra. La increíble aventura del Insecto Palo (Espasa, 2015). Nos reunimos con él en Barcelona y hablamos de los detalles del libro: la historia delirante de un secuestro y el derrumbe de Occidente tras la revelación de que Cristo no murió en la cruz. Además, conversamos sobre música, América Latina y la sociedad española actual. Hernández es columnista de El País y el Faro de Vigo. También es autor del ensayo ¿Hay vida inteligente en el rock and roll? (1999) y ha participado en la colección Simpatía por el relato (2001).

¿Cómo surge la idea del libro y de qué manera asumes esta nueva faceta?

Espasa, 2015

Belén Bermejo de Espasa me llamó y me dijo: “a lo mejor podrías escribir una novela”. Yo había publicado solo algunos cuentos en Butano Popular y en fanzines. Entonces, respondí: “deja que lo piense”. Ella fue tajante: “no te lo pienses, porque si te lo piensas, no lo vas a hacer. Mándame una sinopsis en una semana”. Y fue lo que hice.

Se me hace muy difícil asumir mi nueva faceta. Casi no tengo asumida la palabra “músico”, así que, dime tú, la palabra “escritor” o “novelista” se me hace demasiado grande. Por otro lado, con la música de por medio, no puedo llevar la disciplina del escritor mítico, que se encierra o se larga a una isla desierta para escribir. Para redactar este libro fue necesario llevar una libreta de apuntes en el bolsillo todo el día.

Pero trabajas otras formas de escritura: eres letrista y articulista (en Faro de Vigo y en El País). ¿Cómo compaginas la música con la literatura y el periodismo?

Decía Augusto Monterroso: “Cuando tengas algo que contar, escríbelo. Cuando no tengas nada que contar, también”. Tenía mucha razón. Son maneras muy distintas de trabajar. En la escritura, estás tú solo y eso te da más miedo. En cambio, en la música estás arropado por una gran cantidad de decibelios y otros músicos.

Julián Hernández, 1999

Anteriormente publicaste el ensayo ¿Hay vida inteligente en el rock and roll? y también participaste en la colección escrita por músicos Simpatía por el relato.

El primero era un proyecto de la editorial Temas de Hoy, a la que se le ocurrió sacar una colección llamada Pandemónium. La verdad, fue un lujo, porque ahí estaban Jordi Costa, Antonio Díaz y Jesús Palacios, entre otros. Iban publicando libros sobre cultura popular, trash, contracultura. El mío era sobre música y los entresijos de un grupo de rock. En Simpatía por el relato, tiré más por la brevedad beckettiana partiendo de una idea de PIL, el grupo de Johnny Rotten. He ido publicando textos breves, pero de ahí a hacer una novela hay un trecho muy grande.

Volviendo al libro, ¿cómo construiste los personajes?

En el libro, no queda muy claro si el personaje principal (Insecto Palo) es un humano o un insecto. Es lo que hace Walt Disney: humanizar a un bicho. Se trata de alguien inconcreto, camuflado, que, de hecho, pasa desapercibido, mientras que el personaje que llamé B es, por decirlo de alguna manera, aleatorio. No me importó que se llamara B, como en la película de José Luis Borau: Hay que matar a B) o en la novela Tres Tristes Tigres de Cabrera Infante.

Ramón por David Vela

Has logrado crear una atmosfera y un tono surrealistas.

No traté de hacer una novela de vanguardia, pero al menos intenté que no tuviera demasiadas ataduras ni una narración tradicional. Tomé dos de los referentes que más me han gustado en la vida. Por un lado, Ramón Gómez de la Serna. Desde hace siglos me parece fascinante (es decir, desde que yo era un chaval…) (Risas). Y, por otro, Flann O’Brien, autor de El tercer policía y En-nadar-dos-pájaros. Mi libro tiene algunos ecos de esta última obra. Otra influencia fue Julián Ríos, mi tocayo y compatriota (él también es de Vigo).

Cobra especial relieve la figura del Tiziano y la revelación de que Jesucristo no murió en la cruz. Hay una mezcla de humor, delirio y pesadilla.

Era una idea que ya tenía. Me la había contado un juez hace siglos. (Risas). Aquí el humor negro es el sistema operativo. Luego viene el delirio y la pesadilla. Decía Antón Patiño, que presentó Sustancia negra en Vigo, que la historia recuerda a la frase de Joyce “entre el Ulises y la locura hay el grosor de un papel de fumar” y también a otra de Salvador Dalí “La única diferencia entre un loco y yo es el hecho de que yo no estoy loco”.

Simpatía por el relato, 2001

Ahora que hablas de Joyce, el tema de la epifanía está presente a través de la versión que niega la crucifixión de Cristo.

Hay mala leche contra Dan Brown y la “verosimilitud” de las novelas con pretensiones de “he descubierto un secreto increíble y mi obra tiene mérito porque está  documentada”. Se trata de torpedear eso porque me parece que es algo tramposo.

También aparece la representación de la claustrofobia a través del secuestro de B.

Llevar al terreno del humor un suceso tan bestia como un secuestro es una estrategia para poder contar cosas. A diferencia de Las Mil y una noches, donde la víctima sobrevive contando historias, aquí el secuestrador (Insecto Palo) cuenta historias a la víctima y tiene ganas de ser escuchado, al revés del Síndrome de Estocolmo.

De alguna manera, me recuerda al Síndrome de Lima. Durante la crisis de los rehenes en la embajada de Japón (1996-1997), los secuestradores (guerrilleros del MRTA) se mostraban empáticos y compasivos con los secuestrados.

¡Hostia! ¡Es cierto! Lo recuerdo perfectamente porque llegamos a Lima al poco tiempo para tocar con Siniestro Total en el Sargento Pimienta. Es verdad.

Agustín Fdez. Mallo, 2006

De otro lado, ¿sigues a algunos escritores o corrientes literarias actuales?

He seguido cosas puntuales como los libros de Agustín Fernández Mallo y la historia de Nocilla hace unos años. A través de Germán Sierra también he conocido un montón de textos yanquis que están muy bien. Pero tener una visión global es imposible.

En Siniestro Total y en tus textos está presente el humor irreverente y mutante.

Decía Moncho Alpuente que no existe un humor español, pero sí un humor gallego, una forma de entender las cosas que no es a carcajadas. Tiene que ver con la gracia y comicidad británicas. En mi novela hay algo de Ben Elton o Rik Mayall (está dedicada a él, murió justo cuando la estaba escribiendo) y toda esa “panda” que hacía La víbora negra. No es pretensión ser el gracioso o que alguien se ría, quizás yo no tenga otra manera de explicarme. O es una carencia o un sistema operativo.

¿Y en el caso de Siniestro?

Dead Kennedys, 1980

En las letras están las influencias de Frank Zappa (“La tortura nunca acaba”, 1976), los Ramones (“Teenage Lobotomy”, 1977) y los Dead Kennedys (“Holiday in Cambodia”, 1980) con Jello Biafra (hoy cantante de Guantanamo School of Medicine), siempre funcionan con un código de humor salvaje.

¿La irreverencia os ha traído problemas? Por ejemplo con canciones clásicas como “Ayatollah”, “El sudaca nos ataca” o “¡Qué tal, homosexual!”, entre otras.

No. Ahora no nos hace caso ni dios. Antes hubiéramos ardido en la Plaza de San Pedro. (Risas). Yo creo que no hay nada sagrado, de todo se puede hacer con humor. El problema es que seas oportuno o inoportuno. El policía que se ríe en un desahucio, eso no tiene maldita gracia. O los ministros de Economía de la UE, que son los culpables del desastre, riéndose en una reunión en Bruselas. Me parece obsceno. El humor está muy bien, pero depende dónde te puedes pasar. Una cosa es la risa, que puede llegar a ser insultante, y otra es el humor.

Siniestro está activo desde 1981. Una veintena de álbumes y cientos de canciones.

Siniestro Total, DRO, 1982

¡Treintaitrés tacos! ¡Qué barbaridad! El 27 de diciembre pasado cumplimos la edad de Cristo. Y ahora lo que esperamos es sobrevivir al Viernes Santo, si no acabamos clavados en lo alto de un monte. (Risas). Hombre, lo que tendríamos que haber hecho es separarnos en el año 1990 y volver en plan Sex Pistols. Joder, ¡qué pringados!

Son célebres vuestras giras por Sudamérica, México y Estados Unidos. En América os habéis acercado a gente de la escena local.

Si no lo haces, qué tontería. Entonces, ¿para qué vas? Tenemos la curiosidad de ver qué es lo que se está haciendo por allá.  Ya conocíamos a Sociedad de Mierda, a los que habíamos escuchado en un especial sobre el punk peruano en Radio 3 (Disidentres de José Miguel López,1986). Nos sorprendió totalmente y queríamos saber qué hacían otras bandas.

Creo que la curiosidad es el motor. Por ejemplo, ir a una tienda de discos y preguntar: ¿A ver, qué tienes? Enséñame cosas ¿Qué está saliendo ahora por aquí que yo no me haya enterado? Eso es muy sano, divertido y me parece que hasta es una obligación. Siempre vuelvo de los viajes con discos y libros.

Algo sigue mal, 1985

Alguna anécdota

El concierto con Psicosis en un bar (“Los Duros” de Barranco, Lima, 1997). Fue algo salvaje. Ellos pusieron los instrumentos y tocamos. Recuerdo que la entrada costaba un dólar (0,90 €) y había en la puerta gente que no lo podía pagar. Hostia, saqué el fajo de dólares que llevaba y repartí lo que tenía. Al final, todo fue divertidísimo, lo pasamos en grande y fue una genialidad mezclarnos con ellos.

Por otra parte, ¿cómo ves la actualidad cultural en España?

En España la punta de iceberg del desastre cultural es el IVA. Ahora dicen que lo van a bajar porque estamos en época electoral. El problema es que no nos damos cuenta de que estamos frente a la destrucción de la industria cultural española a causa del IVA. ¿Quiénes están detrás de esto?

Foto: David Herránz

Hay un componente ideológico y de ignorancia que viene desde el poder. La destrucción de una industria en que no tenemos competidores ya está en marcha. Una naranja de Valencia es buena, pero no es única en el mundo, en Israel también hay naranjas. En Vigo hay una fábrica de coches, pero en Corea también. En cambio, los libros, los discos, los cuadros, las obras de teatro o las películas que producimos nosotros, eso no lo va a hacer nadie. Almodóvar solamente es Almodóvar.

Pasando a otro tema. Una simple curiosidad. ¿Cómo es un día en la vida de Julián Hernández?

¿Un día? No todos los días son iguales. Cuando estoy en casa la única rutina que tengo es darle de comer a los gatos. Todo lo demás es caótico: ¿Hoy qué tengo que hacer? Ah, contestar e-mails y escribir. Ah, vale… Hay que ir a ensayar. Ah, vale…Hay una gotera, ¡me cago en la leche! O sea, que no hay una rutina, la rutina son los gatos. (Risas).

¿Y de ahora en adelante qué planes?

Con Siniestro Total hemos sacado un directo en La Iguana Club de Vigo y singles virtuales (cara  A y B que este año tenemos que recopilarlos en vinilo). La idea es no parar (ya mi médico me ha dicho que puedo hacerlo…) (Risas). La idea es no parar…

Así sea.


 

Sobre el autor
Sobreviviente, Lic. en Filología Hispánica y Máster en ELE (Universitat de Barcelona), sujeto migrante. Ejerce actividades humanísticas en vías de obsolescencia programada: la docencia (castellano, catalán y literatura) y el periodismo independiente (codirector-fundador de «Pliego Suelto»). Mientras, desarrolla técnicas de sobrevivencia, cree en la utopía de disfrutar del amor, de la comida, de los libros, del viaje, de la cerveza, del vino, y de las conversaciones (presenciales) y fraternas.
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